SAÚL
Desde la primaria fuimos compañeros de fatigas escolares, de instituto y también de ocio extraescolar. Por tanto, ambos teníamos una larga amistad que llegaba desde la burla a los y las profesores, a pasarnos resúmenes y anotaciones de clases, a la intimidad de los descubrimientos de la vida, o compartir los secretos de una sexualidad todavía en vías de expansión.
Este verano Saúl y yo, acabado el pesado curso escolar con resultados aceptables, salíamos a pasear o a la playa. Hoy martes regresamos cansados de una mañana de calor y baños en la playa. Sus padres estaban veraneando en las secas tierras de un pueblo de Ávila, y a la vuelta de tomar el sol y nadar, fuimos a su casa para desembarazarnos de la molesta arena oculta en los cabellos, los intersticios de los dedos de los pies y las uñas, la capa salitrosa y cristalina del agua de mar resecada y el cansancio que, de una manera indescifrable causa la estancia en un entorno de arena caliente y sol refulgente.
Saúl fue a preparar unos sándwiches y mientras yo accedí el primero a la ansiada ducha.
Una vez terminó la tarea, entró en el cuarto de baño. Yo preparé entretanto los cubiertos en la mesa del jardín y llevé los bocadillos, el queso, los patés y las aceitunas que nos servirían para aplacar el apetito, compañero inseparable, a su vez, de un día playero.
En eso, Saúl salió desnudo del baño frotándose la espalda con una gran toalla-sabana. Del frotamiento para secarse el cuerpo, su sexo estaba algo erecto.
—Hace días que no lo hago —me dijo mientras dejaba la toalla.
—¿Desde cuándo no ves a Tania? —pregunté.
—Hace semanas. Tania es algo monjil, ya sabes.
Asentí.
—Ella no sale de la postura del misionero. Alguna vez he podido follarla por detrás, viéndole el culo, pero no le hace gracia.
—¿Siempre fue así?
—Desde el primer día —respondió dando un bufido.
—Así que cuando estoy más excitado, me la meneo.
Se sentó desnudo en el sofá.
—Pero —siguió— a mi me gusta más que me la mamen. Cuando salía con Quima, ella me daba un gran placer con su boca. ¿Recuerdas sus labios gordezuelos; aquella boca grande como la de Julia Roberts, y aquel culo como un melocotón, ¿cómo Kathlyn Turner? Buahghhhh, ella sabía cómo mamarla, chaval. Te la cogía y la acariciaba hasta que se ponía a punto de correrte. Luego la besaba. El glande. Acariciaba la tranca y la lamia; del agujero a los huevos. La dejaba reluciente.
Ambos nos reímos cómplices.
Se repantigó.
—Me la chupaba y la manaba haciendo un ruido de succión que me ponía a cien. La giraba dentro. Su lengua hacia maravillas hasta que me iba en la boca. Me encanta ver cómo sus mofletes se deshinchaban cuando la aspiraba. Trataba de aguantar, pero cuando, al final, ya no podía más, la agarraba de la nuca y disparaba la leche dentro de la boca, como un volcán echando lava: una descarga, y otra, y otra ... Quima se tragaba el semen. ¿Nunca te lo dije? —Negué con la cabeza y sentía que iba creciendo mi excitación, imaginando la escena. La tetas de Quina, que siempre me gustaron, balanceándose mientras le hacia la felación a Saúl. Puesta de rodillas.
—Se lo bebía todo y si le salía algo de leche por los labios los encogía uno sobre otro y con la punta de la lengua se metía el flujo también. ¡Ahhh, cómo me gustaría tenerla aquí y que me hiciera una chupada...!
Nos reímos.
—Una vez, vi un tipo en un vídeo, que se hacía una autofelatio. Estaba todo encorvado y se llegaba para hacerse una mamada hasta que se venía en su propia boca.
—¡No jodas, ¿y llegaba?!
—Sí, sí la lamia y se la metía en la boca. La chupaba hasta que se corría.
Se frotó el cabello para alisarlo y dijo:
—Yo.lo intenté. Pero no pude. No llegaba a la boca.
—Porque la tienes pequeña, je,je,je.
Saúl río divertido y se la miró. La cogió y se la meneó. La apretó entre los dedos e hizo el gesto de pajearse.
—Voy a intentarlo. Si tú me ayudas, igual puedo hacerlo. ¿Quieres?
Lo cierto es que con la conversación me había puesto cachondo y tenía la boca lleva de saliva. Estaba caliente.
—Vale —dije sin pensarlo—. Vamos a ver hasta dónde te alcanzas.
Saúl se levantó y fuimos a su cuarto. Llevaba la toalla consigo. La puso sobre las sábanas y se tumbó boca arriba. Comenzó a menearse la polla. Bajaba la piel despejando todo el capullo. Nunca se la había mirado, pero tenía un tamaño considerable cuando se le ponía tiesa. La verga se hinchó y creció. Estaba toda tiesa. Encogió las rodillas y trató de alcanzar la tranca. Ni de lejos. Dobló los muslos y abrió las piernas; tampoco. Sí respiración se hizo agitada. Descansó un momento y dijo: "ya verás como lo hago".
Volvió a intentarlo. Se agarró las piernas por debajo de los muslos y forzó el pubis. Los testículos, tiesos, como formando una bolsa sin distinguirse las bolas, cayeron por la fuerza de la gravedad. Miré y estaba muy cerca de llegar.
—Puedo olerla, La tengo casi al alcance de los labios. ¡Pásame la almohada!
Se la alcancé. La colocó detrás de la nuca y volvió a poner las piernas estiradas. Se arqueó con las piernas juntas. Se cogió de las nalgas y la polla le quedó en los labios. Sacó la lengua y llegó hasta la punta del glande. Rozó el agujero del meato. Con la mano derecha se agarró la tranca y la llevó hasta la boca. La lengua lamió la polla. Saúl respiraba con fuerza por el esfuerzo. El cuello estaba tenso, muy tenso. Yo hacía fuerza sin darme cuenta desde el lado de la cama, de pie, desde donde miraba la hazaña erótica de mi amigo.
—Siento su sabor; está salada —dijo con voz entrecortada. La lengua lamía la polla, que movía con la mano de arriba abajo.
De repente tuve una idea. Me acerqué y empujé su culo un poco. La polla entró un poco más entre los labios de Saúl. Para excitarle la erección le acaricié los cojones circularmente. Noté sus pelotas, duras. Luego le empujé un poco más y todo el capullo se sumergió en su boca. Saúl lamía y chupaba su propio sexo, y se masturba a la vez. Un instante después, con un jadeo, llegó al clímax y expulsó aire por la nariz y se corrió. Los cojones lanzaban latigazos a medida que se vaciaban de leche. La furia del orgasmo hizo que la cabeza de la verga se saliera de su boca y la leche salió a borbotones, resbalando por su mentón, el cuello y el pecho. Retiró la cabeza. La tranca seguía echando semen por todas partes, a espasmos líquidos. Quedó tumbado y su órgano fue menguando. Seguía manando semen y flujo hasta que los espasmos fueron cesando. Saúl quedó tendido y se lamió los labios. Había restos de flujos en ellos. Emitió un largo "uffff!" y entrecerrando los ojos dijo: "sabe bien".
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