Educando al hijastro - segunda parte
Por Arandi
Enviado el 14/08/2023, clasificado en Adultos / eróticos
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—¿Puedo... verla?
Esto sí que era una escalada que ella no se esperaba.
—Oye, no. ¿Cómo crees que...? ¿Qué pensaría tu papá si nos encuentra así?
Sin embargo, sus ojos de niño regañado conmovieron los sentimientos de Socco.
La mujer terminó por acceder al interés del joven y se levantó la falda; se sentó en la cama, junto a él y haciéndose a un lado la tela triangular de sus pantaletas que protegían su hendidura le mostró la concha de hembra madura.
—¿Puedo tocarla?
—¡Dios...! No, no es posible.
—Por favor. Sólo un poco, es que nunca he...
—Sabes que esta es un área privada, ¿verdad?
—Es que nunca voy a tener la oportunidad, y si no lo hago ahora no sé que podría pasar...
—Sí, yo lo sé. De seguro se lo pedirás a tu hermana.
—Bueno, si me juras que dejaras en paz a Janaina puedes tocarla.
Gerson por supuesto juró aquello y su dedo se aventuró al sexo de su madrastra.
—Sí, ese es el clítoris —expresó la mujer como si fuera una maestra exponiendo un esquema en su clase.
Pero el joven no sólo toco aquello, sino que, ensalivado previamente, introdujo su dedo en la expuesta raja.
Si bien en su cara fue evidente lo que el entrometido dedo de su hijastro le provocaba, Socco, con voz gemebunda, dio por concluido el ejercicio.
—Es suficiente —ella señaló.
—Oh, wow.
—Sí, verdad. ¿Estuvo bien? —dijo mientras reacomodaba sus ropas.
—Sí, fue... wow.
Socco le sonrió amable, exponiendo que estaba feliz por él. Seguramente creía que le había brindado confianza en sí mismo.
—¿Podría meter mi pene en tu vagina?
Socco torció su rostro al escuchar tal petición con incredulidad. No podía ser, su hijastro no sólo le había perdido el miedo a la mujer, sino que no temía solicitarle una cosa así en su propia cara.
La mano de ella golpeó su propio muslo expresando con tal chasquido lo insolente de su petición.
—¡Dios Todo Poderoso, tú no sabes cuándo parar! Está bien, está bien lo haré, pero sólo para que desahogues tu curiosidad, y si me entero que regresas a tus jueguitos con tu hermana le contaré todo esto a tu padre. No me importa lo que pase, le diré todo lo que me has pedido y lo que hemos hecho, ¡de ACUERDO!
Y la mujer, pese a haberle alzado la voz, se dispuso a complacerlo. Se abrió de piernas ante él y metió sus pulgares bajo el elástico de sus pantaletas para retirárselo. Su sexo quedó expuesto y Gerson no dejaba de mirarlo.
—Puedes metérmela. Pero sólo por un minuto, ¿okey? ¿Estamos de acuerdo? Eso será todo. Sé cómo te sientes ahora, pero debes entender lo que conlleva esto que vamos a hacer.
—Sí, sí, claro.
—Nadie debe enterarse de esto, ¿okey? Nada de ir por ahí presumiendo a tus amigos lo que hiciste conmigo. Esto queda entre nosotros.
—Sí, sí, por supuesto, no se lo diré a nadie.
—Así que hazlo ahora —le dijo, a la vez que ella acomodaba unas almohadas detrás de su espalda, de tal forma que le dieran soporte para estar en tal posición.
Gerson, con el pene erecto se acercó a ella torpemente. Socco le sonrió y lamiéndose una mano lubricó con ella su propia entrada. Cuando el pene estuvo próximo lo tomó, ayudándole a guiarlo a su objetivo.
—Más abajo, déjame enseñarte —ella le dijo al darse cuenta que no daba bien a bien con el camino de entrada, y le colocó el glande donde debía colocarse—. Ahora, empuja.
Gerson suspiró profundamente al sentir como ella le estrechaba su pene, a la vez que sentía la calidez de su primera vez. La madura al escuchar a su hijastro le dijo:
—Así es, tu pene está en mi vagina, ¿cómo lo sientes?
—Oh, wow, es... wow —Gerso no tenía palabras.
Pero Gerson no se contentó con estar dentro de su madrastra. En poco tiempo, comenzó el movimiento de bombeo de forma instintiva, sin siquiera pensar en ello, era su cuerpo el que guiaba la unión de macho y hembra; la cópula daba comienzo.
—Oh, pero mira —dijo en reconocimiento la mujer.
Y su respiración evidenció su sentir al recibir las arremetidas del hijo de su esposo.
Ensalivó nuevamente su mano para lubricarle el pene sobre la marcha, ya que no dejaba de entrar y salir. Socco llegó a acariciarse el clítoris, en una acción que evidenciaba que ella estaba dispuesta a gozar también de tal situación.
—Ya llevamos más de lo que acordamos, pero bueno... uff —señaló la mujer pasados varios minutos de mete y saque.
—¿Te gusta? —esta vez preguntó él.
—Sí, se siente bien —Socco reconoció honesta.
Gerson entonces arremetió con más profundidad y violencia; seguramente inspirado en el porno del que era habitual consumidor.
—¡Ohu, tranquilo! —exclamó ella—. Eso fue profundo.
Sin embargo, Gerson demostró su juvenil ímpetu en una mujer que hacía tiempo no recibía tal arrebato. Socco vio a su hijastro con otros ojos. Era una total locura, pero el joven la estaba complaciendo.
—¡Es tan rico...! —expresó él.
—Sí —respondió ella gimiendo y con agitada respiración.
—¡Oh, me voy a...!
—¿Vas a qué?
—¡Oh...!
—¡¿Qué?! ¡¿Qué?!
Pero ya había pasado, el chico se le había venido dentro. Socco lo único que pudo hacer es azotarle una nalga a manera de reprimenda.
—Ups —fue la única disculpa que emitió el joven.
Ella lo vio molesta.
—¡¿Ups?! ¡¿Ups?! —repitió enojada la mujer, que ahora resguardaba el semen del hijo de su marido.
—Disculpa creo que... la cagué.
—Sí, sí que lo hiciste.
—No pude detenerme, lo siento —dijo Gerson, a la vez que sacaba su miembro de la enmelcochada vagina.
—Por supuesto que no pudiste contenerte —dijo Socco, entendiendo la situación.
—Es que se sentía tan bien ahí adentro que...
—Obviamente, mira cómo me dejaste la vagina.
Aunque era ella quien lo señalaba, Gerson no podía dejar de ver las consecuencias de su acto, la panocha estaba rebosante de su esperma.
FIN
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