HISTORIAS DE NIÑO POBRE.

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Historias de pobreza de la posguerra
Al entrar en la aldea en que nací, hay una ermita dedicada al Cristo Salvador .
Ahora esta mas moderna que en la historia que voy a contar. 
Antes tenía un porche para resguardarse de la lluvia la gente, el día que se sacaba el Cristo a bendecir los campos de cereales, Una vez o dos al año.
Tenía una pared de piedra de un metro aproximado del suelo y después un tabique de adobes con paja menuda, En una parte del tabique un ventanuco sin cristales por el cual los que pedían algo al Cristo le tiraban unas perras al suelo para que le concediera su deseo.
Yo cada vez que pasaba por la ermita miraba las perras que había en el suelo y sentía una gran tentación de apoderarme de ellas.
El Cristo ni comía ni bebía y yo sin poder comprarme un simple caramelo. No comprendía en que las gastaría ese Cristo.
Difícil vencer las tentaciones y un día con gran esfuerzo conseguí meter la cabeza por el ventano y cayendo boca abajo entre en la ermita.
Recogí las perras del suelo ,las metí en el bolsillo atadas con un pañuelo y a salir por piernas, antes de que alguien descubriera el gran robo. "Unas tres pts.". El gran problema se presento al ser más bajo el suelo de la ermita y no poder meter la cabeza por el ventanuco de entrada.
Me empecé a poner nervioso sin saber que hacer. Mire al Cristo como pidiéndole ayuda para salir, el me miro con cara de pocos amigos y me pareció que sus manos se desclavaban de la cruz para darme unas tortas de castigo.
El miedo a no poder salir se apodero de mí. Me entraron ganas de mear y no sabía donde hacerlo, apunte a la pila del agua vendita y allí se quedó mi vendita meada.
El Ángel de la guarda vino en mi ayuda al pasar cerca un amigo y solicitar su ayuda para poder salir.
Con una piedra hizo el ventanuco más ancho al ser ser de barro el tabique y pude sacar la cabeza y los brazos y al fin con su ayuda pude salir.
Me pregunto ¿Por qué había entrado? Yo puse la escusa que a ver un nido de carbonera que criaba en la ermita, una escusa muy creíble ya que todos andábamos buscando nidos.
Guarde mi tesoro y de vez en cuando me compraba un caramelo sin que mis padres se enteraran de donde procedía el dinero.
Si se hubieran enterado es seguro que me hicieran devolverlas y además confesar el pecado. 
Estoy en deuda con el Cristo. Le tengo reservados unos caramelos para que perdone mi pecado. el cual todavía no he confesado.
Hasta la próxima amigos/as. Saludos.

 


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