Din ¿don? parte 1

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No quiero seguir andando sin rumbo, me pesan los pies, estoy cansado. Hay muchas piedras en el camino y voy descalzo. Tengo heridas, y no solo físicas.  

La noche es tranquila, soy el único humano despierto en este pueblo y me invade una sensación extraña. De paz y tranquilidad pero a la vez miedo, miedo a que me vean. Nadie puede verme. Saco mi cuchillo de la faja y me pongo alerta. El miedo gana a la tranquilidad. 

Sigo andando, estoy deseando pasar este pueblo y volver a la carretera, así podrá la tranquilidad ganar al miedo. Aunque sea por una vez. 

De pronto escucho un ruido, son unos tacones que aparecen en mi calle apestando  a juerga y discoteca. Escondo el cuchillo, esta persona no podría reconocerme. De todas maneras mi corazón se acelera, ella ya me ha visto y veo como coge el móvil. Cierto que no es normal ver a un vagabundo en un pueblo donde no hay vagabundos, pero la calle es estrecha y no puedo retirarme sin parecer sospechoso. 

Escucho su voz, seguramente estará hablando con una amiga. Paso al lado suyo con la mirada baja y justo pierde el equilibrio, la sujeto del brazo para que no se caiga como acto reflejo. Craso error, ya no hay marcha atrás.  

De pronto la veo unos años más mayor, tirándose ilusionada en puenting. Hasta que en la tirada, justo antes de llegar abajo le alcanza un rayo y muere.  

Me separo de ella de golpe y me mira asustada: 

-No hagas puenting o morirás-. Le digo intentado no parecer un psicópata. Aunque sé que va a salir corriendo preocupada a su amiga por lo que acaba de pasar. 

Así pasa y así sigo yo mi camino. Necesito esconderme, me buscan. Nadie puede verme y esa muchacha no es una excepción, no creo que alerte a nadie. Además no ha podido distinguirme bien. Tengo que ser más prudente. Si alguien dice algo y lo escuchan la gente equivocada puedo tener serios problemas. 

No es que haya hecho algo inmoral e inhumano. No he robado, ni violado, asesinado, ni he hecho nudismo. Es que si me atrapan… van a hacerme famoso, voy y van a conseguir dinero a montones por mi don.  

Don… don….  

No es un don, una desgracia, eso sí. 

Mi “don” consiste en que desde que tengo 5 años más o menos puedo ver el final de todas las personas a las que toco: cuando, como y donde. Al principio no entendía nada y pensaba que todo el mundo era capaz de hacer lo mismo. Así que un día, cuándo tenía 6 años, se lo dije a mi madre: 

-¿Sabes que el abuelo va a morir una noche de este verano por falta de aire?-. Mi madre me miró asustada. Yo la miraba sin comprender nada.- ¿No lo sabías? 

-¿Por qué dices eso Julián? 

-Lo vi hace tiempo. ¿Tú no lo has visto?  

Mi madre no le dio importancia, cosas de críos, decía. Pero yo no entendía porque no había visto la muerte de su padre si yo podía ver la de cualquiera.  

Entonces una noche de ese verano mi abuelo nos dejó. Yo estaba durmiendo y no me enteré hasta la mañana siguiente. Cuando fui a la cocina a desayunar mi madre me estaba esperando con una taza de café en la mano: 

-Julián, el abuelo ha muerto. 

Yo la miré sin inmutarme. En ese momento supe que mi madre no podía ver lo que yo veía. 

-Ha sido como tu dijiste-. Y se echó a llorar.- ¡¡COMO, COMO , NO LO ENTIENDO!! 

Repetía sin cesar. 

Entonces me acerqué con lágrimas en los ojos y le dije: 

-Mamá, yo puedo ver la muerte de todo el mundo. Pero no sé por qué.  

Mi madre se paró en seco y me miró asustada: 

-Julián… que estás diciendo… ¿Y la mía? 

-También.-. mi madre se hizo hacia atrás como si la hubieran golpeado. 

-¿Seré vieja? 

-…. No tanto como el abuelo. 

Mi madre no paraba de mirarme y no se quería acercar a mí. No sabía cómo gestionar la información recibida, más las emociones encontradas, más la muerte de su padre. Era normal. Pero mi yo de pequeño solo percibí rechazo y soledad. 

A partir de entonces, mi madre se comportaba de manera diferente, obsesionada en buscar una explicación: me empezó a llevar a psicólogos, hipnotistas, médicos, gurús… Visité todos los sitios habidos por haber que pudieran dar alguna explicación sobre lo que me pasaba. Pero claro, unos decían que era mentira, otros no observaban nada diferente en los escáneres con respecto a otros niños de 8 años y los ocultistas decían que era un don otorgado por el dios de la muerte Mictlantecuhtli. 

Fue entonces cuando me dí cuenta que era la única persona conocida en la tierra que tenía ese don. Por suerte, aunque yo no lo sabía, no me hice famoso sino que me tomaron por un charlatán hijo de una drogadicta. 

Al final mi madre se dio por vencida, pero tras realizar una tediosa búsqueda, con la única teoría que le satisfizo: que un ministro de Mictlantecuhtli se había reencarnado en mi cuerpo. Y por lo tanto tenía poder para ver las futuras muertes. Nunca volvió a ser la misma, se adentró en el mundo del ocultismo y las sectas. Y con el paso de los años fue perdiendo la personalidad que de verdad tenía y que tanto quería. 

Me fui quedando solo con el paso de los años ya que en mi adolescencia ya estaba harto de tener pesadillas por las cosas que veía. Y como solución solo me juntaba con la gente que ya sabía su final desde hacía tiempo. No quería cambios, estos significaban conocer gente nueva y por lo tanto ver sus muertes.   

Lo que sucede es que odio saber el final de las personas, ¡¡ odio verlas feliz cuando por mis ojos están desfiguradas, odio enamorarme porque veo morir a la persona que amo, odio conocer a gente y que antes de saber su nombre conozca su causa fatal, odio saber y no poder evitarlo!! No puedo evitarlo, no se puede cambiar, siempre es la misma hora.  

Lo intenté con un hombre, le conté lo que podía ver, y lo que ví cuando le toqué. Era relativamente pronto. En unos días, un accidente de moto. Le dije que usara el transporte público. Me hizo caso y no murió en un accidente de tráfico. Pero si se calló por las escaleras justo ese día, muriendo. 

Cambia la manera, pero no la hora. Era lo único que podía hacer. Inútil ya que de una manera o la otra te llega. Lo único que hago es intentar modificarla si he visto una muy traumática o que implica a varias personas, para intentar por lo menos que sea más “normal” y menos dañina. Por eso he avisado a la chica, ya que si ese día en lugar de morir haciendo puenting, le da un paro cardiaco cogiendo patatas, pues mejor será. Por lo menos es lo que pienso yo.  


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