SECUENCIAS (Paula y Mónica)

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SECUENCIAS
(Paula y Mónica)

 

Con un delicado beso entre los pétalos de aquella vulva humedecida, Mónica recibió en la suya el calor de la lengua de Paula. Una caricia intensa que exploraba el interior, deslizándose entre los dúctiles labios verticales, hundiéndose en la sabrosa carne femenina. Los dedos abren suavemente las orillas del canal placentero que hace estremecer a Mónica; Paula poseída por el toque sabio de aquellos labios gordezuelos que atrapan los suyos desiguales y se ajustan a la abertura espaciosa para dejar paso a la penetración circular de la lengua de Mónica, gime y se frota en los labios que lamen el capullo endurecido. La creciente pasión hace que también su penetrante lengua se ladee, se enrosque, empape el interior de la vagina de Mónica. Paladea los jugos espesos, los lleva a todos los rincones de su boca.

Mónica se separa ligeramente, observa el agujero brillante, rosado como una aurora de primavera, e introduce dos dedos entre las paredes lubricadas por el fluido interno de la vagina de Paula. Entra y roza hasta que se estrellan sus nudillos en el vientre desnudo, con su forma de delta, jugoso y tierno demandando el agasajo cariñoso.

Siguen en esa posición, en esa despaciosa secuencia invertida, la una sobre la otra. Se suceden las caricias de las yemas de los dedos, los delicados toques en las paredes deslizantes de los conductos distendidos, que se abren a la espera de las ondas penetraciones. Las caderas de las dos se mueven facilitando el encuentro entre los dedos amantes y los puntos placenteros del ardor. Se alternan las penetraciones y los besos que lamen y sorben chupando el licor gemelo.

Paula conoce los recónditos espacios donde Mónica se derrama en densos arroyos aromáticos como miel ligeramente salina. Extrae sabiamente cada gota, mientras Mónica se retuerce y sube el montículo de oscuro musgo ensortijado. La lengua de Paula como la lámpara de una experimentada espeleóloga descubre cada espacio donde desatar gemidos cadenciosos. Para un instante, observa los hilos del fluido del interior de la vagina de Mónica mezclados con la burbujeante saliva cálida que ha ofrendado en el altar sagrado del abierto agujero, a la vez que del interior de aquella raja ensanchada por las caricias dactilares se escapan los dedos oferentes y un largo beso humectante prolonga los placeres para volver a recorrer el vaginal pasillo sedoso con tres dedos agrupados en un haz que provoca fuertes gemidos espasmódicos.

Paula atrae entre sus muslos la cabeza de Mónica y la presiona. La lengua se introduce hasta el fondo recorriendo el conducto resbaladizo, y bebe la jalea real del goce compartido. Es una penetración larga seguida de una extracción corta para profundizar en aquella gruta chorreante y ardiente.

El festejo del sexo enamorado continúa hasta que Mónica entre un torbellino de jadeos se vierte entre los dedos de Paula, los atrapa con latidos succionadores; se corre con los ojos cerrados, sin dejar de lamer y sorber el licor de suave aroma que brota de Paula. E inmediatamente con una sacudida contenida siente como ésta se viene en sus labios de fuego.


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