Pornorelato #3 - segunda parte

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Jennifer continuó acariciando a Pamela y la besó en los labios de tal manera que aquella no puso negativa al sentir un goce más completo pues, su novio, le seguía dando placer oral ahí debajo. La sensación era más satisfactoria que antes.

Jennifer tomó del falo a Brandon que lo tenía detrás y lo pegó, tan erecto como estaba, al surco que separaba sus nalgas.

Era evidente que a partir de ahí no habría problema y aquello sería un trío de placer.

Lo siguiente fue que Pamela y Jenny cambiaron de lugar. La más joven montó a su novio quien la penetró con la excitación que le había provocado la otra, mientras que Jenny se retiró las prendas íntimas, quedando sólo vestida con sus medias negras, y así recibió lengua del novio de su hijastra. La mujer plena de embeleso acarició sus propios pechos a la vez que meneaba involuntaria y frenéticamente su pubis sobre el rostro de Brandon.

Pamela se sacaba y se metía el pene de su novio, montando con tanta o más enjundia que como lo había hecho con su cara. Viendo a ambas menear sus caderas de mujer parecía que por fin hacían las paces compartiendo hombre. Quién lo hubiera pensado, todo lo que necesitaban para mejorar su relación era un hombre de por medio. Aquello bien podría llamarse “montar la verga de la paz”, y más cuando Pamela le cedió su lugar a su madrastra para que Brandon, su novio, se la cogiera. Compartir ese apéndice de carne de tan buen modo era la mayor evidencia de armonía entre ellas.

Como Pamela fue a montar nuevamente el rostro de Brandon, mientras su madrastra le comía la verga con su jugosa vagina, ésta última se inclinó lo suficiente como para acariciarle y besarle de las nalgas a la hijastra.

—¡Qué rico! —tuvo que expresar Brandon al percibir aquello.

Luego las bocas de Jenny y de aquél se encontraron en el área íntima de Pamela, donde mezclaron sus salivas.

Las manos del joven se apoderaron de las amplias nalgas de Jennifer y ésta gimió exponiendo el placer experimentado.

Tras cambiar de posición, y de unión de sexos, Jenny le sirvió de soporte a Pamela quien fue nuevamente penetrada por su chico, pero ahora teniéndolo parado a sus espaldas, mientras ella estaba sobre sus rodillas a la orilla de la cama. Jennifer, sentada en el colchón, sostenía a la otra brindándole su apoyo y cariño, pues le besaba y succionaba de sus pechos, haciéndola gozar aún más.

La joven se sostuvo de los hombros de su madrastra cuando el joven que tenía detrás incrementó la fuerza y el ritmo de su penetración. El gozo era tan pleno para Pamela que se comió a besos y lamidas el cuello de su, antes, odiada madrastra. Ésta le correspondió metiéndole su mano por su entrepierna y tallándole allí su botoncito de placer.

Extasiada, Pamela expulsó sonidos guturales en uno de los oídos de Jennifer que, sin ser palabras claras, exponían placer en su más alto grado.

—Verdad que así es más rico —le repuso Jenny.

—¡Oh, sí! —expulsó Pamela, a la vez que se arqueaba hacia atrás tomando de su trasero a su novio.

Como Brandon le pasó todo el brazo por el frente, hasta asegurarla de uno de sus hombros se le fue más veloz y tan profundo como él podía. Jennifer le ayudó tomando de sus caderas a su hijastra y moviéndola de adelante hacia atrás para ser más duramente penetrada.

—¡Eso, así, con fuerza! —gritaba Jennifer.

Los cachetazos se escucharon como potentes aplausos.

Siguieron copulando en trío por varios minutos más.

Pamela ahora estaba a horcajadas sobre la boca de Jenny mientras veía a su novio Brandon penetrar a la mujer recostada. Era una experiencia nunca antes sentida el recibir sexo oral, a la vez que veía a su pareja copular con otra persona.

Brandon también gozaba esa peculiar unión sexual. Ver a su novia arquearse de éxtasis mientras era lengüeteada por su madrastra, era incitador para su libido. El vaivén de su pubis se incrementó de manera natural, a la vez que aceptó de buen talante los pechos ofrecidos por su novia. Los agarró y los succionó cada uno con ímpetu.

—¡Carajo, creo que me vengo! —enunció de pronto y con honestidad el joven.

Iba a salirse, para no dejarse ir en ese momento, sin embargo...

Jennifer, la mujer que él penetraba, lo atenazó con ambas piernas y con los talones, que pegaban a la altura de sus glúteos, lo espoleó rítmicamente. Lo sujetaba tan fuerte que sólo le permitía un solo movimiento, el movimiento de culeo sin poder desprenderse de ella.

Pamela no lo notó y eso que no fue la única señal. Jenny le dejó de dar lengua a Pamela y se encorvó hacia adelante enfocando toda su atención en la unión sexual que tenía con Brandon.

Pamela sólo se hizo a un costado recargándose en la cabecera para descansar, mientras que Jennifer tomaba a su novio del cuello y con sus piernas que lo envolvían lo obligaba a no desprenderse de la trabazón.

—Te vienes corazón. Hazlo, vente.

Apenas ahí, al escuchar eso, Pamela vislumbró lo que venía.

—¿Qué? —dijo Pamela atestiguándolo todo.

—¡Hazlo, sólo hazlo! —gritó Jennifer sujetándolo de la cintura con sus dos manos.

—¡Aaahhh...! —expelió el joven macho al estar inseminando a aquella mujer que recibió su semilla de buen ánimo.

La cara de Pamela con la boca abierta y sus ojos como platos expresaba sorpresa y desconcierto. No podía dar crédito, su madrastra había sido inseminada por su novio.

—¡No mames, Brandon, ¿cómo pudiste?!

El otro no podía emitir respuesta pues estaba agotado y sólo jadeaba de tan tremenda venida.

—Te le viniste adentro —innecesariamente señaló Pamela —. ¿Eso acaba de pasar?

—No te preocupes cariño —le expresó Jennifer a su hijastra, quien aún atenazaba al novio de ésta.

—Que no me preocupe, tú deberías preocuparte. ¿Qué le vas a decir a mi papá si sales embarazada? ¡El médico ya le dijo que es estéril!

 

FIN


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