"EL CAJÓN DE SASTRE"

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En la recta final de la nefasta pandemia de EL COVID un día al salir de mi  casa me encontré con una vecina de mediana edad la cual desde su adolescencia no había dejado de ser una inconformista de cuánto sucedía a su alrededor; de hecho se creía que era una Agustina de Aragón de su medio ambiente, y tras el habitual saludo de rigor ella no dudó en darme su opinión acerca de la angustiosa situación que sufría el país.

- Yo sé lo que pasa - me espetó la mujer de pronto como si  estuviese en posesión de la verdad-.  Este virus tiene más de fantasía que de realidad. ¡Si lo sabré yo! Para tu informacion te diré que esto es una escenificación orquestada por los políticos de medio mundo para tenernos a todos controlados, a través del miedo, en connivencia con los laboratorios de la farmacopea y de la Sanidad Pública. Y la gente que muere se debe a otras enfermedades que nada tienen que ver con la pandemia.

Opté por no contestar a su paranoica teoría.

- Hay muchos sabios cientificos que también lo dicen - continuó mi vecina-. Y mira. El próximo sábado iré a una manifestación que se convoca en el centro de la ciudad para protestar a esta tomadura de pelo que el Capitalismo nos quiere someter. Ahora hay Democracia; libertad de expresión y es legítimo pensar como a uno le dé la gana.

Confieso que para mi aquel discurso tenía una connotación que chirriaba como una puerta mal engrasada. ¿Es legítimo abrazar una idea disparatada; una falsedad por muy popular que sea? Según el filósofo griego Aristóteles una mentira no se convierte en una verdad por el simple hecho de que la grite una multitud de gente. El cuánto no justifica el "qué", dado que por lo general dicha multitud que puede tener un débil juicio crítico se deja arrastrar con facilidad en todos los órdenes por una demagogia tan dañiña como inconsistente. .

Ciertamente, la Democracia con su Constitución, que es un marco legal ampara toda clase de ideas, pero también tiene el defecto que cumple la función de "Cajón de Sastre" en el que caben muchas maneras de ser tanto buenas como malas; acoge tanto a el sensato como a el "loco de la colina" y por lo tanto se hace incoherente consigo misma. Si por un lado defiende la legimitividad de cualquier postura aberrante y egoísta de ideología política, por el otro lado condena su mala acción. Mas esta laxa permisividad que es la réplica a la rigidez ideológica de otras épocas del pasado, ésto da lugar a que aparezcan personajillos, bicharracos nada recomendables por su falta de solidaridad con el resto del país, aunque nada tontos, pero que sin embargo a nivel social y político nos pueden perjudicar llevándonos a callejones sin salida; a graves conflictos sociales. Y la Historia, que para eso está nos lo recuerda constantemente. Por ejemplo no hay que olvidar que los nazis que eran unos nacionlistas acérrimos alcanzaron el poder en Alemania gracias a unas Elecciones Generales, debido a que aquel país se hallaba sumido en una grave crisis económica y social después de la Primera Guerra Mundial, pero especialmente a la permisividad de aquella Democracia que tenía un espíritu de "Cajón de Sastre" en el que todo cabe. Y de todos es sabido lo que sucedió posterioemente..

En efecto, un sujeto puede pensar como quiera por disparatado que sea. ¿Pero se cree acaso el amable lector que éste se quedará en su casa especulando mirando al techo con su delirante idea y nada más? En absoluto. El sujeto querrá poner en práctica su pensamiento; convertirlo en algo real, y sobre todo tratar de influir al resto de la población.

¿Y en el ámbito político quiénes son los tipejos alucinados que en aras de la libertad de expresión anhelan derribar a la Ley vigente y que como yo he podido comprobar se rien con descaro de ella para imponer su criterio a los demás? Pues los fanáticos de cualquier color. Porque aquí sobresale un grave error de concepto ya que se confunde lo que es el fanatismo ideológico con la idea propiamente dicha de algo, cuando una cosa no tiene nada que ver con la otra. Una idea en sí misma permite el análisis razonado, la reflexión, mientras que el fanatismo es una enfermedad, una afección del alma, de la emoción; es dogmática y adquiere un grosor de pared que impide poder razonar para avanzar con lo cual se desvirtúa la esencia democrática porque ve al adverdario; al que piensa diferente como a un enemigo y no acepta una alterativai de Gobierno. Es lo que llamamos estar atado a los clichés mentales.

Por eso pienso yo que es conveniente que a esta Democracia se la tendría que defender con unos instrumeentos jurídicos más consistentes y más imparciales, los cuales abandonen la tendencia de "Cajón de Sastre" que tiene ahora, en el que pululan a sus anchas los tipos codiciosos e indeseables que atentan contra la integridad social. Concretamente que se ilegalice cualquier actitud fanática. Recuerdo que yo tuve un gran profesor que decía: "Sobre gustos no hay disputa; pero hay gustos que merecen palos".

Sí.Casi siempre un acto reprobable es antiético, pero no es delictivo. Lo malo  es que este mismo acto se hace fuerte en su debilidad y puede acabar siendo un delito, por culpa de esta endeble permisividad.

                                                          FRANCESC MIRALLES

 

 


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