Pornorelato #2 - segunda parte

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—Oye, no. ¿Cómo crees que...? ¿Qué pensaría tu papá si nos encuentra así?

Sin embargo sus ojos de niño regañado conmovieron los sentimientos de Sum –Sum y ésta accedió.

Se levantó la falda; se sentó en la cama, junto a él y haciéndose a un lado la tela triangular de sus pantaletas que protegían su hendidura le mostró la concha.

—¿Puedo tocarla?

—¡Dios...! No es posible.

—Por favor. Sólo un poco, es que nunca he...

—¿Sabes que esta área es una parte privada?

—Es que nunca voy a tener la oportunidad, y si no lo hago ahora no sé que podría pasar...

—Sí que sabes. De seguro se lo pedirías a tu hermana.

—Bueno, puedes tocarla.

Y el dedo de Kevin se aventuró al sexo de su madrastra.

—Sí, ese es el clítoris —expresó Sum – Sum como si fuera una maestra exponiendo un esquema en su clase.

Pero el joven no sólo toco aquello sino que, ensalivado previamente, introdujo su dedo en la expuesta raja.

Si bien en su cara fue evidente lo que el entrometido dedo de su hijastro le provocaba, Sum – Sum, con su voz gemebunda, dio por concluido el ejercicio.

—Es suficiente.

—Oh, wow.

—Sí, verdad. ¿Estuvo bien?

—Sí, fue...

Sum - Sum le sonrió, exponiendo que estaba feliz por él. Seguramente creía que le había brindado confianza en sí mismo.

—¿Podría meter mi pene en tu vagina?

Sum – Sum torció su rostro. No podía creerlo, su tímido hijastro no sólo le había perdido el miedo a la mujer, sino que no temía solicitarle una cosa así a su propia madrastra.

La mano de ella golpeó su propio muslo expresando con el chasquido lo insolente de su petición.

—¡Dios Todo Poderoso!, tú no sabes cuándo parar... Está bien, lo haré, sólo por el bien de tu hermana, de seguro si no lo haces conmigo lo terminarás haciendo con ella. Pero sólo por un minuto, ¿okey? ¿Estamos de acuerdo? Eso será todo. Sé cómo te sientes ahora, pero debes entender lo que conlleva esto que vamos a hacer.

—Sí, sí, claro.

Y Sum – Sum metió sus pulgares bajo el elástico de sus pantaletas y se lo bajó hasta retirarlo por completo. Su sexo quedó expuesto y Kevin no dejaba de mirarlo.

—Nadie debe enterarse de esto, ¿okey? Nada de ir por ahí presumiendo que te cogiste a tu madrastra.

—Sí, sí, por supuesto, no se lo diré a nadie.

—Así que ahora saca tu pene —le dijo, a la vez que ella se acomodaba en la cama, de tal forma que él pudiera penetrarla.

Kevin, con el pene descubierto y erecto se acercó a ella torpemente. Sum – Sum le sonrió y lamiéndose una mano lubricó con ella su propia entrada. Cuando el pene estuvo próximo lo tomó, ayudándole a guiarlo a su objetivo.

—Déjame enseñarte —ella le dijo, al mismo tiempo que colocaba el glande de aquél en medio de sus labios vaginales—. Ahora, empuja.

Kevin suspiró al sentir como ella le oprimía, a la vez que sentía la calidez de su primera vez.

—Así es, tu pene está en mi vagina, ¿cómo lo sientes?

—Oh, wow, es... wow —Kevin no tenía palabras.

Pero no se contentó con estar dentro de su madrastra. En poco tiempo, Kevin comenzó el movimiento de bombeo de forma instintiva, sin siquiera pensar en ello, era su cuerpo el que guiaba la cópula, la unión de macho y hembra.

—Oh, pero mira —dijo en reconocimiento la mujer, quien sostenía una de sus piernas izada para facilitarle el abordaje.

Y su respiración evidenció su sentir al recibir las arremetidas del hijo de su esposo.

Ensalivó nuevamente su mano para lubricarle el pene sobre la marcha, quien no dejaba de metérselo y sacárselo. Sum – Sum, llegó a acariciarse el clítoris en una acción que evidenciaba que ella estaba dispuesta a gozar tal situación.

—Ya llevamos más de un minuto... —señaló la mujer, aunque no detuvo la cópula.

—¿Te gusta? —esta vez preguntó él.

—Sí, se siente bien —Sum – Sum fue honesta.

Kevin, entonces, arremetió con más profundidad y violencia; seguramente inspirado en el porno del que era habitual consumidor.

—¡Ohu, tranquilo! —exclamó ella—. Eso fue profundo.

Sin embargo, Kevin demostró su juvenil ímpetu en una mujer que hacía tiempo no recibía tal arrebato. Sum – Sum vio a su hijastro con otros ojos. Era una total locura, pero el joven la estaba complaciendo.

—¡Es tan rico...! —expresó él.

—Sí —respondió ella gimiendo y con agitada respiración.

—¡Oh, me voy a...!

—¿Vas a qué?

—¡Oh...!

—¡¿Qué?! ¡¿Qué?!

Pero ya había pasado, el chico se le había venido. Sum – Sum lo púnico que pudo hacer es azotarle el muslo a manera de reprimenda.

—Ups —fue la única disculpa que emitió el joven.

Ella lo vio molesta.

—¡¿Ups?! ¡¿Ups?! —repitió la enojada mujer, quien ahora resguardaba el semen del hijo de su marido.

—Disculpa creo que la cagué.

—Sí, sí que lo hiciste.

—No pude detenerme, lo siento —dijo Kevin, a la vez que sacaba su miembro de la enmelcochada vagina.

—Por supuesto que no pudiste contenerte —dijo Sum – Sum, entendiendo la situación.

—Es que se sentía tan bien ahí adentro que...

—Obviamente, mira cómo me dejaste la vagina —aunque era ella quien lo señalaba, Kevin no podía dejar de ver las consecuencias de su acto, la panocha estaba rebosante de su venida—. Bueno, ¿qué le diremos a tu padre?

FIN


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