Con Leonel y su esposa Parte 11

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Por fin. Estaba en un motel con Dinora... y mi esposa y su esposo lo sabían. Y ellos estaban en otra habitación del mismo motel, cogiendo también. Seguro después compararíamos notas. Era una situación que nunca habíamos vivido con Victoria... y nos encantaba. Además, era la primera vez que cogíamos con otras personas... sin estar juntos, en el mismo cuarto y la misma cama.

Una experiencia más que especial y diferente... y queríamos gozarla al máximo. Yo sabía que Victoria cogería con Leonel como siempre lo habían hecho conmigo, pero que también podría ser diferente el comportamiento de mi esposa al no estar yo con ella, compartiendo. Y Victoria me dijo que yo gozara con Dinora todo lo que pudiera. Que era delicioso coger con ella... y que seguro la podría "hacer a mi forma" y enseñarle todo lo que sé. Que seguro para Dinora sería algo muy especial y diferente, no sólo por probar una verga que no era la de siempre, la de su esposo, sino porque tendría la oportunidad de "soltarse" y sacar la puta que pensábamos que vivía atrapada dentro de ella. Creíamos que cogiendo sola conmigo, se atrevería a hacer muchas cosas que sólo habían estado en su mente. Y así fue.

Al sentir su aliento en mi cara y el aroma de su saliva me sentí en la gloria. Era la boca, el aliento, la respiración de una mujer que se entrega a un hombre... "su" hombre en ese momento... porque yo estaba decidido a tratarla con todo el amor y el respeto que se merecía, que no sintiera que ella era una "cosa" o una herramienta sexual y que yo no la estaba "usando" sólo para mi placer. Quería que se sintiera amada, consentida, deseada, respetada. Yo quería que ella sintiera que le estaba haciendo el amor y no sólo follándola. Sí, que se sintiera caliente y hasta "puta", pero porque ella me fascinaba y me excitaba muchísimo y que en ese momento existíamos sólo ella y yo. Que yo era su hombre y ella mi mujer... y que cogeríamos por ese sentimiento y no sólo por deseo o instinto sexual "animal".

Así como para ella era la primera vez cogiendo con otro que no fuera su marido, también para mí era como una "primera" vez. Y es que, aunque supuestamente yo fui el primero en la vida de algunas de mis novias y parejas, ninguna se comportaba como lo hacía Dinora conmigo. Ella temblaba, tanto de placer como de nervios y hasta "miedo" a lo que pasaría. Parecía que ese día yo la "desvirgaría"... y en muchas formas así sería. La sentí completamente entregada, dispuesta a lo que yo le hiciera, a complacerme y lo mismo sentía y transmitía yo, con mis palabras y mis actos. Con mis anteriores parejas y con Paty, Alicia y Sandra lo que hubo fue sexo puro y duro. Cogimos buscando el placer físico, mientras que con Dinora había una conexión muy especial y diferente. Sentíamos muchas emociones mezclarse y nos encantaban.

Ella en silencio, suspirando. Acerqué mi cara a su boca abierta y sentí aún más fuerte el olor que salía de su boca y que me anticipaba la dulzura y el placer que yo tendría con su lengua y su saliva. Deseaba sentir su lengua y saliva en mi boca, y que me llenara de ese jugo delicioso y yo degustarlo. Y la empecé a besar. En los labios. Muy suave. Lento... hasta que poco a poco sentí que sacó la punta de su lengua y empezó a pasarla por mis labios... para ir adentrándose en mi boca, las lenguas de ambos se retorcían y la saliva inundaba nuestras bocas. Al mismo tiempo empecé a acariciarle las mejillas, su cuello, la nuca... y fui bajando mis manos por su blusa y llegué al escote. Abrí los pocos botones que la cerraban y dejé la blusa abierta. Ya se veían sus pechos grandes agitarse y subir y bajar con sus profundas respiraciones. La tela del brasier era totalmente transparente y se veían perfectamente sus pezones, grandes, duros, rugosos y muy oscuros. Como a mí me fascinan. Los pechos de Dinora eran la mezcla perfecta entre los de Paty, Sandra y Alicia. Bastante más suaves, un poco colgantes y la piel no tan tersa sino un poco aguada... pero para mí eran perfectos. Me encanta coger con mujeres "naturales", de "verdad", "reales"...

No metí mis manos inmediatamente dentro de su blusa, aunque pude hacerlo y tenía la tentación enorme de sentir ya la piel de sus tetas. Me dediqué por unos minutos a seguirla calentando, y acaricié su abdomen y empecé a tocar y a sobar sus pechos pero por encima de la tela de su blusa. Sentía que sus pezones se paraban más y se ponían más duros cada vez que los apretaba con mis manos. Y después de varios minutos así, comencé a besarle y chuparle el cuello y al mismo tiempo mis dos manos entraron bajo la tela de su blusa y directamente le cogí y estrujé las tetas y los pezones. Ella ya no sólo suspiraba, sino que gemía muy fuerte, y yo noté cuando ella empezó a mover sus piernas y casi que a restregarlas una contra la otra y así estimular su pusa... seguro su clítoris-verguita ya estaría salido y duro. Yo también le susurraba al oído, como narrando lo que le estaba haciendo, lo que le haría y lo que deseaba hacer. Y no pasó mucho tiempo antes de sentir que sus manos también empezaron a acariciar mi cuerpo. Me sobó los brazos y me acariciaba la espalda, como midiendo el camino que tomaría. Era la primera vez que ella tocaba así a un hombre que no fuera su marido. Y fue bajando lentamente sus manos hasta que las puso encima de mis piernas... como decidiendo su siguiente movimiento. Y empecé a sentir una leve presión en el bulto que guardaba mi verga, por encima de mis pantalones. La dejé que hiciera lo que quisiera y pronto ella me agarraba con una mano el bulto y lo apretaba como queriendo sentir la verga bajo la tela, y con la otra mano agarraba el lugar en donde estaban mis huevos. Dinora me estaba metiendo mano. Así que yo también bajé mis manos y empecé a sobar sus rodillas y a subir por sus muslos desnudos, sin prisa. Con cada caricia de mis manos ella aumentaba la presión encima de mi verga. Y cuando llegué a su pubis, me dediqué a jugar con su pusa y con la tela del calzón, que ya estaba empapada con sus jugos. Me hubiera encantado jugar con sus pelos púbicos, pero como estaba rasurada no tuve ese placer (pero después comprobé que ya sus pelos empezaban a aparecer en su piel... y ella me dijo que para mí y Victoria, ya no se rasuraría nada, ni la pusa, ni el culo ni las axilas. Lo único fue que cuando le mamé por horas la pusa, sí quedé con la cara raspada por sus pelos incipientes, duros, negros, se veía que serían muy abundantes y gruesos).

Ya nos estábamos metiendo mano en serio.

Continuará...


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