EL CLUB DE LOS HOMBRES 2

Por
Enviado el , clasificado en Cuentos
229 visitas

Marcar como relato favorito

Como es de suponer aquel hallazgo la alteró en grado sumo. Su marido le era infiel y ella sin enterarse."¡Que canalla!" - pensó.

De modo que cuando Fernando, el cardiólogo, entró en su casa advirtió en el acto una expresión ceñuda en su cónyuge.

- He visto ésto- le dijo Aurora mostrándole la agenda.

- Vaya. Creí que la había perdido- repuso él aparentando naturalidad, pero con un temblor de piernas.

- ¡Ja! Tiene gracia. Aquí el único que se pierde eres tú - expresó la mujer con un amargo sarcasmo.

- Ah. Ya has visto estos números de teléfono- dijo Fernando con la boca seca al percatarse de que Aurora había descubierto su secreto.

-¡Sí! Y no son precisamente de pacientes tuyas ¿eh?

- No. No lo son. Pero tampoco debes de temer nada por eso.

- ¿Ah no? ¡Tú sabrás!

- No porque yo sólo te quiero ti. Para mi tú eres la única mujer de mi vida y nadie más. Te lo juro.

- ¡¿Si?! ¡¿Y estas otras qué? ¿Qué significan  estas tías para ti?! - le gritó ella en un tono desafiante.

- Pues nada. Absolutamente nada. Para mi no son más que mujeres anónimas sin ninguna importancia.

Se hizo un tenso silencio entre los dos que se podía cortar con una hoja de afeitar, y posteriormente Fernando prosiguió.

- Pero reconoce Aurora que desde que hemos sufrido la desgracia de tener a nuestro nieto con el síndrome de Dowm ha sido como si te hubiesen echado un cubo de agua helada encima y te has distanciado de mi. No consientes que te toque ni un pelo, y yo  me he visto abandonado a mi suerte. Por lo tanto yo necesito desahogar mi sexualidad como sea.

- Ay sí. Pobrecito niño mío - se lamentó Aurora-. Pero tienes razón. Desde que al pequeño se le disgnosticó este defecto, yo ya no vuelto a ser la misma que antes, y no tengo humor para nada. Lo siento por ti pero así es. Yo esperaba con mucha ilusión la llegada de nuestro nieto, pero  ahora todo se me ha venido abajo.

- Te comprendo perfectamente y no te reprocho nada. Sólo quiero que sepas que cuando lo desees aquí me tienes. Siempre te estaré esperando - repuso Fernando con toda la sinceridad de la que era capaz y abrazando con ternura a su mujer.

Al cabo de dos días Amadeo volvió al Club y en el recinto donde estaba aquella especial piscina descubierta vio al mismo grupo de socios de la otra vez comentando un artículo que había publicado un periódico de una famosa escritora feminista, la cual al enterarse de la negativa general que había salido en unas Elecciones del Club para que se admitiera a las mujeres, con el propósito de recaudar fondos para los proyectos de dicho lugar, ella había escrito que aquella institución estaba desfasada y la comparó con el "cementerio de los elefantes"

Seguidamente otro miembro del grupo de robusta constitución llamado Ramon Ramoneda que era muy apreciado por su retórica y su claro sentido de la lógica, y que por lo tanto con sus juicios de valor se había convertido en el portavoz del pensamiento de muchos contertulios que carecían de la suficiente habilidad para saberse expresar, salió al paso dando su opinión.

- Sí. Yo también he leído el malicioso artículo de esta señora - dijo Ramon Ramoneda con un énfasis grandilocuente-. Pero reparad en una cosa. Esta escritora nos critica a nosotros de mala manera porque queremos estar aquí sin mujeres. En cambio ellas cuando los matrimonios salimos por ahí y ellas forman un corro aparte para hablar de sus cosas porque en realidad los dos sexos no somos nada iguales, nos excluyen totalmente a nosotros, los hombres, de la conversación y nos hacen callar. Nuestras señoras llevan la voz cantante en todo momento. Entonces, ¿por qué algunas de ellas protestan de que nosotros tengamos nuestro espacio sin su compañía? Yo os lo diré. Porque en el fondo las féminas no soportan que nosotros tengamos nuestra independencia. Es como si nos quisieran controlar, en función de nuestra dependencia sexual con ellas.

-¡Sí señor! Muy bien dicho Ramon. Nosotros somos unos calzonazos - exclamó otro bañista.

Al joven Amadeo le hizo gracia la perorata de aquel "Cicerone" del Club de Natación. Y después de haberse dado un buen baño en la piscina se fijó en un hombre de edad avanzada que jugaba al frontón con una asombrosa  agildad y cuando éste hubo terminado se tumbó al lado del nuevo socio.

- Juega usted muy bien. Se nota que está en forma - le dijo Amadeo con una sonrisa.

-Gracias, chico. Me llamo Miguel. Y aprendí a jugar al frontón hace ya algunos años en Norteamérica- contó Miguel.

- ¿Ah si?

- Sí. Estuve en los Ángeles y trabajando en Hollywood haciendo de extra en películas del Viejo Oeste. Y llegué a conocer personalmente al actor Robert Mithum que era un chulo de cuidado y quería que la pobre Marilyn Monroe con la que trabajó en una película le hiciese una felación; al guaperas Rock Hudson que era un homosexual muy pasional; al prepotente cantante Frank Sinatra que estaba protegido por la Mafia; conocí también a la actriz Kim Novak que era guapísima. Y también me presentaron a Grace Kelly que tenía mucha clase; aunque le gustaba empinar el codo. Pero en América se vive para trabajar. Y por otra parte quien comete un delito allí se paga. No es como aquí que todo es un cachondeo.

- Supongo que también usted habrá salido con mujeres fascinantes - apostilló Amadeo.

- ¡Claro que sí! Y me querian mucho - respondió Miguel. Y en un momento dado le mostró a su interlocutor unas viejas fotos en las que él estaba más joven con un cuerpo atlético junto a un descapotable en compañía de unas hermosas y risueñas damas.

Entonces Amadeo tuvo una desagradable impresión dado que había una abismal diferencia entre el anciano Miguel y el sujeto pletórico de felicidad de dichas fotos. Aquello le puso en evidencia la futilidad de la vida, la cual discurre inexorablemente como la corriente de un río para desembocar en un mar desconocido ajena a cualquier anhelo humano.

- Fui muy feliz en aquellos años - confió Miguel-. Luego reresé a España. Me casé, tuve hijos, enviudé; y después de lo mucho que he hecho por mis chicos. ahora ellos no quieren saber nada de mi, y vivo solo en mi casa.

                                                               CONTINÚA


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed