Pornorelato #2 - primera parte

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Sum – Sum (como le decía su marido) estaba cepillándose el cabello sentada en una tumbona junto a su esposo. Ambos, en traje de baño, tomaban el sol a la orilla de la piscina. Sum era la segunda esposa de aquél, siendo una mujer más joven que éste, y muy bella, de complexión delgada y alta de estatura, el hombre podía estar satisfecho. Pero ella era más que una “Trophy wife”, tomando su rol de madre seriamente se preocupaba por el bienestar de los hijos de su marido. De hecho en ese momento pensaba cómo abordar el asunto.

—Oye, creo que deberías hablar con Kevin —le dijo al fin.

—¿De qué? —contestó el hombre.

Sum – Sum no sabía cómo hacerle ver la cuestión sin hacer el problema mayor. No siendo la verdadera madre de Kevin (éste era hijo del primer matrimonio del hombre), ya de por sí traería conflictos el meterse en asuntos que no eran de su injerencia, pero más estaba en riesgo. Ella había visto al joven tomándole fotos desde el balcón de su habitación y, conociéndolo, ya se imaginaba para qué fin. Ese era el problema, el muchacho, aunque ya de diecinueve años, parecía un adolescente calenturiento, ya que se la pasaba masturbándose tanto como podía, sólo el padre no notaba el problema, pues hasta ella se había dado cuenta. Así que no tenía que pensar mucho como para saber que con aquellas imágenes en el celular, fotos de sí misma, Kevin tomaría inspiración en sus diarias chaquetas.

—Kevin necesita atención. Se la pasa encerrado en su habitación casi todo el día. No tiene novia y... —ella no podía ser más clara sin arriesgarse al completo descaro.

—Sólo es un chico tímido, ya se le pasará —le respondió el evasivo marido.

Fuera como fuere, Sum – Sum no dejó de preocuparse, y Kevin no dejó de sacarle fotos mientras la madrastra reposaba boca abajo en el diván, como si estuviera posando para ello, pues sus muslos generosos y sus dos apetecibles nalgas se antojaban naturalmente a la vista, como invitando a cualquier observador a recostarse sobre ella.

Intentando exponerle el tema al esposo sin éxito, Sum - Sum se dejó caer en la camilla. Se olvidó del asunto, hasta que un día...

Una cabezona punta fálica se paseaba subiendo y bajando en la lubricada abertura vaginal, como abriéndose camino. La tiesa verga guiada por una mano estaba por ingresar a un túnel dispuesto a su entrada.

—¡Pero qué chingados! —exclamó Sum – Sum.

Había descubierto a Kevin detrás de su hermana, mientras ésta, apoyada en cuatro, exponía su trasero al mencionado. Kevin estaba por chingarse a su propia hermana en su habitación.

Con expresión de justificada sorpresa y enojo, Sum – Sum encaró la situación.

—¡Qué carajos! ¡¿Se la ibas a meter a tu hermana?!

—No, no, no... —respondió el espantado joven.

—¡Jesús, María y José! —exclamó Sum – Sum—. ¡Vete de aquí pequeña putita! —gritó sin ningún miramiento a Kenzie, la joven hermana.

Kenzie se bajó de la cama de un salto y corrió alejándose del problema.

Tras verla salir volvió la mirada a su hijastro, quien todavía estaba hincado sobre la cama.

—Estabas por meterle tu ver... tu pene a tu hermana, ¡cómo es posible! —dijo furiosa.

—Sólo la puntita —dijo Kevin como excusándose.

A Sum – Sum se le escapó una risa involuntaria.

—Sí cómo no. Sólo ibas a meterle la puntita, ¿cuántas veces no escuché eso?

—Ella fue la que me lo pidió. Ya sabes cómo es.

—Yo sé cómo es. No me quieras engañar, sé que el hombre es hombre. Siempre están ansiosos de meter su... su cosa en una —dijo Sum – Sum.

Kevin se defendió como pudo y, aunque su madrastra sabía que estaba mintiendo para defenderse, pensó que era el momento de ser madre y por tanto ser paciente aunque firme. Hablaría seriamente con Kevin, ya que el propio padre de éste no lo hacía.

—Kev, he notado que estás obsesionado con el sexo. Te la pasas... bueno, sé que te la pasas... masturbándote, la mayor parte del tiempo.

El joven se sonrojó al escuchar decir eso a su madrastra.

—En mi opinión creo que, a tu edad, aúnes normal, sin embargo ya deberías de estar experimentando esas necesidades con una novia. ¿Qué no tienes una?

—No —respondió Kevin con vergüenza.

Sum – Sum ya se lo imaginaba, ¡por eso estuvo a punto de penetrar a su propia hermana! Estaba necesitado de... bueno, pues de mujer.

—Mira, lo que ibas a hacer con tu hermana está mal. Deberías conseguirte una novia y, poco a poco llegar a...

—Es que ya lo intenté y no puedo —interrumpió Kevin.

—Cariño, todo llega con el tiempo, ten paciencia. No quieras que la chica inmediatamente se te entregue, todo lleva su tiempo —dijo la sustituta madre y, en un gesto para demostrarle su apoyo, le acarició la mejilla como si de un niño se tratara.

—Pero es que ni siquiera he llegado a verle los pechos a ninguna chica.

—Nunca has visto unos senos, ¿me lo juras?

Ella no podía creerlo. Los chicos, y más los actuales, a esa edad ya han visto eso y mucho más.

—Cariño, me juras que nunca has visto senos en tu vida —insistió, incrédula Sum - Sum.

El joven se limitó a menear su cabeza negativamente. Sum – Sum se sintió entonces condolida.

—Ay, Dios. Bueno —y entonces la mujer comenzó a desabrocharse la blusa ante los sorprendidos ojos de su hijastro—. De seguro has visto mejores en las páginas porno que visitas, pero...

Y la mujer, tras abrirse la blusa y bajarse el sostén, permitió al joven la libre vista de sus pequeños pero bien formados pechos. El muchacho quedó pasmado con la boca y ojos totalmente abiertos

—Sí, velos bien —dijo sonriendo la mujer, ya que había notado cómo el chico había quedado totalmente embobado.

—¿Puedo tocarlos? —expresó de repente el joven.

—¡¿Qué?! —exclamó tomada por sorpresa.

Sum – Sum no podía creer el atrevimiento del ingenuo muchacho.

—Sólo, sólo un poco. Quisiera saber cómo se sienten.

—¡Oh, Dios! Está bien, hazlo. Pero sólo un toque y ya.

Y la mujer se le acercó voluntariamente.

—Oh, wow —pronunció Kevin, al sentir el volumen y suavidad de las tetas de la esposa de su padre.

—¿Sí, verdad?

Si bien Sum estaba disfrutando la fascinación expuesta por su hijastro, decidió cortar la situación demostrando así su control sobre ésta.

—Okey, creo que es suficiente.

Y volvió a cubrir sus senos.

Pensando que había hecho una buena acción, un acto noble, palmeó el hombro del joven y le sonrió en buenos términos.

—¿Y qué hay de tu vagina?

—¿Qué hay con ella? —exclamó con un tinte de enojo.

No podía creer tal atrevimiento por parte del hijastro.

—¿Puedo... verla?

Esto sí que era una escalada que ella no se esperaba.


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