Mi verdadera vocación la autosatisfacción

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MI VERDADERA VOCACIÓN, LA AUTOSATISFACCIÓN

Capítulo primero:

Siempre me he inclinado por los “juguetitos ardientes”, así le llamo de cariño a cualquier tipo de artefacto que pueda provocar placer en mi curioso y sabroso cuerpecito; desde que tengo memoria, en diferentes ocasiones me han sucedido cosas, a veces curiosas, otras excitantes y morbosas y una que otra fatalmente bochornosa, pero todas, puedo decirlo, han forjado mi mente en relación a estos juguetitos.

Una ocasión estando en la prepa, nos liberaron del colegio un par de horas antes, por lo que me dirigí a casa con esas ganas propias de la edad, de llegar y acariciar mi vulvita disfrutando de “un buen orgasmo”; al llegar, escuche que de la sala provenían unos murmullos como jadeos y palabras entrecortadas, extrañada pues la casa debía estar sola por la hora que era, ya que mis padres llegaban de trabajar siempre después de las seis de la tarde, con mucho cuidado cerré la puerta tras de mí y me dispuse a indagar que sucedía, conforme iba avanzando, escuchaba cada vez con más claridad, unos delicados gemidos y chasquidos muy raros, al acercarme sigilosamente a la sala, pude ver con asombro a mi madre en una posición muy sensual, desnuda, apenas con tan solo un par de zapatillas que hacían que sus piernas al aire lucieran más largas y torneadas de lo que eran y así, postrada en el sofá, sosteniendo con una mano su cel., leía el contenido de la pantalla, emulando la situación de la lectura como si de ella se tratara, mientras que con la otra sujetaba un pene de silicón, tan real, que parecía que tenía vida propia, sobre todo por la forma en que lo manipulaba, digna de una profesional en el arte del autoerotismo; al ver como lo hundía hasta el fondo de su vagina perdiéndose completamente en su desparpajado vello púbico y escuchar sus gemidos deliciosos como si le faltase el aire mientras lo expulsaba lentamente tratando de recuperar con un suspiro la vida que se le iba; lejos de espantarme o preocuparme por que me viera, no pude menos que acomodarme tras una columna e inmediatamente liberé con una mano una de mis nacientes tetas y con la otra, hice a un lado mis braguitas, disponiéndome a darle placer a mi apenas perceptible clítoris, que en ese tiempo no sabía siquiera porqué me hacía sentir tan rico friccionarlo.

Retomando lo que en un inicio tenía pensado, solo que ahora totalmente excitada por tan candente escena, jalaba hacia los lados mis escasos rizos para tener el dominio total de mi sensible botoncito, gozando el placer que esto me causaba y haciendo un esfuerzo sobrehumano por guardar silencio pues, aunque mi madre emitía deliciosos gemidos, no había más ruido, ya que lo que la tenía en ese estado de excitación era la lectura de ese candente relato.

Mmm, asii… si, aggh, que deliciosa verga, ahhhg.

Se contorsionaba de tal forma que yo misma no podía dejar de ver el arte con que se masturbaba, mmm era una experta.

Al sentir que estaba por alcanzar el clímax, dejó el celular a un lado y liberando el dildo de su ardiente vulva, lo adhirió al piso y flexionándose después para alcanzarlo, lo comenzó a pasar por sus nalgas como buscando acomodarlo en un lugar específico, al sentir la cabeza lubricada por su rica vulva en la entrada de su pequeño orificio anal, fue descendiendo sus caderas lentamente, emitiendo sonidos de dolor y placer, dibujando en su rostro un gesto salvaje que denotaba su satisfacción por el sexo anal, cuando hubo devorado completamente aquel placentero dildo, en cuclillas como estaba, comenzó un erótico sube y baja, al tiempo que echaba su cuerpo hacia atrás descansándolo en el sofá, estimulando con sus dedos la febril vulva que derramaba lubricante en forma de cristalinos hilillos que en cuestión de segundos se convirtieron en un torrente que le hizo poner los ojos en blanco cual si estuviera en una especie de trance, mientras con la mano que tenía libre, jugaba sus tetas y daba pequeños pellizcos a sus erguidos pezones.

Al ver la maestría con que alcanzaba el orgasmo, quedé en shock, pues ni en mis más locas sesiones de erotismo había imaginado siquiera en llevar mi cuerpo a tal nivel de excitación y mucho menos pensar en eyacular de esa forma tan explosiva.

El ver a mi madre en un ritual de tal magnitud, me provocó un intenso calor que nacía en mi inexperta vulva para recorrer cual centella todo mi cuerpo, haciendo que inevitablemente exhalara un sonoro y prolongado aahhhgggg, que inmediatamente sacó a mi madre de su trance, abriendo los ojos impactada y volteando la mirada hacia dónde provenía el placentero quejido; al saberse sorprendida, solo atinó a jalar una frazada que tenía a la mano cubriéndose avergonzada; y así sentada como estaba, con la rica verga artificial metida hasta el fondo en su dilatado ano, solo atinó a preguntar que sucedía.

Ppor dios, que haces aquí?

Upss, aquí vivo mami.

Quiero decir, porque no avisaste que habías llegado.

Más bien, la pregunta es, que haces a esta hora en casa, bueno lo que haces es muy obvio, ¿pero tú no deberías estar trabajando?

Cielos Claudia no pensé que estarías en casa a esta hora, podrías salir un momento?

¿Puedo decirte algo mami?

¿No puede esperar?

No creo, solo quiero decirte que no debes avergonzarte, que estoy muy gratamente sorprendida de ver que no soy rara y finalmente, que me encantaría saber cómo le haces para lograr introducir algo tan grande en tu colita y más aún, como es que lo consientes en este momento hasta el fondo de ti.

Claudia, pero que cosas dices, sal de aquí de inmediato.

Dibujando un gesto de picardía, me dispuse a salir dejando a mi madre en su intento por liberarse de ese dildo, haciendo esfuerzos sobrehumanos por no emitir algún quejido de placer al sacarlo.

Antes de abandonar la sala, volteé al sofá y vi el teléfono aún en la lectura erótica que había puesto tan ardiente a mi madre, diciéndole que esa página era de mis favoritas.

Mi madre al escuchar esto, sonrió con fastidio.

Aguarda Clau no te vayas, solo no mires.

No entendía su orden, por lo que me gire quedando de espalda a ella, mientras poco a poco se fue enderezando con el dildo bien adherido al piso, haciendo inevitable escuchar un ¡blop! Y un ouuhhhh prolongado cuando terminó de salir el tremendo dildo que había devorado minutos antes su experimentado culito; y así, ruborizada por la excitación, solo atinó a decir con un tono apenas perceptible “por dios que delicia”; una vez liberada y para no abochornarla más, le alcancé una bata para que se cubriera.

Mami estas demasiado salpicada, creo te vendría bien una ducha tibia.

Claudia, por dios.

Está bien, está bien, no he dicho nada.

Dame acá esa bata.

Enfundándose en ella y dirigiéndose a la regadera, todavía le increpé

Mami, olvidas tu verga.

Ya Claudia no abuses.

Perdón, pero confieso que es delicioso masturbarse, y verte me excito tanto, que ya quisiera poder disfrutar una verga real mami... continuará.


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