Verano Rojo

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La noche se acercaba, mientras el grupo, cogía sus bebidas y diversas comidas, que llevarían a la playa. Sandra, con el corazón en un puño, recordó el verano anterior, ensimismada.

-¿Estás bien? - Preguntó Mireia, su mejor amiga.

-Sí... Claro...

-A mí no me engañas. Llevas, desde que has venido, cómo ausente.

Sandra se encogió de hombros. Era toda respuesta que Mireia, esperaba. Siempre tan hermética.

-¿Es por Rober?

Tragó saliva. Mireia la conocía muy bien. Llevaban todo el verano, hablando sobre él. Un chico que, desde que tenía uso de razón, a Sandra la volvía loca.

-Es posible - dijo, con un nudo en la garganta, observando hacia la escalinata de la playa, de dónde emergió una figura, que le resultó familiar.

-Tranquila. No haréis nada que tú no quieras - le reconfortó su amiga - ¡Rober!

Y la dejó allí, con sus pensamientos. Se le encogió el alma, al ver a su amiga, abrazarle, cómo si... Tuviesen algo... El corazón, comenzó a palpitarle, a una velocidad endiablada.

 

Dos horas más tarde:

 

-¡Por el Verano Rojo!

-¡Por el Verano Rojo!

Así es cómo lo denominaban, debido al clareado de la puerta de sol al atardecer. A alguien, no recuerda quién, se le ocurrió aquel nombre, y, desde entonces, continuaron con esa especie de ritual.

-Sandra. Voy a hacer pis. ¿Me acompañas?

-¿Eh? No sé... Me apetecería meter los pies en el agua, y...

-No te preocupes - dijo Rober, llegando, en aquel momento -. Yo me encargaré de tu amiga.

Saltaba a la vista, que ambos, estaban en un estado de borrachera, bastante grande. Cuando se fueron, entre risas, a unos arbustos cercanos, Sandra no supo cómo reaccionar.

-Cómo no hagas algo... Despídete.

Se dio la vuelta, para encararse con Laura, la más guapa del grupo. Decían las malas lengua, que se había follado a todos los chicos. y, francamente, ella se lo creía. Menuda lagarta era...

-Te lo digo por experiencia, cielo... O pones de tu parte... O tu amiga, se acabará enrollando con él.

-Mireia, nunca me haría eso - dijo, queriendo autoconvencerse.

-Ya...

Laura se alejó de ella, para seguir con vete a saber qué... No quiso saber de qué se trataba... Tenía una mala intuición.

 

Con el corazón en un puño, cruzó la frontera entre la arena, y el césped, y sus pies, agradecieron la nueva textura. 

"Que no vea lo que me imagino... Que no vea lo que me imagino..."

Pero no hizo falta. Conforme se iba acercando, ya podía escuchar gemidos. Cerró los ojos; no quería acercarse más, pero, el morbo que sentía, hizo el resto. Y lo vio, desde una posición más o menos privilegiada; su mejor amiga, agachada, lamía con ímpetu la polla del chico que le gustaba. No olvidará jamás esa imagen. ella, tocándose los pechos, mientras no dejaba de meterla y sacarla, de su boca. Se mordió el labio inferior, sintiéndose extraña. Un hormigueo, le recorrió su bajo vientre, ante lo que presenciaban sus ojos.

-No imaginaba que la chuparas tan bien.

-Tú no sabes muchas cosas de mí, cariño... 

Sandra tragó saliva. Intentó moverse, correr, ir hacia alguna parte, pero sus pies, no la obedecían. Estaba hipnotizada, ante la escena que discurría ante sus ojos. Con lentitud, se metió la mano por debajo de su bañador, y comenzó a masturbarse. ¿Quién le iba a decir, que se excitaría, viendo cómo su mejor amiga, estaba a punto de follarse al chico que le gustaba?

-Vamos a lo que vamos - dijo Mireia, tumbando a Rober, en el mullido cesped.

Ver a su amiga, introduciéndose la polla, en su coño, hizo que sus neuronas, chocasen entre sí, como un ejército mal organizado. Aceleró la masturbación, mientras haciendo un puño con la otra mano, se la metía en la boca, para no alertarles.

 -Qué pedazo de polla. Rober, es increíble.

-Tú si que eres increíble - contestó Rober, lamiendo sus tetas, con ímpetu - . Muévete más rápido, no podemos estar ausentes mucho tiempo...

Lo hizo. Se movió con más ahínco. Lo que hizo que Sandra, acelerase su masturbación.

"Joder. Esta escena, es demasiado..."

Sintió cómo su flujo, mojaba el bañador, mientras su amiga, a tan solo un metro, cabalgaba, como una buena amazona.

-Soy tu puta. Soy tu puta.

¿Desde cuándo, la mojigata de su amiga, utilizaba esas palabras soeces? Al final, va a resultar que la mosquita muerta, está muy viva.

Rober, aceleró aún más. Mireia, gimió más, y más fuerte. Sandra, se masturbó con más ahínco si cabía.

-Me corro... No aguanto...

No le parecía justo, algo de aquel premio, también era suyo. Con rapidez, salió de su escondite, y, cayéndose, logró ponerse junto a su amiga. Aún no sabía, cuál de las dos partes, le gustó más. Si el ser un voyeur, o recibir el semen de Rober en su cara. Por cierto, hablando de cara; las de Rober y Mireia, eran todo un poema.

-Por el Verano Rojo.


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