Una historia cualquiera

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El día  amanece lleno de luz, el cielo azul, deja verse desde la cama de Jesús y Lucía, pero hoy en ella, solo está Lucía. Esa cama que vio crecer un amor, que vio disfrutar piel con piel a una pareja de jóvenes, ahora 28 años después, está vacía de amor. Jesús y Lucía tienen una crisis matrimonial y Lucía se ha ido sola a la casa del pueblo a aclarar sus ideas.

Desde la cama, escucha a los pájaros y el ruido del aire golpea la ventana. Ha dormido el doble de lo que duerme habitualmente y aún tiene sueño, le pesas las piernas, los brazos y lo que más, la cabeza, llena de reproches y malos rollos. 

Se levanta y decide prepararse un café bien cargado, en una cafetera italiana que su marido la regaló hace 10 años y que presenció como ambos hacían el amor en la mesa de la cocina, mientras el olor a café era cada vez más intenso.

Lucía recorre la casa como una sonámbula, y cualquier esquina hace que piense en él, cualquier rincón de la casa la excita, al recordar sus gemidos de placer años atrás y sus risas mientras se comían a besos.

El café ya está listo, y ella está empezando a pensar que no ha sido una buena idea ir a esa casa.

Se sienta en la terraza, café en mano y se pregunta a sí misma por qué está allí y que ha pasado entre los dos.

Escucha un golpe en la habitación, y desganada va a ver que ha ocurrido. 

Una caja de zapatos vieja ha caído de la estantería, se agacha y comienza a recoger fotos del suelo. Son fotos de hace años, cuando ella y Jesús eran novios, jóvenes, pasionales, felices... Lucía las mira una a una, no puede levantarse del suelo ni dejar de mirar esas fotos, las lágrimas afloran en sus ojos y llora mientras su mente se aclara, mientras se da cuenta de como el día a día puede minar una relación de pareja donde existe el amor.

Entonces lo ve claro, enciende su móvil. Los washapp aparecen en la pantalla después de un día sin prestarlos atención. Uno de ellos es de Jesús, su corazón se acelera, lo abre nerviosa y lo lee mientras llora. Su marido le explica que se ha dado cuenta de que la quiere y la echa de menos. Necesita estar con ella y empezar de nuevo, una vez más... Lucía llora, coge las llaves y cierra su casa, conduce hasta la ciudad impaciente, como una adolescente  y cuando llega a casa abraza a su marido y se besan apasionadamente. Esa tarde hicieron el amor, sin prisa, recorriendo con caricias y besos cada poro de la piel y se dieron cuenta que merecía la pena seguir juntos. 


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