A SOLAS

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A SOLAS

Siempre tuvo Carmela los pechos grandes, pero los pezones en forma de cono invertido, dos apetitosos cráteres donde la yema de los dedos de hunde para acariciar, en su hondura, los dos lóbulos carnosos de un marrón suave rodeados de aréolas de puntos gruesos y desiguales.

Ahora la tengo desnuda frente a mí, sentada en una posición de rodillas, ligeramente inclinada a la izquierda. Con una sonrisa pícara entresaca la lengua rosada y húmeda, agarra el pantalón y me lo baja. El bóxer deja ver perfectamente la forma de mi pene aplastado contra la goma superior. ¡Uy, uy, uy!, dice Carmela, mientras retira la prisión del falo. Éste, liberado, se queda tieso hasta más allá de la altura de mi ombligo. Ella de queda observando el glande hinchado, con el cerco morado y la piel lisa del prepucio, mostrando las venas hinchadas. Inclina un poco más su cabeza para mirar fijamente los testículos, apretados y tensos por la libido y el deseo. Yo abro ligeramente los muslos y me pongo recto en el cojín del sofá. Carmela me mira a los ojos y sonríe maliciosa, con los ojos entrecerrados. Me acaricia los muslos con suavidad. Yo noto que la boca de mecredeca, el pulso de me acelera y el falo da una leve sacudida contra el vientre velludo. La dejo hacer.

Marcos está excitadísimo. Sus ojos centellean cuando me quedo mirando sus huevos peludos y grandes. Están apretados y llenos de esperma. Inicio mi juego acariciando sus muslos. La polla da una ligera sacudida; está tiesa y en toda su extensión. Es grande, más alta que la distancia del comienzo del mango y el agujero de su ombligo; gruesa, con el capullo rosado brillante, como si tuviera barniz, y el círculo donde termina está violáceo. Es una corona hinchada y tersa. Las venas azuladas se han ensanchado. La respiración de Marcos se ha acelerado. Ha abierto los muslos para dejarme la iniciativa. Se ha reclinado en el sofá, hacia atrás. Le acaricio los muslos y me acerco a su sexo hambriento.

Colocó el índice en la boquita del glande, en el agujerito irregular del capullo y lo deslizó despacio por todo el frenillo. Hago círculos en la cabecita de esa polla que es ahora toda mía. Con la otra mano le acaricio las bolas. Vuelvo al agujerito y lo entreabro. Algo brilla y aparece una gota de flujo espeso como si fuera una gotita de miel transparente. Mi índice la toma y la gota adquiere la forma de un hilillo que estiro hasta que se desliga y vuelve al glande, donde se esparce entre otras gotas de fluido. Marcos deja escapar un sonido gutural de placer inconfundible.

Le agarro el capullo y lo aprieto jugando con él. Lo retuerzo ligeramente y lo hago girar, luego hago un movimiento como si estuviera muñendo su glande. Ahora todo el orificio está brillante, lubricado del flujo transparente y muy espeso. Lo recojo en mis dedos y lo llevo a mis labios; de ahí, me acerco a la boca de él y mis labios entregan el líquido caliente a los suyos. Él me come los labios y su lengua recorre la mía.

Me retiro y le cojo toda la polla y empiezo a subir y bajar por la rama dura, de arriba abajo, hasta golpear el final, allí donde se junta con los testículos. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis veces ... , y vuelvo al agujero inundado de líquido preseminal. Unto todo el capullo, que está incandescente, de un rosa cercano al cárdeno.

Sigo la masturbación, pero la voy interrumpiendo cada vez que noto que comienzan sus espasmos. Ahora juego con sus cojones, apretados y duros. Separo los dos huevos, uno a cada lado, y los acaricio suavemente, recorriendo y marcando su forma ovalada. Los sopeso, los subo y los bajo alternativamente. El palpitar de la tranca se ha relajado, pero la erección sigue al máximo. Vuelvo a tomar entre mi puño la verga y le voy subiendo y bajando la piel; estiró hasta que casi cubre todo el capullo que sigue mojado de flujo. Dejo caer saliva sobre la punta de la corona de su polla. Escurre entre mis dedos en forma de cáliz y dejo que toda la tranca se ponga chorreando en largos y rápidos regueros. Mi saliva está caliente... también noto mi chocho húmedo. Pasó mi mano por la raja y tomo mi flujo entre los dedos; los llevó a la boca de Marcos y lo beso en una comunión sexual ardiente, ambos llamemos mi flujo y lo mezclamos con nuestra saliva; las lenguas se acarician intercambiando líquidos.

Me siento al lado de Marcos. Me acaricia las tetas, buscando mis escondidos pezones, que se yerguen. Yo acaricio la polla repetidamente, pero sin agarrarla, con las yemas de los dedos, con toques cortos. Noto que toda mi vagina está húmeda. Estamos los dos cachondos y a punto para pasar a otra fase.

Lo empujo y me doy la vuelta. Le pongo el culo a la altura de la cabeza y yo de cara a su polla. A la vez, él empieza a comerme el coño; yo me trago toda la verga y empiezo a mamarla. Marcos me abre el conejo y su lengua recorre mis labios y entra en la carne rosada y llena de fluidos. Sale y empieza a chupar y sorber mi clítoris, que está hinchado, erecto, violáceo. Yo le hago una mamada placentera, mientras siento cómo me viene el clímax. Jadeo y gimo repetidamente, sin dejar de comerme la tranca. Escucho a Marcos sorbiendo mis flujos. Me chupa el clítoris fantásticamente. Entonces con un aullido de placer descarga en mi boca si leche caliente y espesa, a grandes chorros. Yo trago el esperma que no deja de salir. Escurre entre mis labios. Él hace girar la perla de mi coño y sin poder aguantar más me corro entre sus labios como si cabalgase, frotando una y otra vez todo mi coño contra su boca. Nuestros gemidos de confunden. La verga de Marcos va dejando sus movimientos espasmódicos, yo relamo las últimas gotas de su leche y mi clítoris deja de saltar en sus labios.

Me dejó caer al suelo, con los brazos hacia arriba. Mi coño está chorreando de la saliva de la boca de Marcos. Levanto la cabeza y veo su miembro aún enhiesto, con restos de leche por los lados. Los pongo en mis dedos y los chupo jugosamente, mientras él mira cómo lo hago.

Lo miro fijamente y le digo: ¿Follamos antes de que vuelva Carlos?


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