El hijo de mi amiga

Por
Enviado el , clasificado en Adultos / eróticos
21436 visitas

Marcar como relato favorito

Desde que estoy en mis 40s mi esposo no me satisface. Él es unos años mayor y le sucede lo contrario que a mí, cada vez tiene menos ganas mientras yo quiero a cada rato. Ser infiel pasó por mi mente muchas veces, pero nunca imaginé que terminaría haciéndolo con alguien más joven.

Sucedió un día en casa de mi amiga, ahí estaba su hijo de veintitantos años, un chico no muy atractivo, pero que siempre me miraba como si deseara comerme.

Necesitaba que mi amiga me prestara un vestido, me invitó a probarme los que tenía en su casa, pero ella no estaba, me iba a recibir su hijo. Llegué y como siempre me miraba babeando, no me molestaba en absoluto, en realidad cuando subí a probarme los vestidos dejé la puerta abierta, el joven se merecía un espectáculo.

Por supuesto que cayó en mi trampa, un joven calenturiento no iba a perder la oportunidad de espiar a una mujer madura y voluptuosa como yo. Lo invité a pasar a la habitación, le dije que podía mirar si prometía no decir nada, aceptó y se sentó en la cama a ver cómo me probaba cada uno de los vestidos.

Él sacó su pene de sus pantalones y comenzó a masturbarse, esa no era mi intención o por lo menos no pensé que fuera a hacerlo frente a mí. Me encantó verlo, subiendo y bajando su mano, apretando su firme pija, me mojé ante su imponente verga y me arrodillé sin pensarlo, abrí mi boca y comencé a chupársela.

Mi lengua jugaba con la punta de su pene y mis manos acariciaban sus testículos, lo metí completo en mi boca, aún recuerdo su sabor, tan distinto al de mi esposo, tan vigoroso, tan delicioso. Me di un banquete con semejante verga.

Estaba tan mojada que le pedí que me penetrara, "quiero ser tu puta, lo seré cada vez que podamos, méteme tu verga, pero promete que no le dirás a nadie", aceptó encantado y juró que nunca diría una palabra.

Me tiré en la cama y abrí mis piernas, él me lo enterró completo con todas sus fuerzas, estaba desesperado, su fantasía se estaba haciendo realidad. Me lo metió con tanto ímpetu, era justo lo que necesitaba, esa energía juvenil que me hiciera gritar y gritar.

"Más duro, más suave, aprieta mis tetas" le daba órdenes y obedecía, él me estaba reacomodando el útero, pero yo era quién tenía el control. Le pedí que se acostara y me subí encima de él, para que viera que esta señora aún tiene magia en sus caderas.

Me senté sobre su pene sintiendo como entraba por completo y comencé a moverme, de arriba a abajo y con movimientos circulares, él mostraba gestos de placer increíbles, lo estaba disfrutando como nunca, puse mis pechos en du cara y los chupó como si del helado más rico se trataran. Duramos así un rato hasta que él me pidió ponerme en cuatro.

Me levanté y vi su pene, aún firme, que delicia de tronco me estaba comiendo. Me recosté en la cama y levanté mis nalgas, él dijo que era lo más hermoso que había visto y me la metió otra vez.

En esa posición podía sentir aún más profundidad, él se abalanzaba sobre mi, metiendo y sacando su verga, a veces sin ritmo, se le notaba falta de experiencia, pero eso me excitaba más, por mi mente pasaban ideas que sabía que él no iba a rechazar.

Empezó a sonar cómo aplausos, mis gemidos se intensificaron, me cogía como un perro en celo, se aferraba a mi cintura, a mis tetas, con furia seguía dándome duro y me vine con él maravillado del espectáculo. Mis piernas temblaban, mi cuerpo se estremeció por un orgasmo como no había sentido en años.

Él estaba extasiado, no paraba de moverse, su pene danzaba dentro de mi caliente y mojada vagina. Le pedí que se detuviera y me lo metiera en el culo. 

Con mis propios jugos lubricó mi ano y lo metió, que grueso era, el de mi marido no se sentía así, que sensación tan única, con paciencia lo fue metiendo poco a poco hasta volver a tomar ritmo.

Me puso a ver estrellas, que rico, cada empujón, cada embestida, me hacía gritar hasta que sentí el fuerte chorro de semen en mis entrañas, él no se detuvo, siguió rompiendo mi culo hasta que sacó su verga y su leche calientita se derramó desde mi ano al piso.

Nos miramos, nos abrazamos, cómplices del placer, nos besamos, me vestí y me fui. Por supuesto que no fue nuestra última vez, le prometí volverme su puta si no decía nada y ambos cumplimos. Él guardó el secreto y yo le di mi cuerpo cada vez que lo pidió.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed