El nombre de la calle

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       Hace unos años, bastantes ya, la ciudad decidió otorgar el nombre de una de sus calles a un vecino ilustre. El motivo, haber hallado la cura a una extraña enfermedad. 

         El hecho, según parece, fue fruto de años de estudio y lucha por una idea propia, contraria, en aquellos tiempos, a lo que se daba por cierto. Bueno, también apareció una pizca de suerte, uno de esos errores fortuitos que suceden de vez en cuando y dan la oportunidad del descubrimiento a quién sabe como interpretarlos.

            Desde entonces, de forma directa e indirecta, y gracias también a la contribución de otros, las vidas salvadas se cuentan por millares.

             El mes pasado, un miembro del gobierno local, se enteró de que el citado vecino ilustre tenía un borrón en su vida. El hallazgo de una carta, escrita de puño y letra por el héroe local, ponía en entredicho su conducta. Al parecer, según el moderno tribunal dónde primaba la "nueva" moral y ética, el sujeto había pecado de pensamiento, dejando por escrito una opinión.

            El espinoso asunto saltó a los medios de comunicación y no fueron necesarios ni seis días para destruir la reputación del personaje. Al cabo de ese tiempo, el gobierno, democráticamente, hizo un referéndum para preguntar al pueblo si deseaba quitar el nombre a la calle. El resultado fue el esperado, 99% a favor de la retirada. 

       Ayer se ha procedido a quitar la placa, que ha sido sustituida por el nombre de otro personaje cuyo mérito, palabra en desuso desde hace algunos años, no es relevante. El cambio, desde el punto de vista económico, no ha costado demasiado. Al menos no se tiene noticia de queja alguna sobre este punto.

        Como apunte, cabe señalar que lo más barato ha sido eliminar al otrora vecino ilustre de la Historia. Su nombre aparecía solamente entre algunos documentos mal cuidados que se almacenan en un edificio abandonado. Ni siquiera se han molestado en añadir una nota a pie de página, directamente han quemado todas las hojas. Esto naturalmente carece de importancia en una ciudad dónde, únicamente, el 1% de sus habitantes, ya mayores, tiene acceso al pasado.


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