Pablo 1

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La noche acabó con la cena de amigos, cena que acabó a las 23.30, que no era ni tarde ni pronto, pero también acabó con todos sus amigos pidiéndole que se fuera con ellos "a tomar la última" en un pub que estaba cerca, pero Pablo se negó ya que en casa le esperaba su mujer y que no quería hacerla esperar. 

Así que decidió dejarlos e irse hacia el coche que tenía aparcado dos calles más abajo. Era una noche de verano bastante oscura, el follaje de los árboles que había en la calle tapaba bastante la luz de las farolas. Pero Pablo era un hombre sin miedo, y sin pensar demasiado en la penumbra de las calles avanzó hacia su coche dejando caer al suelo el medio cigarro que iba fumando, con un pequeño balanceo hacia su bolsillo izquierdo fue sacando la llave y apretando el botón desbloqueó las puertas. Al terminar de dar los dos últimos pasos que le quedaban, justo antes de que pudiera abrir el coche se quedó paralizado con la mano en el pomo de la puerta, alguien estaba detrás de él clavándole en la espalda un objeto rígido, no sabía qué podía ser exactamente, pero hizo que se le congelara la sangre en las venas. Intentó, a través del reflejo en el cristal, averiguar quien estaba detrás, pero no lo logró, lo que le hizo entender que era alguien más bajo que él.

De pronto y por encima de su hombro derecho vio asomarse una mano enguantada ofreciéndole una cinta negra, Pablo no entiende, no está muy seguro de qué es lo que le están pidiendo pero al notar ese objeto rígido, que lo más probable es que sea un arma, clavársele aún más en el riñón, el instinto le manda hacer lo único que se le ocurre, así que se venda los ojos. El arma se alejó de su espalda solo para que esas dos manos le aprieten bien la venda, así que Pablo se relajó al mismo tiempo que un escalo frío le recorrió el cuerpo al pensar que igual ahora es el momento en el que le dejan inconsciente y se sorprendió a sí mismo pensando que preferiría quedarse sin ver a no saber lo que le podría pasar estando inconsciente. Pero nada de eso pasó, no hubo golpe que le dejara sin sentido, solo hubo una mano que le dio la vuelta, le empujó hacia atrás haciéndole quedar atrapado entre el coche y quien resultó ser una mujer. Pablo notó su cuerpo apretando contra el suyo, notó su pierna colocada estratégicamente para impedirle el paso, notó sus pechos acosándole, casi retándole, notó su olor, olía a jazmín, notó como le respiraba en el cuello, como le olio, tan cerca que le rozó el cuello con sus labios. Se vio sorprendido al notar una mano cálida cogiendo su mano, levantándola y apoyándola sobre un pecho, la piel era suave y ardía, lo más seguro, pensó, que, si pudiera verlo notaria el vapor salir de su piel, pero Pablo no podía, recordó a la mujer que le esperaba en casa así que retiró la mano.

- ¡No, no puedo! - dijo él.

- ¡Shh! - le mandó callar una voz en su oído, al mismo tiempo que se apretó más a su cuerpo.

Pablo intentó de nuevo resistirse, tratando de echarse a un lado, pero esta vez no hubo ningún siseo más, solo volvió a sentir el arma clavándosele en las costillas, y Pablo se quedó quieto. La misma mano volvió a dirigirle la suya hacia el mismo pecho, la apoyó y le apretó la mano de tal manera que Pablo pudo notar la firmeza de su pecho, la piel seguía ardiendo, sintió como entre sus dedos el pezón le respondía el tacto poniéndose más duro, sintió como ella respiraba más fuerte, sintió su cuerpo calentándose, quizás por el morbo de no saber quién era o quizás por el morbo de pensar que igual es su mujer, dándole un regalo deseado de hacia tanto tiempo. Sin dejar de pensar quién podía ser, sin dejar de intentar, a través de los sentidos, averiguar si era su mujer, Pablo se dejó llevar. Cogiéndola por la nuca la llevó a su boca invadiéndola con su lengua, apretándola más a su cuerpo, jugando con su pecho, jugando con su pezón entre sus dedos, haciéndola gemir, ella le respondió al beso, chupándole la lengua, chupándole el labio, la barbilla, jadeándole con su ardiente aliento en la boca, en la cara, como si fuera un animal salvaje se apresuró con la mano a su paquete, lo tocó, lo apretó y al sentirlo duro decidió liberar la opresión abriendo la cremallera, sacándole el miembro lo notó húmedo y ardiendo. Lo volvió a empujar contra el coche, le volvió a besar como si fuera el aire que respira, agarrándole de las manos se agachó y le empezó a chupar el miembro, metiéndolo hasta al fondo de su garganta una y otra vez haciendo que Pablo gimiera incrédulo de la mamada que le estaba haciendo. Cuando pensó que sería la primera vez en su vida que podría llamarse a sí mismo eyaculador precoz la mujer misteriosa paró, se levantó, abrió la puerta de atrás del coche y después de bajarle del todo los pantalones le sentó en el asiento.


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