LA "LUZ" INTERIOR 2

Por
Enviado el , clasificado en Amor / Románticos
63 visitas

Marcar como relato favorito

- ¡Ejem! Bueno, un poquito. Ahora es algo más circunstancial que otra cosa- le respondí quitando hierro al asunto, pero a la vez con el temor de perderla como ya me había ocurrido otras veces con algunas damas 

- Entiendo.¿Sabes? Yo estoy bastante triste porque hace medio año que murió mi hermno mayor con el que estaba muy unida en un accidente de moto - dijo ella.

- Oh. Lo siento de veras. Esto debe de haber sido muy duro paa ti.

- Sí que lo es sí. Y todavía no he podido superarlo del todo. Ahora él está con Dios- expresó. No sé porqué pero aquella última observación me llegó al alma.

Como no puedo dejar de ser un escéptico de la naturaleza humana me vino la idea que si ella accedía a ir conmigo era porque la había pillado en un momento de baja forma y tal vez yo le recordaba a su hemano fallecido; o puede que me tomara por un paño de lágrimas. Pero me apresuré a expulsar de mi mente aquel pensamiento para centrarme en quien tenía delante.

Luego al salir a la calle yo le iba explicando como si fuera un cicerón consumado la historia de Barcelona de finales del siglo XlX. Por ejemplo le enseñé la casa en la que vivió y murió el gran poeta catalán Juan Maragall.

-- Antes, la gente vivía muy hacinada en estas calles estrechas en las que apenas daba el sol. Pero cuando se derribaron las murallas, el genio urbanista llamado Idelfonso Cerdá planificó el Ensanche que son las avenidas de grandes proporciones para que el ciudadano barcelonés pudiera vivir con mayor holgura y más salubridad - le conté.

Beatriz parecía escucharme con gran atención. ¡Por fin alguien como aquella angelical mujer reparaba en mi erudición; en mi manera de ser! El tan cacareado amor romántico bien podía ser una forma de huir del frío interior; de la más abyecta soledad que nos abruma a muchos. Era blanco sobre negro.

En el entretanto mientras paseábamos por las Ramblas me acometió un inesperado arrebato y abrracé con vehemencia a Beatriz al tiempo que la besé tiernamente en los labios. Asimismo la joven me abrazó a su vez con una espontanea afectividad, y yo noté en mi barriga un dulce cosquilleo de plenitud. Pero sobre todo sentí que en mi fuero interno se despertaba un dormido sentimiento de entrega el cual parecía haber estado apagado durante muchos años, del que se desprendía una inmensa ansia de vivir.

- Te he estado esperando desde siempre, pero tú no venías, no venías. Pensé que que tan sólo eras una fantasía de mi imaginación - le susurré sin soltarla.

- Pues ya me tienes aquí. Como ves soy muy real- respondió Beatriz con una sonrisa.

Posteriormente llevé a la joven en coche hasta su casa en Badalona, habiendo quedado previamente en volvernos a ver en otra ocasión. Cuando llegué a mi hogar y vi a mi esposa que era una fémina dos años mayor que yo viendo un programa de cotilleo en la televisión sentí de pronto que aquella gris rutina doméstica que cubría como un manto la ausencia de diálogo entre los dos evidenciaba que nuesra relación en común había concluído desde hacía mucho tiempo, por lo que se me caía encima como una losa. Tuve muy claro que aquella situación en realidad  era una farsa que obedecía a un formulismo social sacralizado por la Iglesia y por la legalidad jurídica.

De hecho yo era muy consciente de que se me hacía muy difícil vivir sin estar junto a Beatriz, y contaba con ansiedad las horas, los días para poder estar a su lado y estar iluminado po su luz inrerior.

En el próximo encuentro Beatriz me invitó a almorzar en su piso y durante la comida como yo me sentía más eufórico que nunca, pues era como si hubiese recuperado una segunda juventud, me dio por hacer el payaso; hacía bromas tontas, explicaba chistes con muy poca gracia; cosa que jamás suelo hacer

Y ella reía, reía de un modo tintineante que era lo que yo pretendía. Su risa me evocaba a las cristalinas aguas de un río deslizándose por entre las piedras y los guijarros en un agreste paisaje en un día soleado.

Al poco de terminar el sencillo pero estupendo almuerzo, en el que no faltó la típica ensalada -¿por qué a las mujeres les gusta tanto este plato?- Beatriz se adentró en su habitación para cambiarse de ropa y así estar más cómoda. Mas dejó la puerta enteabierta y yo no pude evitar de espiarla, por lo que me entraron unos irreprimibles deseos de poseerla; de hacerla mía. Anhelaba apartarla del mundanal ruido para tenela solo para mi y fusionarme en su yo más íntimo.

No tardamos en acostarnos en su estrecha cama y ella se solazó contemplando la erección de  mi pene y aquel acto aún estimuló más mi líbido hasta que al fin nos entregamos el uno al otro en un desbocado frenesí.

Fue entonces cuando percibí la vitalidad de su juventud porque para mi asombro ella se movía como una anguila. Pero a mi lo que de verdad me conmovió más que el acto sexual en sí fueron las suaves caricias que mi anfitriona me hacía a lo largo del cuerpo, como si quisiera tomar plena conciencia de mi ser. Y es que a pesar de que las feministas digan que los hombres somos unos brutos, lo cual revela una xenofobia de género, nosotros los varones también tenemos nuestros sentimientos y nuestra sensibilidad.

                                                                                 CONTINÚA                                                                                                                                  


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed