Cuando me mira con esos ojos... ( y 2)

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Al rato salió completamente en pelotas. Su cuerpo no respondía a la edad que tenía. Era ágil, delgada, sus pechos, voluminosos, no estaban, como cabía esperar, caídas; pezones rosados y grandes; pasos felinos, completamente rasurada, la luz traslucía unos labios vulvares gruesos. Se dio la vuelta para ir al otro cuarto. Sus nalgas eran redondas y prietas. Comencé a desear hacerle el amor. Probar el sabor de aquella piel de la nobleza, lamer sus pezones, acariciar su culo y follarme aquel coño depilado, hacerla gritar de gusto metiéndole una polla joven, correrme dentro de la vagina de aquella vieja caliente, llenarla de leche a empujones violentos y penetrantes; hacerla gritar y gemir, hacer que su coño se corriera...

Cornelia salió vestida con un antifaz negro, un corsé que dejaba ver las tetas y un tanga con un agujero en la parte de la vulva. Llevaba unas esposas. ”¿Quieres jugar?", me dijo con una sonrisa pícara. Dudé. Finalmente pensé que por qué no. "Sí, dije". "Desnúdate". Obedecí, maquinalmente. Me sorprendió ver qué mi polla estaba trempada, el glande casi salís del prepucio. Mis huevos estaban apretados. Cornelia miraba, sin dejar escapar detalles. Examinaba y escrutaba cada movimiento y cada centímetro de mi piel. Me excitó su examen. Mi tranca se puso erecta al máximo. Ella emitió un leve graznido y un chasquido de sus dedos.

"Ahora, túmbate, corazón", dijo suavemente.

Me puse boca abajo, aplastando mi polla contra la colcha. Ella se sentó sobre mis piernas y me colocó las esposas, me dio un cachete en las nalgas y me dio la vuelta. Sacó una bebida y me la colocó en los ojos; yo protesté un poco, pero me calló con un beso profundo y húmedo, mordisqueando mis labios. Me pellizcó los pezones y noté que se endurecían. Mi verga estaba tiesa, plana sobre mi vientre, alcanzaba mi ombligo en toda su extensión. La vieja había conseguido que me trempara, me excitara y deseara que jugará con mi pija y me follara. Quedé reducido al papel de un esclavo que deseaba que le dieran placer. Cornelia me cogió el cipote duro y lo apretó entre sus dedos. Descubrió todo el capullo y lo tetorcioy, pero sin hacerme daño. Noté que la cabeza de mi polla estaba goteando y ella deslizó el flujo por el glande. Mi tranca se balanceó hacia arriba con un par de sacudidas placenteras. Mi boca estaba seca. Deseaba que me hiciera una mamada.

Recibí un golpe de látigo que sonó como un zas; restalló de nuevo y recibí una nueva sacudida está vez en el vientre. Luego dejó caer varias veces el látigo sobre mi tranca y mis cojones. Me puso más caliente.

Después me cogió la polla y la volvió a apretar entre los dedos; la agitó, subió y bajó la piel, masturbándome. "No te corras", advirtió, ”Quiero que disfrutes más y que me hagas correr". Me puso un pezón en los labios. Yo lamí y succioné, chupé el pezón duro de la vieja baronesa; después me pasó el otro. Chupé y sorbí, mientras ella gemía como un gatito. Sacó la teta y me puso los grandes labios de su coño en la boca. Sentí que se abría la raja del higo tan rasurado y me lo apretaba contra la boca. Lamí la raja y los labios colgantes. Gemía violentamente. Yo respiraba con dificultad. Le comía el chocho con deleite. Tenía un sabor agradable, sorbía sus flujos y metía mi lengua enroscándola dentro. Me gustaba su olor. Ella restregaba el coño, se frotaba mientras hundía en su interior chorreante la lengua. "Cómetelo todo", exigió. "El clítoris", añadió entre jadeos. Se colocó de forma que noté el clítoris grande, lobulado, duro y lo besé, lo chupé, lo sorbí y lo circundé hasta que se vino con un largo grito y gemidos. Se corría y jadeaba. Y de repente, yo me corrí también. Mi verga era un surtidor. La leche salpicaba y salía impregnando el culo de la baronesa, que estaba arrodillada contra mi tranca.  Bajó a la polla y lamió toda su longitud. Yo seguía yéndome. Cuando paré, Cornelia me quitó la venda y las esposas. Se había reanudado y su cuerpo pareció tener unos treinta años. Miré sus ojos de cerca por primera vez. Después hemos seguido viéndonos cada semana. A Dorotea nunca más la he visto.

Me gusta mi papel con mi vieja amante, sobre todo cuando me mira con esos ojos...


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