El vecino de una amiga

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Tengo una amiga llamada Camila que tiene un gato llamado Cucho a quien suelo ir a cuidar cuando ella debe viajar fuera de la ciudad.

Los cuidados no son demasiados en realidad, solo debo ir una vez al día mientras ella no está para verificar que tenga agua, comida y limpiarle la bandeja de arena si es necesario.

Por asuntos familiares, durante unos días Camila había tenido que viajar con mayor frecuencia así que yo iba más seguido a su departamento y me empecé a encontrar con un atractivo vecino de ella llamado Miguel con quien entablé conversaciones cada vez que nos veíamos, digamos que tuvimos química, no solo porque es agradable sino que además es muy atractivo y era evidente que nos teníamos ganas.

En una de estas visitas ya le había dado de comer a Cucho, le serví agua, jugué un rato con él y luego me fui.

Una vez que el ascensor llegó al primer piso y se abren las puertas me encuentro con Miguel quien había bajado a buscar sushi que le había llegado.

Me mostró la bolsa de sushi y me comentó que era mucho para él solo, así que con esa excusa me invitó a su departamento para que lo acompañe a comer y tomar algo.

Como ese día mi marido Andrés iba a llegar tarde a casa y mi hijo estaba donde un amigo suyo, en realidad yo no tenía nada mejor que hacer así que acepté la invitación.

Ya en su departamento compartimos el sushi y tomamos algo mientras conversábamos de todo un poco, reímos y lo pasamos muy bien.

Entre risa y risa, sin tener claro aún el motivo, surgió el tema de la ropa interior, todavía no sé cómo ni porqué llegamos a ese tema, pero así fue.

Miguel me dijo que él podía adivinar de qué color era mi ropa interior, pero no acertó y se lo hice ver.

Según él, no me creía y me dijo que tenía que verla para confirmar que había fallado en su videncia.

Yo lo consideré un juego y como ya estábamos en confianza, me había dicho tantas veces lo bien que me veía, que tenía un bonito cuerpo y cosas así, me sentí con seguridad y le di el gusto, me saqué los jeans, la blusa y quedé en ropa interior, de todas formas en el fondo quería provocarlo.

Dijo que me veía muy bien, se acercó, colocó sus manos en mi espalda y sin darme cuenta me desabrochó los sostenes los que cayeron dejando mis pechos al descubierto.

Lo miré a los ojos, le sonreí y le pregunté si le gustaba lo que veía, ante eso Miguel me devolvió la sonrisa, asintió con la cabeza, se acercó y comenzó a besarme los pechos.

Eso me tenía muy excitada, así que me acerqué más a él y comencé a besarlo apasionadamente, quería sentir sus labios pegados a los míos, nuestras lenguas entrelazándose y sus manos acariciando mi piel lo cual puede sentir mientras el acariciaba mis nalgas por debajo de la ropa interior que aún me quedaba puesta.

De improviso me tomó en brazos y me llevó a su dormitorio.

Allí Miguel se desnudó por completo mientras yo veía su fibroso cuerpo así como su erecto miembro, algo que me excitó de sobremanera.

Nos estábamos besando mientras con mi mano le acariciaba el pene cuando de improviso me lanzó con fuerza a su cama y me hizo recostar boca abajo.

Estando en esa posición me bajó la ropa interior hasta quitarla, se subió sobre mi y sin previo aviso insertó su pene completamente en mi vagina.

Fue algo agresivo como entró de un solo golpe, pero a la vez me encantó así que comencé a moverme para sentirlo más profundo y el hizo lo propio con su miembro dentro mío.

Estuvo así entrando y saliendo de mi, mientras me presionaba los pechos, me acariciaba la vagina, yo volteaba mi cabeza para besarlo y él me correspondía con unos besos deliciosos.

Por mi parte me acercaba más y más a él cada vez que sentía su pene tocar mis paredes vaginales, estaba disfrutando mucho, no podía evitar gemir de tanto placer que me estaba dando.

El seguía penetrándome, manoseando mi cuerpo como quería, yo feliz me dejaba, hasta que justo antes de eyacular sacó su pene de mi vagina y vertió todo el semen sobre mis nalgas y mi espalda, una sensación muy agradable para mí tanto por la calidez de su semen sobre mi piel así como el alivio de que no haya terminado dentro mío considerando que no estaba usando anticonceptivos ni medida de prevención alguna.

Dejó su pene aún erecto entre mis nalgas mientras descansamos unos momentos, me di la vuelta, quedamos de frente y nos besamos mientras su pene, aún con algo de semen, se posaba sobre mis vellos púbicos y dejaba parte del semen allí.

Estábamos en eso cuando noté que a Miguel le volvía la erección, pero a la vez noté que ya era tarde, vi mi teléfono y tenía tres llamadas perdidas de mi marido quien para entonces ya debía haber ido a recoger a nuestro hijo y seguro ya estaban en casa.

Me vestí rápidamente, ni siquiera alcancé a limpiarme el semen que Miguel había dejado sobre mi cuerpo, no había tiempo, debía llamar a mi marido e inventarle alguna excusa creíble por llegar tan tarde a casa.

Desde entonces cada vez que he tenido que ir a atender a Cucho aprovecho de pasar a visitar a Miguel y dar rienda suelta al placer.

Honestamente nunca me ha molestado ir a ver a Cucho cuando me lo pide Camila, pero ahora me encanta ir, y nadie más que Miguel y yo sabemos el verdadero motivo por el cual voy sonriente y salgo de ese edificio con una sonrisa aún mayor.


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