El señor y la casa

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       Aquella tarde me sentía un poco raro y no sabía muy bien la razón. Salí de mi cuarto, bajé las escaleras y salí al jardín. El cielo encapotado amenazaba lluvia y el viento era noticia por su ausencia. No hacía ni frío ni calor. La fina camiseta que llevaba puesta y los pantalones vaqueros parecían ser prendas más que adecuadas para aquel día. 

     Lucía, mi hermana, salió de casa, miró hacia dónde estaba y no me saludó. Probablemente seguía enfadada conmigo por aquel episodio. Bueno ya se le pasaría. 

      Las rosas, de un rojo intenso, parecían más numerosas que nunca. Eran bonitas y olían a, bueno, supongo que a rosas. Ahora que lo pienso no sé si intenté olerlas o no, con el reciente catarro había perdido el sentido del olfato. De todas maneras es curioso como funcionan los recuerdos ya que no tengo memoria de haber olido nada en concreto. O quizás todo olía como debía oler y por eso no presté atención.

         Recuerdo, eso sí, que aquella tarde había más gente enfadada conmigo. Mi padre no me hizo caso cuando le saludé y mi madre, con cara ausente o triste, no sabría decir, tampoco me dirigió la palabra. Sin embargo, un señor que nunca había visto, me sonrió y yo le devolví la sonrisa.

       Es raro lo de aquella tarde. Si lo pienso, no se cuantos días han pasado desde entonces. Tampoco me acuerdo de cuando comí por última vez, eso si que es extraño y más extraño aún es que me siento bien, sigue sin dolerme nada a pesar de que el catarro fue muy fuerte y tuve mucha fiebre. 

       Ayer, creo que fue ayer, mi madre entró en la habitación, miró hacia dónde estaba y sin mediar palabra se puso a llorar. Creo que dije algo para consolarla pero mis palabras no surtieron efecto.

      Nadie me quiere, todo el mundo me ignora y, lo peor de todo, es que no me importa, me siento bien, mejor que nunca y ese sentimiento de que algo no va bien no tiene mucho sentido, después de todo estoy bien, no me duele nada, no me preocupa nada.

     El señor del otro día me ha vuelto a saludar hoy, incluso hemos hablado. Su voz suena como el murmullo de un arroyo. Me ha dicho que estoy invitado a su casa y que puedo ir cuando quiera. La verdad es que creo que voy a ir hoy. Aunque me gusta mi habitación y el jardín y las rosas, aunque me acuerdo de mi familia, parece que no me necesitan más, que han aprendido a vivir sin mí.

         Noto que mi memoria tiene alguna laguna, quizás nada importante, estoy mejor que nunca y el señor me ha dicho que ha invitado a mucha gente a su casa, buena gente. 

Fin

P.D: He estado tentado a categorizar este relato como fantasía o cuento o drama, pero quien soy yo para saber o poner en duda que aguarda más alla de lo que la ciencia, siempre incompleta, dicta.


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