Semana Santa

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Como cada año, comienza la Semana Santa, y es llamativo, si echamos la vista atrás, la percepción que tenemos de ella.

Lo que en la juventud era un periodo fantástico de vacaciones, de salir, de disfrutar y reír con amigos, ha pasado después a ser una semana de descanso de colegios de hijos y periodo de relax.

Pero hay algo más que ocurre casi sin darte cuenta cuando pasas los cuarenta, y es que hay un cambio en tu interior, y te das cuenta que la vida es efímera, que no dejan de pasar cosas, y que necesites creer en algo, agarrarte a una fuerza espiritual que te ayude en ese camino tan lleno de piedras y curvas, que te tambalean constantemente.

Ya no todo es disfrutar, ves el sufrimiento mucho más cerca de ti cada día, y necesitas parar, recogerte en ti mismo, sentirte cerca y reflexionar. No se si se llama madurar, o estamparte de bruces en una realidad en la que ya no todo es bonito ni divertido, y en la que necesitas una fuerza espiritual para seguir disfrutando y padeciendo, en resumen para seguir viviendo.

La Semana Santa, seas o no católico, es ideal para parar, meditar, renovarse espiritualmente, crecer como persona, y estar así preparado el resto del año, tanto para disfrutar a tope de lo maravilloso de la vida, como para superar la cantidad de reveses que la vida tiene preparados para ti.

 


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