EL ENCUENTRO (2)

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Tania se sentó, con una pierna doblada Seguía acariciándola. Las dos pieles se deslizaban suavemente en un contraste de luz y tonalidad. Cruzaban sus brazos en los abrazos y sus piernas se superponían. Rozaban sus sexos y se hacían uno solo. Siguieron sin prestarme atención, aunque mi presencia aumentaba su excitación. Mi pene seguía duro y firme, bamboleándose al observar la forma en que sus bocas se comían y sus sexos se frotaban. Mi polla estaba erecta, gruesa y caliente. Cambiaban de postura, mostraban sus tetas cuando Tania se elevaba sobre Maruja y le acariciaba los cabellos; los culos, tan diferentes, esférico y suelto el de Maruja; elásticas y firmes las pequeñas nalgas de ébano de Tania. Mi excitación me llevaba a desear participar en el juego, sentir las dos manos sobre mí, que me acariciaran los testículos y agitaran mi verga. Vi que la punta del glande dejaba salir un brillo de flujo translúcido. Agarré el falo y lo apreté.

Tania pareció no darse cuenta todavía de mi presencia allí, montada sobre mi mujer. Maruja me vio y con la mirada me pidió que me acercara. Con la polla apenas balanceándose de lo tiesa que estaba obedecí. Tania se giró y con una sonrisa me hizo un gesto con el índice para que llegara hasta la cama. Comenzó a atar a Maruja a los barrotes de la cabecera de la cama (luego supe que esa era la fantasía que Maruja quería realizar); ataba sus manos. Me dio una tira de lienzo, para sujetarle los pies. Lo hice. Le besé el vello púbico mientras lo hacía y le abrí la vulva, donde lamí los gruesos y largos labios de Maruja. Até sin apretar sus pies a los barrotes de la parte baja de la cama. Maruja se agitó con una ligera convulsión de placer anticipado. Observé su cuerpo. Conservaba una carne juvenil; sus pezones eran gruesos y las tetas redondas y grandes; las caderas muy sensuales; el sexo velludo atraía la mirada de Tania, que se detuvo en el triángulo revuelto y rizado de pelos. Maruja tenía un pubis muy velludo con una agradable mata de vello. Se dobló sobre el vientre y lo acarició con la boca, sumergió sus dedos entre el matojo perfumado de Maruja.

Una vez ligada por completo, le cubrió los ojos con una venda dorada. Besó sus labios y acarició primero un pecho; luego el otro. Pellizcó los pezones que se endurecieron. Maruja emitió una especie de gorjeo que yo conocía bien; estaba excitada, caliente, húmeda, presa del deseo. Tania jugó a pasar sus senos pequeños y oscuros por los blancos de Maruja. Me pidió que le acercará un tarro de crema de cacao y le fue untando las tetas que quedaron teñidas de un color similar a las de ella. Se inclinó sobre las mamas de Maruja y comenzó a chuparle los pezones tiesos y gruesos. Maruja se relamió los labios y se balanceó sujeta a la cama. Emitía unos gemidos cortos y algo roncos. Yo me acaricié el glande y froté el fluido que salía por el agujero por la cabeza hinchada y enrojecida del capullo, impregnándolo todo, mientras Tania le comía las tetas a mi mujer. Se las chupaba con fruición. Maruja se agitaba, subía y bajaba los hombros. Tania succionaba a fondo los dos pezones y sonaban los lametones. La chica empezó a masajear sus propias tetitas. Se giró y me miró. Yo bajaba y subía la piel de mi tranca pajeándola, pero despacio para alargar la excitación, para evitar venirme sin ellas.

Luego llegó el momento de que Tania obtuviese su parte de fantasía realizada. Se colocó a horcajadas sobre el pecho de Maruja y lo volvió a cubrir con la crema colocando su vulva sobre los senos de Maruja. Yo me puse muy cerca, con la verga como un palo y observé de cerca la escena con un fuego interior creciente. Tania fue girando las caderas y frotando su coño sobre las tetas engrasadas; con los dedos de ambas manos se abrió la raja e hizo bailar el clítoris contra los pezones. Tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta, jadeaba; Maruja, percibiendo lo que estaba ocurriendo, se removía para que la danza de sus mamas resultase más placentera. Yo acaricié la espalda negra de Tania que se arqueaba hacia atrás. Le besé la nuca y los hombros, acaricié los cabellos ensortijados y cortos. Apreté mi polla contra su espalda. Ellas seguían su disfrute carnal. Jadeaban y gemían. Tania subió hacia la boca de Maruja y puso su breva en sus labios. Maruja empezó a lamer la vulva cubierta de crema que seguía abriendo Tania. Yo veía cómo la lengua daba lametones por los labios pequeños, circundaban el clítoris y entraban y salían por el orificio de la vagina. La lengua chasqueaba y la boca de Maruja succionaba la raja por completo; su lengua se introducía hasta que los labios verticales de Tania y los horizontales de Maruja formaban una sola unidad. Bajé para ver qué experimentaba el coño de Maruja. Estaba completamente mojado, había una cristalina capa de flujo por toda la abertura del chocho; brillaba visiblemente y un pequeño reguero bajaba hacia los cachetes del culo. Los pelitos cercanos a los gordos labios, que habían adquirido una tonalidad cárdena estaban enredados entre sí, con un grumito de flujo.

Me dolían los huevos de la tensión sostenida para no eyacular; apenas me tocaba evitando una satisfactoria masturbación que pusiera fin a mi desbocado deseo de dejar salir el chorro de leche con un fuerte orgasmo... Y Tania, en ese momento, gritó y cabalgó en la boca de Maruja. Su orgasmo la llevó a caer sobre mi mujer, con los brazos abiertos. Maruja se tensionó y sus piernas se sacudieron rítmicamente, como si fuera ella la que se había corrido. Permanecieron así un rato, mientras en ese lapso yo me acariciaba las pelotas y el flujo bajaba espeso desde el agujero del glande hasta el vello, por todo el falo. Tania se irguió, se giró y bajó hasta el vientre de Maruja. Le besó el chocho y lo fue chupando. Tomó la crema entre sus dedos y llenó todo el coño de Maruja, que jadeaba sonoramente. Yo me acerqué y me agaché. Tania y yo nos miramos y ella me indicó que la sustituyese en la mamada de coño. Olía a la crema. Me incliné y fui chupando los grandes y gordezuelos labios de Maruja entre los míos. Ella con la venda sobre los ojos, no podía saber quién de los dos se lo comía. Los chupaba y lamía, metía mi lengua en aquella raja endulzada por la crema oscura y tragaba la mezcla con sus jugos. Acaricié con un dedo el clítoris hinchado y violáceo; lo introduje en la vagina sin dejar de comerle la perla de su capullito abierto. Tania miraba, y acariciaba. Sus manos se deslizaron hacia mi vientre, agarraron mi tranca. Dejó que sus dedos escurrieran por todo el mojado mango, llegaron a la base y subieron sujetando la piel y la acarició pajeándolo. De repente paró sonriendo, soltó la verga y fue a lamer de nuevo las tetas. Maruja jadeaba con mi mamada de coño.


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