Carta al amigo

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Queridísimo amigo: Me urge darle lugar al bullicio que hay en mi mente y que mi incapacidad para comunicarme oralmente, impidió explicar en su momento. No fue, sino hace unos instantes, que me percaté de la necesidad por esclarecer mi concepción sobre tu persona, sobre el amor que te tengo y el lugar que ocupas en mi corazón.

A pesar de haber sido unos pocos meses en los que nos fuimos conociendo, pasamos días enteros juntos, disfrutando del momento y divirtiéndonos. Gracias a ti me olvidé de mi terrible enfermedad llamada depresión y de mi trastorno que tanto me persigue (mi excusa recurrente). Sin tu compañía habría sido mucho más doloroso vivir todos estos días.

Cuando anoche cambiaste rotundamente de humor y sentí que te estabas distanciando de mí, me invadió el pánico. Si tú te vas yo no soy nada, tal fue la importancia que ocupas en mi existencia, fue tal, que mi corazón se encogió al recordar las vivencias pasadas, similares a ésta, y que me traen la inseguridad a mi persona. Justamente por el pavor de que creyeras ser menos para mí, mi torpeza no hizo más que distorsionar mi mensaje y ofenderte aún más. Puesto que quería ayudarte, mi queridísimo amigo, porque veía que estabas sufriendo, había algo en ti que te traía tristeza y desconocía la razón. 

Siempre me dio miedo pasarme de la raya, invadir el espacio personal de mis queridos, cuando quiero ayudarlos, devolverles las ganas de vivir que tanto me transmiten. Anoche simplemente quería hacer eso, pero con el miedo en la garganta. Te quiero tanto, que pienso mucho en cómo no lastimarte y hacer que quieras estar más tiempo conmigo. Cancelé reuniones, me senté a ver partidos de fútbol, hice muchas cosas que no me gustaban con tal de poder estar a tu lado. Esa fue mi intención de anoche. Pero te entendí mal. Mis inseguridades, la baja autoestima, el miedo que me persigue desde el pasado y los traumas, crearon en mí un espectro de alguien molesto e intenso. Por eso me quedé callado y te dejé cuando me lo pediste. Enmudecí con las terribles ganas de decirte cuánto te quiero, porque tu opinión sobre mí cambió por completo.

Mi mayor miedo es que nuestra relación haya cambiado y ya no volvamos a ser los mismos de siempre; el haber perdido tu confianza y tu amor. 

Eras mi luz que ilumanabas mis días, como decías bromeando. Yo quería ser lo mismo para ti. Quería estar a tu lado y sufrir contigo.

Te pido disculpas por haberte entendido mal y asumir cosas que no eran, te pido perdón por el comentario que no te gustó y te trajo enojo. No era mi intención, no fue lo que te quise decir. Era más un "eres mi mejor amigo, la persona con quien más disfruto estar todo el día y me trae alegría. Te quiero tanto que me angustia cuando estás mal y no sé cómo ayudarte, ni por qué te reservas tanto. Por favor no me alejes y dejame ver de qué manera puedo disminuir tu tristeza, juntos.", que un "eres como un mejor amigo, un mejor amigo".

Me siento mal cuando no estás, me acuerdo de mis fantasmas y retomo la caída al fondo que pausé cuando te conocí.

Te quiero tanto, tanto, que me mataría tu huida de mí vida.


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