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   Don Braulio fue profesor hasta su jubilación. En medio de los exámenes de sus alumnos rellenaba pasatiempos, a los que era muy aficionado. Cuando terminaba de comer, mientras su mujer fregaba los platos, completaba crucigramas, para pasar el tiempo.
En el café de le veía descifrando sudokus. Si le preguntaban por su hobby, respondía que era para matar el tiempo. Si caminaba con la vista baja y se cruzaba con un conocido y le interrogaba, ¿qué, don Braulio?, decía que estaba distrayéndose. Y así hasta que un día el tiempo no se dejó de matar y le mató a él.
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