TRAVESURAS INFANTILES.

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Los niños/as ahora tienen tantos juguetes que a veces no saben con cuál jugar. En mi niñez, sin juguetes, nos buscábamos los juegos más variados en la naturaleza. Esto es una pequeña muestra de un peligroso juego
En medio del pueblo había una poza o charca para que los animales bebieran más fácilmente, al estar a nivel del suelo. Eso también era aprovechado por los niños para hacer juegos, como tirar piedras sobre la superficie, ver quién llegaba más lejos con las piedras, cazar ranas, renacuajos, buscar lombrices para pescar peces en el río y otros variados juegos.
En el invierno eso se congelaba, a veces nos valía como pista de patinaje, o bien para romper el hielo y hacer juegos de Guerra Fría, otras para ver quién era el más temerario y cruzaba la poza sobre el hielo, más deprisa y era el ganador sin premio en juego.
Después de cruzarla de uno en uno, a un iluminado se le ocurrió que mejor echar una carrera sobre el hielo, corriendo todos juntos a la vez, y aquí ocurrió la tragedia. 
Al llegar más o menos a la mitad, el hielo empezó a crujir por el peso y los cuatro nos fuimos para el fondo. Menos mal que la profundidad era muy poca y allí nos quedamos tiritando de frío y llorando a lágrima viva.
Un espectador pidió auxilio y nos sacaron de aquel atolladero, llevándonos a casa para desnudarnos, echarnos un cubo de agua caliente por la cabeza y poner una buena lumbre para así poder calentarnos. Algunos, después de calentarse, su padre los volvió a recalentar para que no se olvidaran de aquella travesura, y solo se acercaran a la poza a dar de beber a los animales.
Siempre, al pasar por ese lugar, me recuerdo de  esos peligrosos juegos, a pesar de que todo está cambiado: ya no hay animales, charcas, ni muchachos para que se repitan esas aventuras.
En época de nieve practicamos el esquí, rodando por una cuesta abajo, sin frenos, a veces con una tabla curva. Eso sí era una competición de primera categoría.
 La meta final era contra alguna escoba, pared o piedra, todo homologado por nosotros mismos, sin reglas ni árbitros. En fin, todo un parque temático a nuestra disposición. Sin pagar entradas. Toda una diversión al alcance de cualquier muchacho/a sin que a los padres tuvieran que gastar dinero.

 


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