La mansión de las sombras

Atención!!! Este relato también está disponible en audio en mi canal de Youtube:

https://youtu.be/jv2EqP0SW7U?si=kQqJwuv7_LlU9iv3

Emily había escuchado las historias sobre la mansión desde que era apenas una niña. Cuentos susurrados alrededor de fogatas en noches oscuras, relatos que hablaban de susurros en las sombras, de almas atrapadas en el tiempo, de un pasado oscuro que se negaba a ser olvidado. Pero en aquella noche de tormenta, con el frío calando hasta los huesos y el viento aullando como un lobo hambriento, Emily se vio obligada a buscar refugio en aquel lugar maldito.

Las puertas de la mansión crujieron al abrirse, como si el edificio mismo protestara por la presencia de un intruso. Emily titubeó en el umbral, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda mientras contemplaba la oscuridad que se extendía más allá de las puertas. Pero el aguacero arreciaba fuera, y la oscuridad del interior parecía preferible al tormento de la tormenta.

Con paso vacilante, Emily cruzó el umbral y se adentró en el interior de la mansión. Las sombras se arremolinaban a su alrededor, devorando la luz de su linterna y llenando el aire de susurros apenas audibles. Se aferró con fuerza al mango de su linterna, intentando ahuyentar el miedo que la oprimía como una soga al cuello.

Los pasillos de la mansión eran un laberinto de puertas cerradas y muebles cubiertos por sábanas polvorientas. Cada crujido del suelo resonaba como un eco en la quietud de la noche, haciéndola sentir como si estuviera siendo observada por ojos invisibles. Retratos cubiertos de telarañas la observaban desde las paredes, sus ojos parecían seguir sus movimientos con malicia.

Pero Emily siguió adelante, aferrándose a la esperanza de encontrar un rincón donde resguardarse hasta que amaneciera. Al llegar al salón principal, se detuvo frente a un espejo antiguo que colgaba en la pared. La superficie estaba cubierta de telarañas y suciedad, pero Emily no pudo evitar sentirse atraída por su reflejo distorsionado.

Con un gesto vacilante, limpió el polvo del espejo y se miró a sí misma, pero lo que vio la dejó sin aliento. Su reflejo no era el suyo. En su lugar, una figura borrosa y amorfa se retorcía en el espejo, con ojos vacíos que la miraban desde el otro lado. Emily dio un paso atrás con un grito ahogado, pero las paredes de la mansión parecían cerrarse a su alrededor, atrapándola en una pesadilla sin fin.

Con cada paso que daba, las sombras se cerraban más a su alrededor, devorando su cordura y su esperanza. Los susurros se convirtieron en risas macabras, y el aire se llenó de un olor a podredumbre que le hizo querer vomitar. Pero Emily no se detuvo, impulsada por un instinto de supervivencia que la mantenía en pie incluso en las peores circunstancias.

En un último acto desesperado, corrió hacia la ventana más cercana y se arrojó contra ella, rompiendo el cristal con un estallido ensordecedor. El viento aullaba en sus oídos mientras caía, y cuando finalmente tocó el suelo, se despertó de su pesadilla en un grito ahogado.

Pero al mirar hacia arriba, vio la mansión alzándose ominosa contra el cielo tormentoso, recordándole que la pesadilla aún no había terminado. Emily se encontraba en un bucle infinito, atrapada en los oscuros confines de la mansión, condenada a revivir una y otra vez su propia pesadilla, hasta que la misma muerte la reclamara como una más de las almas atrapadas en aquel lugar maldito.

Las sombras de la mansión se agitaban con una vida propia, retorciéndose y contorsionándose como seres vivos. Los susurros se intensificaban, sus voces parecían susurrarle secretos insondables al oído. Y en la oscuridad más profunda, algo acechaba, algo antiguo y malévolo que aguardaba en las sombras el momento adecuado para manifestarse.