Caminos cruzados (1-1)

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Se llamaba Elías, aunque de pequeñito siempre le llamaban Lías. Su infancia fue de lo más peculiar. Tenía una personalidad muy acogedora, se solía adaptar a cada persona que iba conociendo por su camino, mientras crecía. Todo aquel que iba conociendo, le era imposible negarle nada, cuando solía pedir algo, aunque muy pocas veces, lo hacía, nunca se lo negaban. Era una persona que decía siempre;

--Sin esfuerzo, no hay valor. Si tú no sabes lo que cuesta conseguir algo, no lo valoraras y lo protegerás, pues no sentirás el valor que tienen las cosas.

Fue un chico con muchas faltas, sobre todo en lo material. Pero nunca se quejo, ni dijo nada. Vivian en la terraza de un edificio señorial, en un barrio muy céntrico de Paris. Su madre era la que se ocupaba del edificio, de la portería y de todos los vecinos, para que estuvieran cubiertos, de cualquier necesidad que necesitaran durante el día.

Su madre se llamaba Mercedes, todos le decían Echi. Al poco tiempo de casarse, su marido la abandono, llevándose todo, hasta su hijo con meses. Unos de los vecinos del edificio, que conocía su pasado, se solidarizo con la joven y cuando el antiguo portero se fue, planteo en una junta, darle el trabajo, junto con la vivienda a ella. Que se encontraba, por aquellos tiempos, en una situación muy penosa.

La pequeña vivienda, consistía, en dos dormitorios, comedor con cocina americana, un baño  y por supuesto unas vistas, como jamás se hubiera imaginado tener nunca. Desde esa terraza, podía ver todo Paris, pero lo que más apreciaba era el cielo, cuando se encontraba lleno de estrellas. Eso le trasmitía paz y una tranquilidad en todo su ser, como nunca antes había sentido.

Echi cada vez que sentía añoranza, miraba al cielo, lloraba y pedía un consuelo para su gran dolor y perdida, que por entonces era su hijo. Pedía ayuda para superarlo y seguir viviendo. Pedía fuerzas para superar esa gran perdida, que consideraba una parte de su alma, un trozo de su carne, la alegría de su vida. Que un día se lo arrancaron, de la manera más cruel y dolorosa, jamás pensada en una mente humana.

Echi fue a comprar pañales para su hijo y a su regreso no encontró nadie. Tan solo una nota que decía:

--Perdóname, pero mi mujer no podía tener hijos y te encontré en los peores momentos de mi vida. Mi amada me dejaba si yo no traía un niño a casa, que fuera mío. Te encontré, tú me diste una idea. Tener un hijo conmigo y sin que te dieras cuenta llevármelo. No me busque, soy de otro país. Te deseo que lo superes pronto. Gracias por este gran regalo y perdóname.

                                                     Atentamente

                                                                                    Luis

P.D: Como te hablas imaginado, tampoco es ese mi nombre y nuestro matrimonio, tampoco es válido….

Un día que Echi se encontraba frustrada, llena de dolor, por el recuerdo de su hijo, decidió dar por paseo por el centro de Paris y sentarse en los escalones de gran monumento que se encontraba cerca de su casa. Cuando de pronto escucho un llanto de un niño a la entrada de un callejón oscuro. Al principio pensó no adentrarse en la calle, por miedo a que fuera una trampa. Pues desde el suceso en su vida, empezó a desconfiar de todos y de todo. Pero algo tiro de ella como por instinto, empezando a caminar, cuando vio algo inusual para ella. Algo impensable de aceptar, para un ser humano y sobre todo para alguien que se llame madre.


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