LUCY, LUJOS, SEXO Y MARGINALIDAD

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SOY UNA “DESCLASADA” (PARTE I)

Hola, por una cuestión de preservar mi identidad me haré llamar Lucy para el lector, no especificaré donde vivo, ni daré detalles geo localizables, tampoco los nombres de los personajes que menciono son reales, pero sí fueron reales los acontecimientos aquí descriptos. Actualmente tengo 30 años, hija única, soy abogada, provengo de una familia de muy buen pasar económico, no tengo hijos, a mi edad ya viajé por varios países de los 5 continentes, estoy formada en una de las mejores escuelas de mi país y estudie derecho en una universidad privada, casada legalmente hace 3 años con un esposo al que solo le interesa duplicar su patrimonio y recibir personas de negocios en nuestra casa para provecho personal, un marido al que le encanta mostrarme como la esposa bonita y de físico perfecto ante nuestro entorno social, al cual detesto cada día más, dado que sus integrantes, su lógica de pensamiento y su accionar diario es repulsivo, de una doble moral constante y sexualmente aburrido. Físicamente hablando, heredé una buena genética de mis abuelos alemanes, soy rubia, cabello lacio, de ojos claros, cuerpo naturalmente voluptuoso, excepto el implante de siliconas que le dan volumen y firmeza a mis tetas, cuádriceps atléticos y un trasero que es la envidia de muchos hombres y mujeres. Toda esa monumental carga corporal la mantengo gracias a las artes marciales (soy 1er Dan) que practico desde los 18 años luego de ser violada por un capo de una villa marginal, hecho que comentaré más adelante. Así me veo y me muestro ante el universo al cual pertenezco, y además finjo cara de idiota todo el tiempo para que todos piensen que solo soy una rubia insulsa, pero como reza el título del famoso cuento de Stevenson “Doctor Jekyll y el señor Hyde”, existe una dualidad en mi personalidad que en ocasiones me lleva, empujada por una fuerza interior y un deseo irrefrenable, a comportarme como una verdadera zorra y callejera de la más baja estirpe. Hago cosas que ninguna mujer de mi condición social haría en su sano juicio y que se contrapone a la educación que recibí todos estos años de la típica chica blanca, occidental y cristiana perteneciente a una clase media alta. Pero esta dualidad o giro opuesto respecto a mi comportamiento en lo que se refiere a conducta sexual y el apego a la marginalidad tiene un principio, hubo alguien y hubo algo, como un disparador, que me fueron empujando a “tomarle el gustito” a ciertas prácticas y conductas, dispuesta a romper esa lógica de enseñanza fundada en ciertos ”valores y principios” que te preparan en la vida para mostrar una imagen aceptable dentro de una clase social en la cual estoy inmersa, con aroma a perfume francés pero putrefacta por dentro compuesta por personas de lo peor y que se pasan por el culo esos valores y principios que les enseñaron en sus asquerosas escuelas y universidades privadas. Quien me lee pensara que soy una resentida social u odiadora serial, pero nada de eso es cierto, estoy cuerda y tengo motivos de sobra para pensar como pienso del entorno donde me crie y donde convivo a diario. Todo lo que cuento aquí sucedió realmente, menos mi nombre, el relato es genuino.


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