La chica de la terraza

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          Unos farolillos de papel especial colgaban sobre mesas y sillas iluminando la noche con colores cálidos. Unos metros abajo, el mar, iluminado por media luna y unas cuantas estrellas que parecían estar, si cabe, aun más lejos de lo que estaban. La brisa, que acariciaba sin pudor los brazos desnudos de los invitados, olía a sal y arena. El sonido de las olas se perdía entre variopintas conversaciones.

           En una mesa, una joven con un traje rojo reía animada por el alcohol de la tercera copa de vino y los chistes malos de dos amigos de universidad. En otra, tres personas escuchaban con fingido interés, las anecdotas de una mujer de palabra fácil. 

      Juan, sentado en una tercera mesa, compartía velada con un tipo callado que no paraba de mirar su móvil y un erudito que no paraba de hablar sobre fútbol. Juan asentía de vez en cuando, mientras observaba el panorama buscando una excusa verosimil para huir de la verborrea.

Suspiró.

"Quizás es hora de irse" pensó mirando el vaso vacío en el que habían logrado sobrevivir al deshielo un par de cubitos.

Por casualidad levantó la mirada y la vió.

Estaba sentada, sola, en una mesa cercana al mar. Tomando una botella de cocacola de venticinco centilitros. 

       La ropa sencilla, pantalones vaqueros cortos, camiseta vintage conmemorativa de las olimpiadas de Barcelona y pelo corto. Parecía pensativa.

Juan la observó durante unos minutos y finalmente se decidió.

- Perdona, voy a saludar a alguién. - dijo interrumpiendo a su interlocutor mientras se levantaba del sitio para dirigirse a dónde estaba la chica que había atraido su atención.

- De quién habla, susurró a su compañero el erudito mirando como Juan se dirigía al mirador.

El tipo callado no respondió y se limitó a encogerse de hombros. 

Al llegar a la mesa, Juan tomó la palabra.

- ¿Perdona eres de por aquí?

La chica salió de su trance, miró a su interlocutor y sonrió.

- Me llamo Laura... ¿y tú eres?

- Juan. -

- Juan, ya veo... ¿qué te trae por aquí?

- Nada, es que en mi mesa, ese hombre que ves no para de hablar y de hablar de fútbol, dijo que había visto ganar a España el mundial in situ.

- El mundial... ya veo, un tipo con imaginación. - respondió ella con otra sonrisa y le invitó a sentarse.

          Hablaron durante un buen rato. La voz de Laura, de por sí bonita, se veía acompañada de una dicción exquisita. Las palabras fluían y se engarzaban unas con otras de manera natural dotando de vida a los nombres anónimos que se sucedían como protagonistas de recuerdos y vivencias. 

- Eres callado. - comentó después de un rato.

- Qué va, lo que ocurre es que te expresas tan bien y es tan agradable escucharte que se me antoja pecado interrumpirte.

- Veo que a ti también te gusta jugar con las palabras.

       Animado por los comentarios de la chica, Juan más que contar confesó sus vivencias y sentimientos al amparo de la confianza y familiaridad que emanaba la persona que tenía en frente.

- El mar es hermoso. - dijo Laura con un brillo especial en su mirada.

"Y tú más." Pensó el hombre que la acompañaba sin atreverse a verbalizarlo.

- Damos una vuelta. - es todo lo que se atrevió a sugerir.

      La mujer asintió y ambos abandonaron la terraza en dirección a la playa cercana. Durante el trayecto ella le contó que le gustaba la ciencia, pero que le gustaría escribir un libro sobre viajes. Le habló de seguir mapas e ir a la aventura.

     Junto al mar, la brisa era más fuerte y las olas parecían crecer en tamaño desaconsejando un baño romántico. 

- Hoy no está el mar para baños. - dijo ella leyendo el pensamiento de su compañero.

- De todas maneras no hemos traido bañador. - agregó Juan con toda la intención.

- Bueno, ese no sería un problema... pero el estado del mar definitivamente lo es. -

      Guardaron silencio durante unos minutos. El agua embravecida, el viento y el olor envolvían los pensamientos de Laura y Juan.

El móvil de Juan sonó.

- Disculpa tengo que cogerlo.- 

- ¿Coger el qué?... ah, ya veo, es una de tus bromas - dijo ella. 

        Juan no comprendió muy bien y se alejó unos pasos dando la espalda a Laura. La llamada duró apenas un minuto. Un amigo suyo quería saber dónde estaba y de paso recordarle que no había pagado su consumición. Juan le tranquilizó y le prometió que ya le invitaría la próxima vez.

- Era mi amigo que... - empezó a decir girándose y de repente paró.

La playa estaba vacía.

        Por un instante entró en pánico. Quizás la chica se había adentrado en el mar. Luego, pasado el susto,  pensó que simplemente le había dejado.

     Al día siguiente habló con el personal de la terraza dónde habían estado y con sus compañeros. Pero nadie parecía recordar a Laura.

"Claro, estaban borrachos" se dijo

         Durante dos meses, el trabajo y la rutina le hicieron olvidarse de todo hasta que un día, paseando por las calles de una ciudad pequeña, se paró frente al escaparate de una librería. En principio no había nada que le interesase, pero tenía tiempo libre y decidió entrar.

La encontró.

No a ella si no a un libro de viajes escrito por Laura García.

Sin pensárselo compró el ejemplar.

        Aquella noche llovía y las gotas de agua se deslizaban por los cristales de la ventana. Bajo la luz de una lámpara de noche Juan comenzó a leer. 

        En la página noventa y dos la historia se hizo familiar, eran el mar, ella y él. La protagonista, Laura, describía el paisaje de manera magistral, como si prosa y poema se hubiesen fusionado en harmonía. Emocionado, vio como podía leer los pensamientos de la autora. Le había querido besar pero, pero él había desaparecido. 

       Juan dejó de leer confuso. Aquello no era posible, era ella la que se había ido sin avisar dejándolo en la playa. 

      Buscó la última hoja del libro, quizás encontrase allí una nota biográfica que le permitiese encontrarla.

      Encontró la nota, acompañada de una foto. Solo que la mujer de la foto no podía ser ella. La mujer de la foto tenía sus mismos ojos y su misma sonrisa solo que... solo que era mayor, como treinta años mayor que Laura.

   Leyó la reseña, concordaba con lo que ella le había contado solo que...

"El mundial, ya veo... un tipo con imaginación." Las palabras vinieron a su mente, las palabras acompañadas por la sorpresa y la incredulidad, las palabras de esa mujer que llevaba una camiseta de Barcelona 1992 nueva y no tenía móvil... esa chica a la que nadie, salvo él, había visto.

Juan pensó durante un rato muy largo en aquella noche perfecta e imposible a la que solo le había faltado el beso. Tomo lápiz y papel y comenzó a escribir un relato, quizás con beso... bueno, ya vería.


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