Caperucita Roja 2/4
Por El Peregrino Oscuro
Enviado el 15/09/2024, clasificado en Terror / miedo
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Unos golpes en la puerta despertaron a la abuelita de su siesta, abrió los ojos despacio, desperezándose. Suspiró cansada y con gran esfuerzo se puso en pie. Avanzó despacio hacia ella, con pasos lentos y cortos; a pocos pasos de la puerta, preguntó:
- Caperucita, ¿eres tú?
Nadie respondió desde el otro lado.
La anciana apoyó su mano sobre el picaporte de la puerta y comenzó a girarlo, haciendo que poco a poco la vieja puerta se abriese.
- ¿Caperucita…? – volvió a preguntar.
Al terminar de abrirse la puerta, el rostro de la anciana quedó paralizado en una mueca de miedo, a la vez que su cuerpo era incapaz de llevar a cabo su deseo, de cerrar nuevamente aquella puerta, paralizado completamente por el horror.
Ante ella se alzaba amenazante aquel inmenso lobo negro, con aquella rara sonrisa en su rostro.
- Hola vieja… por fin…
En un abrir y cerrar de ojos, el lobo se abalanzó sobre la anciana, haciéndola caer de espaldas con un golpe seco; algunos adornos cayeron al suelo tras el golpe. El lobo gruñía en la cara de la abuela con sus fauces apretadas, haciendo que algunas babas cayeran de entre sus dientes, sus ojos desorbitados inyectados en sangre. Luego, todo se volvió oscuro.
Poco después, Caperucita Roja llegó a las cercanías de la casa de su abuela, abrió la pequeña puerta del jardín y avanzó hasta la puerta, dando pequeños saltitos al andar y tarareando aquella vieja melodía que la había acompañado todo el camino. Se acerco a la puerta principal, llamó suavemente con sus pequeños nudillos. Al tercer golpe la puerta se abrió ligeramente, en la cara de la niña se dibujó la sombra de la confusión. Abrió la puerta despacio, dentro, todo estaba en sombras.
- ¿Abuela? – preguntó con duda en su voz.
La respuesta llegó tras un momento de silencio.
- Hola niña.
Caperucita Roja dio un pequeño salto al exaltarse tras escuchar aquel tono de voz tan extraño y familiar a la vez.
- Pasa Caperucita… te estaba esperando.
La niña obedeció, entrando despacio en la estancia.
- Abuela, ¿por qué está todo tan oscuro? – preguntó la niña.
Quien hubiese suplantado a su abuela permaneció en silencio unos instantes, meditando la respuesta.
- ¿Abuela…?
- Me duele mucho la cabeza niña… y la claridad no me ayuda – contestaron desde la cama.
- Bien… lo dejaré todo así entonces – respondió la niña.
- Que buena eres Caperucita, anda ven, acércate…
La niña avanzó por la casa despacio, las dudas empezaban a surgir desde dentro de ella, algo no encajaba en aquella habitación. Ensimismada en sus pensamientos, no se percató, que en su avance hacia la figura oscura que se encontraba en la cama, había pisado un charco de algo húmedo y viscoso.
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