El Reloj (capítulo 2 y fin)

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Mientras tanto, en el reloj, sus compañeros, preocupados por el accidente que había sufrido Jacky, no sabían que hacer, ya que era la primera vez que ocurría una desgracia de este tipo. Green, el "mecánico" se afanaba en reparar el soporte de ruedas donde se subía Jacky para salir a dar las campanadas: colocó la rueda en su eje y la aseguró para que este percance no volviera a ocurrir y Luca, el fortachón, se aburría al no tener que realizar la tarea de dar cuerda al mecanismo del reloj. La única que tenia una distracción era Mimí, quien se ocupaba en poner un poco de orden en la estancia, ayudada, eso sí, por Luca y Green.

Los tres compañeros estaban ansiosos por saber si podrían reparar la pierna de Jacky y si éste volvería pronto con ellos.

El hombre del sombrero salió del taller de Hans y deambuló por las calles hasta llegar a la plaza, donde se detuvo y se quedó mirando hacia la torre del Ayuntamiento, como esperando que el reloj diera las campanadas. Al cabo de un rato, cabizbajo, se dio media vuelta y se fue, despacio, mezclándose con la muchedumbre. 

En el taller de Hans, la reparación de la pierna de Jacky iba a buen ritmo. Hans había conseguido tallar una pierna nueva, ya que la accidentada estaba completamente destrozada. Ahora tenía que perfeccionar los detalles y pulir la madera para, después, pintarla con los colores originales y montarla en su sitio para que no se notara nada de lo ocurrido.

La linda muñeca rubia, ya reparada, observaba con interés el proceso de la reparación de la pierna sin quitar los ojos de Jacky. En cierto momento sus miradas se cruzaron; ambos notaron una extraña sensación. Si no fueran de madera, se diría que se habían ruborizado... Pero eso no era posible. ¿Entonces qué era? Pero Jacky echaba de menos a Mimí, su compañera. ¡Estaba deseando reunirse con ella!

Hacía ya 5 días que Jacky había ingresado en el taller de Hans, durante los cuales, las furtivas miradas que se lanzaban Jacky y la linda muñeca rubia eran muy frecuentes. Un día se abrió la puerta del taller y apareció un hombre gordinflón, con unos enormes bigotes y unos anteojos en su nariz. Hans le saludó y le dijo que su muñeca ya estaba reparada y lista. El hombre asintió, pagó a Hans y éste cogió la muñeca, la envolvió en un papel y se la entregó al hombre, quien, con un gruñido de satisfacción, dio media vuelta y se fue.

Todo esto ocurría bajo la entristecida mirada de Jacky. Si éste no hubiera sido de madera, de sus ojos habría caído alguna lagrimita...

Al día siguiente, el hombre del sombrero vino para llevarse a Jacky, con su magnífica pierna nueva. Hans le mostró que la pierna funcionaba perfectamente y que tenía un aspecto flamante, ¡estaba como nueva!

El hombre del sombrero pagó a Hans lo acordado, metió a Jacky en un cesto que había traído y salió a toda prisa para el Ayuntamiento. Penetró en la torre del reloj y subió a toda prisa hasta el último piso, impaciente por montar a Jacky en su plataforma y cerciorarse de que todo funcionaba de nuevo a la perfección, cosa que hizo ayudado por Green, bajo la atenta mirada de sus otros dos compañeros.

Luca había dado cuerda al mecanismo y Mimí había limpiado los engranajes para que todo estuviera perfecto para recibir a Jacky. El hombre del sombrero hizo funcionar el mecanismo, comprobó la hora con su reloj de bolsillo, puso unas gotas de aceite en algunos engranajes y, satisfecho, dio media vuelta y salió del cuarto, cerrando la puerta tras de sí. 

Era Nochebuena. Faltaban 3 minutos para las 8 de la tarde y el mercado navideño estaba en pleno apogeo. La gente se afanaba para hacer las últimas compras cuando, de repente, se dejó oír la sintonía del reloj, anunciando las campanadas de las horas. A las 8 en punto, Jacky apareció por la pequeña puerta del reloj y, como hacía desde hace muchos años, marcó la hora golpeando la campana con su pequeño mazo.

Se hizo el silencio en la plaza, la gente interrumpió sus compras e, incrédula, levantó los ojos hacia el reloj. Pasada la primera sorpresa, todos comenzaron a vitorear a Jacky para darle la bienvenida y muchos manifestaron su alegría cantando y bailando.

Tras la última campanada, Jacky dio media vuelta y desapareció por la pequeña puerta, reuniéndose con sus compañeros que, contentos por el retorno de éste, bailaron a su alrededor llenos de alegría. Habrían podido cantar pero, como ya he explicado, ¡eran de madera...!

Mimí, se acercó a Jacky y, cogiéndole las manos, le dio un tierno beso en la mejilla que hizo que Jacky, aunque era de madera, se ruborizara: sus mejillas tomaron un bonito color sonrosado, cosa que no suele ocurrirle a la madera de pino...

Cogidos de la mano, se sentaron juntos a esperar que fueran las 9. El trabajo es el trabajo... 

Fuera empezó a nevar; la gente se iba retirando poco a poco para preparar la Nochebuena. 

                                         F i n


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