La increible historia de Faustino 3

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Capítulo 3-La cúpula del rey tuerto.

Faustino, tiene ahora dos años de vida. Ya es todo un caballero medieval, con varios pelos en el pecho. Durante su larga estancia en las cloacas, tuvo tiempo de hacer muchas cosas, entre ellas, la de darle un nombre, a su fiel amigo el murciélago. Lo llamó Pimpollo negro. Lamentablemente, del pimpollo negro, quedaba poca cosa, ya que Faustino, hambriento, decidió comérselo a los pocos días de refugiarse en las cloacas. En realidad, se comió solo sus órganos internos, de modo que pimpollo negro, tenía aspecto de estar disecado. Evidentemente, no decía gran cosa y apenas se movía. Había permanecido en estado catatónico y sin órganos internos, desde hacía casi dos años. De repente, una ráfaga de aire, se adentró en las cloacas, desprendiendo varias de las plumas, del cuerpo inerte del murciélago disecado. Faustino, que permanecía tumbado, mientras jugaba a abrir y cerrar los ojos, se incorporó de repente con un movimiento brusco pero seguro. Una vez en posición de alerta, apuntando al frente con los dedos sucios de sus pies, comprobó que aquel golpe de aire, era fruto de haber dejado la puerta abierta. Se acercó sigiloso a la misma y tras cerrarla, pudo terminar de jugar a cerrar y abrir los ojos. Pocos segundos después, notó un pinchazo en el hombro: una serpiente de goma, pero venenosa, había clavado en su piel, sus enormes, afiladas y venenosas muelas del juicio. Antes de caer desmayado, pudo apretar con fuerza la cabeza de la serpiente de goma y tras atravesar su piel, con una cuchara de plástico, se desinfló agonizante. En pocos segundos, de la serpiente solo quedaba restos de piel en forma de pañuelo arrugado con ojos. Faustino, ahora sí, cayó desvanecido al suelo, perdiendo el conocimiento. Una cabra salvaje, bajó horas más tarde a la cloaca, para buscar hierba fresca para comer. Allí encontró el cuerpo inerte de Faustino. La cabra, comenzó a lamerle la suela de su zapato derecho, con la intención de reanimarlo. Al tener muchas cosquillas en esa zona, despertó de su desmayo, entre risas y alguna que otra carcajada. La cabra salvaje, prosiguió entonces, su búsqueda de hierbas silvestres, desapareciendo en las profundidades de la cloaca. Ya recuperado, Faustino subió por las escaleras, con la intención de salir al exterior y emprender el rumbo hacia la cúpula del rey tuerto. Justo cuando las primeras brisas de aire fresco, atravesaban sus pulmones, una hermosa mujer, con pecas rojas fluorescentes y cabellos sucios y rubios, se colocó ante su mirada. Era extremadamente preciosa. Sus ojos brillaban como los focos de un estadio olímpico. Brillaban tanto, que perforaba y quemaba las retinas y pupilas gustativas, en cuestión de segundos. Faustino, apartó a tiempo su mirada, evitando así que los ojos se le derritiesen como el chocolate, dentro de una hoguera. La hermosa mujer, comprendió entonces, que sus ojos brillaban demasiado, por lo que se tocó el ombligo, con la intención de graduar la intensidad del brillo de los mismos. En medio minuto, el brillos de sus ojos, disminuyó lo suficiente, como para que los ojos de Faustino, no corriesen peligro, si miraba a la joven.

¿Conoces el camino que conduce a la cúpula del rey tuerto?-preguntó Faustino.

-¡Lo siento, no puedo indicarte el camino, soy muda de nacimiento! –respondió la joven, con voz potente y seca.

-Pero no te preocupes, ¡te indicaré el camino con gestos!-Añadió.

-¡Excelente idea! ¡Por gestos! ¡Genial!-exclamó Faustino, con cara de aparente satisfacción, simulando entenderla.

La muchacha, comienza entonces a dar vueltas sobre sí misma, tirándose de los pelos y poniendo muecas extrañas. De repente, se para y continua nuevamente con los gestos, mientras camina con las manos y los pies en alto. Vuelve entonces a pararse y pregunta:

-¿Entiendes lo que te digo?, ¿Entiendes mis movimientos?-pregunta

-¿Decir qué?, ¿bromeas?..¡Parecías estar poseída!-Respondió Faustino.

-¡Idiota!, te estaba indicando el camino a la cúpula del rey tuerto!-Dijo enojada la joven.

La muchacha realizó de nuevo, todos y cada uno de los movimientos, en idéntico intervalo de tiempo y ejecución. Al terminar nuevamente con aquel cúmulo de muecas sin sentido, preguntó:

-¿Has prestado atención ahora?-¿Has entendido algo esta vez?!

Faustino, atónito, permanece en silencio, mientras intenta asimilar y entender el por qué de aquellos movimientos estúpidos. Dio entonces media vuelta y se alejó a toda prisa de la joven, esperando perderla de vista cuanto antes. Tras una caminata de varios cientos de kilómetros, se detuvo, miró hacia atrás y contempló satisfecho, como había dejado atrás de forma definitiva a la muchacha trastornada. Decidió entonces, tomarse un pequeño descanso, antes de proseguir. Mientras buscaba ramas para hacer fuego caliente y calentarse las siete albóndigas que guardaba en su bolsillo, algo llamó su atención del suelo. Puso una de sus dos rodillas en el terreno firme y cogió un objeto, repleto de polvo y restos de hojas en su exterior. Se trataba de un plano tridimensional a pilas. Dio saltos de alegría, ya que con aquel trasto, podría hallar la ruta que conducía a la cúpula del rey tuerto. Tras encender el aparato e introducir el nombre de destino, en la pantalla, donde antes aparecía un teclado, ahora mostraba un punto rojo, indicando el lugar solicitado. El destino quiso, que se hallase a escasos metros del lugar que buscaba. A poco más de veinte metros de distancia, oculto entre matorrales y restos de alcachofas, un letrero indicaba lo siguiente: “La cúpula del rey tuerto: un hotel de cinco estrellas”. Faustino, apartó la mirada del cartel y con cara de no entender nada, caminó un poco, entre las ruinas de lo que parecía haber sido un hotel de lujo. Apenas dos minutos después, una ardilla con antifaz negro, saltó velozmente sobre su cabeza, arrancándole de varios mordiscos, una buena cantidad de mechones de pelos y un trozo de nariz. Con la boca llena de pelos, la ardilla emprendió velozmente la huída.

–“Una ardilla Ninja… me ha atacado una jodida ardilla Ninja”

No paraba de repetir esa frase, una y otra vez, mientras litros de sangre, brotaban de su cabeza. Las heridas provocadas por la ardilla, eran tan graves, que el cerebro de Faustino, quedaba visible en su totalidad.

Tras perder veinte litros de sangre, se desmayó. Un indígena, que buscaba setas negras por la zona, contempló aquel inmenso charco de sangre. Dentro del mismo, a varios metros de profundidad, se hallaba lo que posiblemente sería ya, el cadáver de Faustino. El indígena, se ocultó unos segundos tras unos hierbajos, para aparecer después, con un traje de buzo y una botella de oxígeno a su espalda. Se adentró al interior de toda aquella sangre y varios minutos después, emergió con el cuerpo inmóvil de Faustino. Se había desangrado tanto, que parecía un globo desinflado. El indígena, le quitó el ombligo y comenzó a soplar con fuerza. Cuando apartaba sus labios para tomar aire, colocaba un tapón de corcho en el ombligo, para asegurarse de que no saliese el aire introducido. Tras varias horas soplando,


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