COMPARTIDA (1) y (2)

Por
Enviado el , clasificado en Adultos / eróticos
7435 visitas

Marcar como relato favorito

COMPARTIDA (1)

Tiempo presente.

Compartida, dije. Compartida, escribí. Los tiempos modernos, con sus tecnologías tienen sus cosas malas, pero también sus cosas buenas. Diferentes, pienso. Mejores; al fin, mejores, me digo. La inmediatez, esa instantaneidad en las comunicaciones, compensa las distancias y relativiza las presencias... hasta un cierto punto.
Pulsé de nuevo: com-par-ti-da. Iguales, tecleé tras un punto. Esperé la respuesta de él. Él es Roque. A Roque lo conocí en primavera, en una web de aficionados a la cultura. Entre la mucha basura que allí había, me llamó la atención un breve poema. Ausencia, así lo tituló. No era un poema de dedicatoria a un ser amado. No era nostálgico; no era triste. Roque hablaba de otra ausencia: de la ausencia de sí. La ausencia de uno mismo. La no honestidad. Reclamaba una honradez hasta dentro, al tuétano, con admisión de todo nuestro yo, la parte positiva y la negativa. Escribí mi opinión y comenzó nuestra relación electrónico -postal.
Nos escribimos alguna vez; después, varias veces a la semana; finalmente, a diario. Se había establecido una comunicación profunda, que se fue convirtiendo en íntima; un vínculo, lo llamaba Roque. Fuimos ahondando en temas y en discrepancias que dejamos en la cuneta de nuestro camino. Había algo más, y brotó abiertamente. Nuestra soledad era algo que no deseábamos, y tampoco una relación asfixiante. Tiempos nuevos; otras realidades sociales, otras formas de relacionarse.
De esa manera, llegamos al terreno sexual.
Compartida, insistí ante su silencio. Ha de ser una sexualidad abierta, sí, pero compartida. Al fin, llegó su respuesta en dos palabras: de acuerdo. Como el otro acuerdo que establecimos al poco de comenzar nuestro intercambio de correos, cuando todavía no era instantáneo. No veríamos nuestro rostro. Eso fue en el momento en que abordamos temas sexuales sin tapujos: el deseo, la concupiscencia, la lubricidad, el placer. Concluimos en tener una relación sexual abierta, mediante nuestra comunicación. Tanto él como yo queríamos y necesitábamos ver nuestros cuerpos... pero queríamos mantener la incógnita de nuestra cara. ¿Cómo hacerlo? Enfocando las otras partes del cuerpo, era lo más natural, pero no lo más fácil. Así que acordamos llevar antifaz.

(Sí despierta interés, publicaré las otras partes)


COMPARTIDA (2)

Ausencia era un poema, como dije, en el que Roque exponía su filosofía vital: ser honesto primeramente consigo mismo, sin ambages, aceptándose cada cual en su integridad, con sus contradicciones, como camino para superar la alienación interior. Yo estaba de acuerdo con esa visión, y entendía que era la única manera de poder establecer un vínculo sano y completo con los demás.
Con nuestro paulatino intercambio, que se hizo habitual, para pasar a ser casi diario, nos fuimos conociendo como nunca antes había conocido a otra persona. Roque no era un hombre corriente. Realmente era una persona tímida y reservada que sólo se explayaba al escribir. Desde el principio, ambos tomamos la decisión de no entrar en detalles sobre la vida profesional y personal; no hacía falta, porque nuestra relación brotaba de nuestra común necesidad de ser abiertamente transparentes desde el corazón, desde eso que llamamos alma. Ahí no había secretos. Casi de inmediato avanzamos en el terreno de nuestra necesidad de compartir aspectos físicos, la sexualidad. Cómo yo le expresé: con la pureza de no tener contemplaciones ni esconder las emociones, deseos y fantasías uno al otro. ¿Podríamos tener un espacio sexual mutuo, nuestro, de ambos, descubiertos de convencionalismos y, en su expresión, desacorazados? Cómo iniciamos nuestra relación por correo electrónico, no sabíamos cómo éramos físicamente ninguno de los dos. Ahora íbamos a dar un paso muy importante. Ambos queríamos y deseábamos descubrir una sexualidad nueva,propia, diferente, entre los dos. La idea fue intercambiar vídeos íntimos y, tal como deseábamos en un juego mutuo, del cual únicamente excluiríamos ver nuestra cara. Una máscara resultaba algo inquietante dijimos, con divertidos je,je,jes; un antifaz nos daría un aire mucho más sensual, insinuante. Y así procedimos.
Un viernes noche intercambiamos nuestro primer vídeo. Yo elegí la sala de estar. Preferí aparecer vestida y quedar en ropa interior ante la cámara. Llevaba un antifaz seductor. Sentada en el tresillo, después de un saludo (sería la primera vez que él oiría mi voz) y dirigirle unas palabras abrí mi blusa y quedé en sujetador; luego me levanté y me bajé el pantalón. Estaba algo nerviosa y seguro que se me vería tensa. Respiré despacio varias veces y comencé a decirle que está era una experiencia desconocida para mí. Confesé que mi libido estaba disparada, desde el primer momento en que hablamos de abordar una relación íntima sexual y que esperaba no defraudarle físicamente. Sabía perfectamente que esto último era innecesario en una relación como la nuestra, que el "riesgo" era naturalmente mutuo. En nuestras muchas conversaciones tuvimos claro que lo fundamental en una relación libre era la pureza del interior de cada cual, que era indiferente el aspecto físico y que la sexualidad dependía del deseo y de la fantasía, la entrega mutua, la lujuria sin tabúes.
Envié el vídeo que duraba unos pocos minutos.
Al rato recibí el de Roque. Estaba sentado en una mesa con un antifaz negro. Era de complexión normal y de una edad de más de cincuenta años, su corto cabello negro lucía algunas canas. Después de saludarme alegremente alejó el enfoque. Estaba desnudo. En medio del vello púbico rizado sobresalía el pene, visiblemente excitado. Sentí mi pulso acelerado y un cosquilleo en el abdomen. Repetí el vídeo dos o tres veces y lo paré en las tomas en que veía a Roque desnudo por delante.
Nos escribimos inmediatamente. Él locuaz bromeó diciendo que yo había hecho trampas. Le prometí mandar otro equivalente al suyo, pero él respondió que se había excitado mucho. Quería que nos mostraremos en actividad sexual. También yo y repetí, los dos a la misma vez: sexualidad com-par-ti-da.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed