Con el repartidor de pizzas

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Un viernes por la noche, sola en mi casa y sin nada que hacer, decidí abrir una botella de vino y ver pornografía. Entre los videos que vi encontré una categoría que me cautivó, eran clips de chicas que piden pizza, esperan al repartidor desnudas y graban su reacción, me excitaba ver sus rostros de sorpresa y algunos que teniendo suerte no sólo veían, también hacían.

En un momento de la noche decidí intentar lo mismo, llamé a la primera pizzería que encontré en mis contactos, hice mi pedido y en menos de 30 minutos, alguien tocó mi puerta, desde afuera dijo mi nombre seguido de "vengo a entregar su pizza".

Supongo que eran los efectos del vino, pero estaba muy distraída, no había pensado que decir ni que hacer. Estaba nerviosa, se suponía que iba a grabar su reacción, pero mi teléfono estaba casi sin batería, también debía usar algo sexy como un babydoll o una bata transparente, pero fui a abrir la puerta como estaba vestida, sólo cargaba un top rosa y pantys blancas.

Al abrir quedé en silencio por unos segundos, era un hombre fuerte, alto, moreno, uff con una sonrisa. Él me miró de arriba a abajo y dijo "aquí está su orden señorita". Reaccioné y lo invité a pasar, no podía dejar que mis vecinos me vieran así. Le di la espalda para buscar dinero en mi bolso, pero podía sentir cómo chequeaba mi cuerpo, que caliente me puse, creo que el alcohol estaba haciendo su trabajo porque tuve el valor para quitarme la blusa, mostrarle mis tetas y decirle "tengo toda la noche viendo porno y necesito urgentemente chupar una verga".

"Esta es mi última entrega de la noche, puedo quedarme un rato" dijo mientras sacaba un pene monstruoso de sus pantalones. Estaba medio erecto, se veía gigante en mis pequeñas manos, lo masturbé hasta que se puso duro, abrí mi boca lo más que pude y lo metí hasta mi garganta, increíble pero sólo la mitad de esa verga cabía en mi boca.

Se la chupé de manera desesperada, estaba hambrienta, lo miraba a los ojos para asegurarme que lo estuviera disfrutando, que hombre de chocolate tan delicioso, su pene además de largo era grueso, con las venas marcadas. Lo besé, lo escupí, usé todas mis habilidades para que disfrutara esa mamada.

La temperatura iba en aumento, de repente se quitó su camisa del uniforme y terminó de retirar de sus pantalones, le había dicho que quería chupársela, pero al parecer eso no era lo único que estaba por pasar. Ambos estábamos totalmente desnudos, me tomó por la cara, detuvo la mamada para acerca su cara a la mía y besarme con mucha pasión. El deslizaba sus dedos en mi vagina mientras besaba mi cuello y yo masturbaba su miembro con suavidad.

Sentados en el sofá, él me acogió entre sus musculosos brazos, me recostó, abrió mis piernas y lamió la humedad que goteaba de mi vagina. Vigorosamente usó su lengua sobre mi clítoris y sus gruesos dedos exploraban dentro de mi ser. Nunca había estado tan excitada en mi vida, mis gemidos eran acompañados por risas, lo estaba disfrutando como nunca. Él me miró y ambos sonreímos, venía la mejor parte.

Usando nuevamente su fuerza, me tomó por la cintura y me volteó como una muñeca de trapo, me puso en cuatro y comenzó a penetrarme. Fue muy gentil, primero metió la punta, la sacaba y rozaba, yo gemía anticipando lo que estaba por suceder. Poco a poco la fue metiendo, con movimientos suaves generosos hasta que estuvo por completo dentro de mí.

Pensé que me iba a doler, pero fue solo placer, las paredes internas de mi apretada vagina recibieron con gusto el grosor de ese invasor. Los movimientos lentos fueron acelerando, podía sentir sus testículos rebotar, los gemidos se intensificaron, bajó nuevamente la velocidad y me preguntó "¿Estás bien?", que lindo, se preocupó por mí, pero por supuesto que estaba bien, le respondí "me encanta como me coges, no te atrevas a detenerte", llegué un par de veces mientras él me daba sin parar.

Nos tiramos al piso y ahí tomé el control. Me subí en su gigante pija y comencé a moverme. Mis jugos fluían, mojando hasta sus piernas. Su pene se deslizaba con naturalidad dentro de mí, mientras me movía de arriba a abajo, parecía que mi vagina estaba hecha a su medida. Enloquecí y brinqué lo más rápido y fuerte que pude, quería hacerlo acabar de manera inolvidable.

En un momento me empujó, quedé de rodillas en el piso, él se puso de pié, yo estaba exhausta, sólo podía mirarlo como se masturbaba con fuerza y restregaba su enorme miembro por toda mi cara. Su respiración se aceleró, sus gemidos se volvieron gruñidos y acabó, descarga tras descarga, su semen cayó en mi rostro y chorreaba hacia mi cuello, mi pecho y mi abdomen.

Me quedé ahí en el piso mientras él se vestía. Cruzamos miradas y sonreímos. Él sólo dijo "Hoy fue mi mejor noche como repartidor" y cerró la puerta al salir. Yo no podía creer la locura que acababa de hacer, cubierta en semen me puse de pie y noté que en la mesa seguía la pizza que nunca pagué, supongo que yo fui la que tuvo suerte, pizza gratis y una cogida que recordaré por el resto de mi vida.


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