AINHOA (Desatando el nudo 1-1)

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Todos corrían. Los arboles mermaban. Los pajarillos se camuflaban, entre el follaje del bosque. El duende llamado Flud, sintió que algo estaba ocurriendo por los alrededores del soto. Escondió su olla de monedas de oro y salió como si el viento lo trasportara hasta la orilla de un rio, percibiendo que en sus profundidades estaba un objeto misterioso, desconocido entre los seres y los humanos que vivían en el planeta Casi.

Parecía una especie de pirámide, pero a la vez daba la sensación que era como un platillo volante o un artefacto, protegido por una esfera trasparente, donde no podías traspasarla, pero si ver, lo que tenía en su interior.

Ainhoa seguía leyendo su libro. Sentía a su madre llamarla, pero como estaba disgustada, con la vida, con Dios, hasta con ella misma que se sentía a disgusto con su cuerpo, con su forma de ser, pensando que la creación se había ensañado con ella. Todo le parecía injusto, no estaba conforme con nada. Aparte vivía un momento se desasosiego, donde estaba cogiendo una depresión sin límites.

No le hacía caso a nadie, ni siquiera a su propia familia. Sintiéndose abandonada por todos. No contesto a escuchar su nombre, pasando de la llamada de su madre. Se encontraba triste, desilusionada, impotente, con un sinfín de pensamientos revoloteando por su mente. No entendía porque su madre no era un poco más compresiva y la consolaba en su dolor.

El novio la había engañado. Un día saliendo antes de trabajar, se dirigió a casa de su amiga. No esperándola, abrió la puerta y sin poder impedirlo, vio salir a su amor del dormitorio en ropa interior. Tanto la amiga como su novio, no supieron que decir. Pues la escena que se veía, hablaba por sí sola.

Dentro del dolor y en una gran melancolía, donde solo lloraba sin poder impedirlo, más por la perdida, era por la traición cometida, por las dos personas que había depositado, su más y entera confianza. Estando de prueba en su trabajo y por cómo se encontraba, no pudiendo entregarse por completo a sus obligaciones, decidieron prescindir de ella, despidiéndola.

Con todo lo que le estaba ocurriendo a su alrededor y el ser más preciado y querido por ella, había abandonado este mundo, hacia tan solo 5 meses. Para ella su persona a seguir y tener como punto de referencia, era su abuela materna. Su gran amor y quien realmente siempre la entendía y la consolaba.

Era adulta, tenía 23 años, pero se sentía cansada, pensaba en escaparse y empezar de nuevo, lejos de todos. Sin problemas, ni complicaciones de ninguna clase. Soñaba en mezclarse con los personajes de sus cuentos y desaparecer durante un tiempo. Sus pensamientos encontraban más de un millar de formas de desaparecer de este mundo, aunque fuera  con predeterminación, sin llegar a completarlo. Lo único que la relajaba era leer. Nunca hubiera imaginado, que leer esta clase de libros, la tranquilizaría tanto.

Discutía con todo el mundo, poco a poco se fue alejando de todos. Hasta el punto que, estaba todo el día en pijama sin tener ganas de arreglarse, ni asease. Sus amistades cansándose de tener que estar siempre detrás de ella y escuchando la misma historia, terminaron por ir abandonándola  poco  a poco, hasta llegar a desaparecer de su círculo.

Se sentía sola, deprimida. Estaba convencida que nadie la comprendía, ni la entendía. No confiando en ningún ser humano y las ganas de vivir se le iban apagando poco a poco. Deseaba olvidarse de todo y de todos, no tener preocupaciones, ni deberes hacia nadie. Solo le apetecía tumbarse en la cama, desconectar entre las líneas  de los libros y no levantarse nunca.

                                                 


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