AINHOA (Desatando el nudo 1-2)

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Un día paseaba por un parque en el centro de la ciudad, encontrando el libro, encima de un banco, sin que hubiera ninguna persona cerca. Sabía que por aquella zona, se tenía costumbre de dejar los libros acabados de leer cerca y a la vista de las personas para que lo cogieran y así se reciclaban y no desecharlos, romperlos o tirarlos. Era una forma de volver a ser útiles y sobre todo, gratuitos. Ainhoa volvió a centrarse en su lectura, haciendo oídos sordos a la llamada de su madre.

Flud decidió tirarse al rio, aunque era profundo. Conforme se iba acercando, noto que a él, sí le permitía traspasar la pared de energía trasparente, opaca a los ojos de cualquier vista. Vio una puerta, se abrió, entrando dentro y noto que alguien estaba sentado en un asiento, con el conocimiento perdido.

Vio que era una joven. Tenía una trenza de espiga larga, de color castaño y se notaba que su pelo era rizado. Vestía un mono de peto verde agua, con un jerséis verde claro. Tenía gafas y la trenza estaba sujetada, con un coletero blando.

En ese momento Ainhoa no podía dar crédito a lo que estaba leyendo y viendo, en  los dibujos que estaban unidos al texto del libro. Siguió perpleja en la historia que estaba leyendo. Flud empezó a  moverla,  tabaleando  a la persona que se encontraba sentada. De un lado a otro, hasta que de pronto empezó a abrir los ojos, en el mismo instante, que el libro se tragaba a la lectora, convirtiéndose en la protagonista de la narración.

En el momento de despertarse la joven, la energía que rodeaba aquella cosa misteriosa, como el mismo objeto, empezaba a desaparecer, como si se fusionara con el rio y los elementos que lo rodeaban, como las piedras, las corrientes, las plantas  o incluso los peces.

Todo empezó a formar parte de ella. Se notaba la sincronización en conjunto con los movimientos de la persona, alejándose del misterioso elemento, en el que apareció, uniéndose a todo lo que tenía vida alrededor de ella y Flud.

Ainhoa percibió que, el estar dentro del agua, no le impedía respirar, ni ver con claridad, sin que su vista se nublara o le picaran los ojos. Su cuerpo empezó a subir hacia la superficie sin necesidad de necesitar aire mientras hacia el ascenso. Se notaba rara, ya no tenía tristeza, ni pena. Conforme iba subiendo los peces la miraban y Ainhoa los entendían sin necesidad de producir ningún sonido.

Al salir a la superficie, se dio cuenta que había una  persona de pie esperando fuera del agua. La silueta era de una mujer, de melena y pelo canoso, de unos 80 años. Mientras se iba acercando a la superficie, notaba que se parecía a alguien conocido, pero todavía no podía decirlo con exactitud. Pues se encontraba de espaldas, hablando con alguien que tampoco se distinguía muy bien, pues la señora tapaba toda visión posible con su cuerpo.

Una vez ya fuera del agua, mientras se acercaba a la persona que tenía delante, esta empezó a darse la vuelta y caminar hacia Ainhoa,  no podía dar crédito lo que estaba viviendo en ese momento tan triste de su vida. Su cuerpo, sus adentros dio un vuelco sintiéndose feliz por primera vez en mucho tiempo.

Su mente se sentía confusa, su corazón bombeaba a una velocidad sin precedentes, al mismo tiempo que lloraba, echando a correr a los brazos de esa persona, que sin saber, ni encontrar respuesta ninguna, era su abuela muerta, hacia unos meses atrás.

Su abuela la abrazo, besándola en la mente, al mismo tiempo que le decía;

--Mi niña no está bien lo que has hecho. No llores ahora estás conmigo ven sécate las lagrimas, vamos a dar un paseo por el bosque. (Mientras le echaba el brazo por la cintura).

Conforme iban paseando los arboles cantaban, los pajarillos bailaban y las hojas caídas en el suelo se movían al son del viento que las apartaba del paso, dejándoles el camino libre como si fuera una alfombra bajo sus pies.

A lo lejos se divisaba una manada de caballos, donde se veía perfectamente que el animal dominante era un Unicornio blanco, esbelto con aires de majestuosidad. Sé notaba perfectamente que era el que dirigía la manada. Junto a  este bello animal de la mitología griega, se encontraba un potrillo negro con bastante pelo. Notándose que de adulto, sería como su padre, un Unicornio.

 

 

                                             


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