Entre olas y adioses

Avanzo a la deriva… Perdida. Sin compañía por primera vez. Al menos para mi sorpresa he aprendido que sé nadar. ¿Quién me enseñó? No lo tengo muy claro, apenas me acuerdo, pero una grata sorpresa siempre viene bien. Puede incluso… que sea la última. La fina frontera entre la vida y la muerte es fina, incluso caprichosa. Mas en un día de lluvia como hoy, ¿a quién se le ocurre ir a la playa cuándo el cielo presenta serios nubarrones? De ese gris oscuro, casi enfadado con lo terrestre. Con el mundo de abajo paralelo y a la vez tan inconexo. Hoy es uno de esos días. Hay cambio. Transformación.

Sally se ha ido muy lejos. Apenas la veo. Su padre se la he llevado en un arrebato de responsabilidad a pesar de haber metido a su hija de tres años en el océano... con una bandera amarilla. Cuando el cielo parecía romperse y no antes, un arrebato de bañistas abandona la playa, ahora desértica, ante la inclemencia del tiempo. Y yo… una chancla rosa de la talla más pequeña posible he quedado abandonada como un muerto en las trincheras; emprendo así un nuevo viaje. Una vida en ciernes mientras me alejo flotando de todo lo conocido… Adiós a mi pareja. Adiós a mi hogar. Adiós a Sally, incluso a Manolo y Silvia. Adiós, adiós. Hola, aún perdida doy la sincera bienvenidada un creciente “¿Qué será ahora de mí?”

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