AL ALCANCE DE SU MANO

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            AL ALCANCE DE SU MANO

Desnuda en la cama había acabado de masturbarse. Tuvo un gran y sonoro orgasmo y aún se frotaba el clítoris; las piernas en un movimiento frenético fueron cesando despacio sus movimientos.
Él tenía una erección descomunal. El capullo muy sonrosado, el cordón violáceo del glande brillante.
Ella le dice: «arrodíllate y ven.» Él obedece, se coloca sobre ella. «Ven, más cerca.», musita ella. Se coloca frente a su cara. La verga se balancea. Ella la tiene al alcance de su mano y la agarra con fuerza. La siente ardiente, dura; las venas ensanchadas. Los huevos están tensos. Desliza sus dedos sobre toda la tranca y él gime. Centra sus caricias en el grueso capullo, juega con el agujero; lo circunvala y lo abre ligeramente. La yema del dedo se junta con el flujo transparente, espeso. Juega con los hilillos de fluido sexual. Él mira y su ardor llega hasta rozar el clímax. Ella le coge por el culo y lleva la polla a sus labios. La besa. Su lengua chupa; primero el glande, después toda la verga. Se la mete entre los labios. Él jadea y empuja ligeramente. Ella chupa, lame sobre toda la extensión cilíndrica de la polla. Él está fascinado con la mamada y disfruta viendo cómo le hace la felación.
Ella saca la verga y le dice: «no te corras todavía; avísame cuando llegues.» Él asiente con la cabeza. Ella se la introduce de nuevo entre los suaves labios gordezuelos y sigue mamándola. La tiene sujeta por la parte baja. Con la lengua la recorre, la llena de saliva, la aprieta entre el paladar y la lengua, sorbe su flujo mezclándolo con su saliva, continúa chupando la dura y gruesa verga.
De repente, él se aparta y saca la tranca, chorreante de la saliva. La polla queda cimbreante sobre las tetas gruesas de ella. La agarra y la frota contra las grandes mamas, hasta que entre jadeos, con un gemido bronco deja salir un chorro de leche espesa y ardiente que cae sobre el mentón de ella, salpica el cabello, los labios y se derrama sobre los pechos, gotea en los pezones, resbala hacia el ombligo. Las sacudidas continúan y el semen fluye hasta que lentamente va menguando. Ella retira el semen del cabello, toma en sus dedos el que tiene en el mentón y los labios y lo chupa; frota toda la leche sobre las blancas tetas y cubre los pezones con las salpicaduras calientes. Una vez se ha corrido, el olor de la leche masculina le inunda las cosas nasales. Cuando los espasmos cesan, se tumba al lado de ella y le acaricia el vello púbico y los labios húmedos de la vulva, jugando con el fruto erecto del clítoris, y así los dos quedan exhaustos, abrazados.
Ella recoge entre las yemas de los dedos el caliente semen que él ha vertido entre los dos pechos, primero lo lleva a los labios de él e introduce los dedos hasta la lengua; a continuación vuelve a impregnarse los dedos y los mete en su boca sorbiendo la viscosa mata seminal. Estrechan sus labios y se duermen plácidamente mientras la luna ilumina la habitación.


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