CARTA A PRIYA
Querida Priya,
¿Cómo van las cosas por Calcuta? Supongo que con pocos cambios. Allí las cosas van con otro ritmo, no como el frenético vaivén de la City. Aquí el tiempo ya cambió, y Londres presenta unos días tan grises e inhóspitos como siempre, con su gente cargada de falsa amabilidad y el fariseísmo de todo Occidente.
Te quiero contar lo último entre Edgar y yo. Lo pasarás bien, ¡seguro!
El domingo pasado se acercó al salón y se quedó mirándome un rato, con los brazos detrás de la espalda. Cuando levanté la vista de mi libro vi que estaba extraño. En seguida comprendí que estaba caliente y quería que nos acostáramos.
Se acercó y me mostró lo que escondía detrás de la espalda. Era una caja. "Es una sorpresa, Rami", me dijo. Me lo dio y abrió el paquete. Dentro había un delgado satisfyer plateado. Yo me eché va reír sosteniendo el instrumento. “Menudo regalo...", dije. Él se sentó al lado mío y me abrazó. Inició los juegos besándome el cuello y abriendo mi blusa. Metió los dedos y acarició mis senos, como sopesándolos y retorciendo los pezones. Inevitablemente, yo noté el ardor en mi interior, ya me conoces, así que me dejé manosear y comer por su boca caliente. Toqué su bulto y tenía el pene duro dentro de los pantalones. Así que le abrí la cremallera y se la saqué y la apreté entre mis dedos, bajando y subiendo la piel, sobándole el capullo con fuerza. La polla estaba durísima y tiesa. Edgar la tiene grande y gruesa.
Él se dejó hacer y yo me quité la blusa y la falda, quedándome en bragas. Edgar se echó sobre mí y me magreo los senos, las besó y chupó mis pezones. Me acordé de ti, de tus inmensas tetas cuando le dabas de mamar a Arhaan. Fue, ¿recuerdas?, cuando tú me miraste y me sonreíste, y yo a ti. Te diste cuenta y me mostraste mejor la que el bebé dejaba libre. De ese momento nació nuestro deseo común y nuestro amor. ¡Ah, amor mío, cómo suspiro al recordarlo! Tenías el pezón grandísimo, con aquella aréola brillante que ocupa casi la mitad de la circunferencia del pecho. Al cambiar a Arhaan el otro pezón dejó discurrir gotas de tu blanca leche hacia abajo. Yo me acerqué y pasé por él con el pañuelo, haciendo una caricia disimulada; pero tú te percataste, echaste la cabeza hacia arriba y me dirigiste una mirada entre tierna y voraz. Así que deje el pañuelo y pase mis dedos por encima de tu pezón, que seguía rezumando gotas lácteas. Así comenzó, mi vida, estrella de mis noches, nuestra relación de pasión y dulzura. ¿Te acuerdas, Pri?
Froté su falo y Edgar se desnudó. Entonces yo me quité la braga. Él cogió el artefacto y sacó de la caja un pequeño spray lubricante, y untó todo el satisfyer. "Túmbate en el sofá, Rami", me dijo.
Y yo me puse boca abajo. Edgar comenzó a besarme desde el cuello al culo, me dio un par de cachetadas suaves y me beso cada glúteo. Y metió sus dedos por en medio de mi mata frondosa de pelos. Los hundió dentro de mi vulva, que estaba muy mojada ya. Su lengua mojaba la entrada, pero no como tú lo haces, cariño, con tu suave lamido, con tu forma de besar toda la extensión de mi yoni, como un pétalo de rosa en cada labio abierto. También me acordé de la fragancia de tu vulva, rosada y perlada de tu rocío interior.
Sacó los dedos y me acaricio el agujero de encima. Yo notaba cómo acariciaba la grietita y las líneas de mi ojete, una por una, deteniéndose en el agujero y haciendo circulitos en él. Se agachó y lo besó.
Yo seguía de boca para abajo, con las piernas abiertas, dejando que él me llenara de saliva el ojete. Edgar jugaba en mi entrada. Para facilitar la penetración recogí las piernas y subí los glúteos. Si dedo accedió fácilmente con la humedad de la saliva. Tomó el consolador y lo fue introduciendo en mi recto. Yo gemí al sentir cómo me penetraba, tu conoces cómo me excito. El aparato iba entrando y se hundió en mi carne expandida. ¡Ojalá hubieras sido tú, Pri, la que me follase por el culo! Me fui mojando toda, a la vez que él me iba jodiendo. El satisfyer salía y entraba fácilmente; mi canal estaba lubricado. Edgar estaba todo empalmado y cuando me giré de estaba manoseando el pepino.
Me dejó dentro el aparato y vino hacia mí. Quería que se lo chupase. El lingam se le balanceaba al caminar. Aproveché para acariciarme la vulva y masturbarme. Le besé el capullo, pero no le hice la mamada que reclamaba. Él se pajeaba y jadeaba fuertemente. Me bajé del sofá con el consolador dentro del ojo del culo. Me gustaba la sensación, tú ya lo sabes, porque una vez jugamos a hacer un 69; que yo te comiera la almejita mientras tú me follabas por detrás. Ese inolvidable día las dos tuvimos un orgasmo simultáneo, y nos corrimos entre chillidos de placer, para terminar abrazadas hasta que nos dormimos.
Le pedí a Edgar que se tumbara él boca arriba. Le agarré la verga y comencé a masturbarlo enérgicamente, hasta que le hice correrse en su propio vientre velludo. El esperma salió disparado y chorreó por su pecho y el vientre. Entre espasmos dejó escapar salpicones de leche, que bajaba a lo largo de su falo enhiesto y le mojaba los huevos. Él gemía una y otra vez. Mientras, yo metí los dedos en el coño y me masturbé vigorosamente el clítoris...y me fui. Los movimientos de la vulva arrastraron el satisfyer fuera de mi agujerito, que estaba chorreante, palpitando y abierto.
Así terminó todo. Y esa fue mi experiencia anal con Edgar, quien seguramente creía que yo era virgen por ahí. El ignora, como es natural que tú me desvirgaste aquella tarde, el día que nos quedamos solas (a veces lo recuerdo y me pongo caliente, entonces me excito hasta que me dejó llevar y me masturbo) y él fue a su consulta médica. Fue cuando tú me follaste por detrás, mientras yo te comía ese jugoso coño, mi añorado yoni. Fue, la segunda maravillosa vez en que nos hicimos el amor, tiernamente, no a la manera masculina.
Ahora pienso en ti, en tu voz clara, en tu silueta. Priya, te echo de menos y añoro tus labios, tu espalda, tu vientre, tus pechos...¡Necesito restregarme en tu cuerpo, sentir como tu chocho moja el mío, las dos rajas apretaditas una contra la otra y deslizándose con los fluidos como gelatina! ¡Necesito que me comas la boca y mi higuito tierno para ti! Añoro nuestras tardes de amor, y sólo espero ansiosa tu vuelta, cielo mío.
Te echa de menos, te añora... y algo más,
Rami
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