Una nueva vida (3ª parte)
Por Jerónimo
Enviado el 27/12/2024, clasificado en Adultos / eróticos
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A la media hora de haber llegado, cuando empezaba a desesperar, la vi entrar. La acompañaba un hombre maduro que desprendía un aire de tío rico que no podía disimular. él iba vestido con traje, algo que llamaba la atención en ese ambiente. Se sentaron en una mesa no muy lejos de la mía, pero ella aún no me había visto. Pero noté que empezaba a mirar con detenimiento, recorriendo el local con sus inmensos ojos azules. Cuando me vio, sonrió, le comentó algo a su acompañante y vino a sentarse a mi lado.
-Buenas noches, veo que has vuelto.
-Hola. Sí, me apetecía tomar una copa, le mentí. No quería mostrarle mis cartas de golpe. Aún no sabía nada de ella y temía que si le confesaba que la estaba buscando para que me follara otra vez, pudiera perder el interés en mí.
-Me llamo Tatiana, y me alargó la mano.
-Maica, respondí.
El nombre le iba como anillo al dedo, pensé, con un toque de exotismo y mucha fuerza, como ella. Por eso pensé que tal vez no fuera su nombre verdadero, como mi Maica.
- ¿Te puedo invitar a una copa?, le pregunté.
-Por supuesto.
Empezamos a charlar de temas intrascendentes y Tatiana se fue acercando a mí, lentamente. No disimulaba sus intenciones, pues estaba completamente segura de sí misma, era sencillamente una manera elegante de desplegar sus armas. Cuando estuvo pegada a mí, rozando mi pierna con la suya, dio un trago largo a su copa y me invitó a hacer lo mismo. Mientras empezaba a beber, sentí su mano en mi muslo. La sorpresa hizo que una gota se deslizara por mi labio, bajando despacio hacia la barbilla. Tatiana se acercó y la secó con su lengua mientras su mano seguía subiendo por mi muslo hasta alcanzar la meta. Empecé a ponerme nerviosa, mirando para ver si alguien nos estaba observando. Pero recordé el baile de mi amiga y cómo la gente pasaba de mirarla. Salvo algún buscón que te invitaba a tomar algo si te veía sola, todos estaban enfrascados en sus asuntos.
Dejé de preocuparme por los demás definitivamente cuando Tatiana me metió un dedo en el coño. Cerré los ojos y en ese instante nada más existía para mí que el dedo de esa mujer jugando con mis labios y mi clítoris. El morbo y su habilidad para encontrar y pulsar los resortes que más me excitaban hicieron el resto. Me corrí en silencio, apretando las manos debajo de la mesa. Tatiana sonreía y bebió otro trago de su copa.
- ¿Has follado tú a una mujer?
- No
- ¿Te gustaría hacerlo?
Respondí con un sí que me salió del alma. Estaba tan cachonda que ardía de ganas de acostarme con Tatiana, libres de posibles miradas, solas para explorarnos sin complejos.
-Pero mejor vayamos a un hotel, propuso. El baño es excitante, pero algo limitado, ¿verdad?
Asentí y nos levantamos para salir.
-Termina tu copa, me dijo. Te ayudará.
La obedecí sin dudar. Mientas acababa la copa, ella fue a decirle algo a su acompañante, que asentía con la cabeza. Salimos del pub y no tuvimos que andar mucho para encontrar un hotel cerca. Era un establecimiento lujoso y, anticipándose a cualquier duda que pudiera tener, Tatiana me dijo con autoridad:
-Pago yo. Eres mi invitada.
Con una seguridad inquebrantable, pidió una habitación con cama de matrimonio, grande. Era evidente que le daba completamente igual lo que pudiera pensar el recepcionista. En un aparte, mientras nos dirigíamos al ascensor me susurró al oído:
-Con suerte, le habremos dado en qué pensar.
La habitación era preciosa y la cama, que parecía muy cómoda, era realmente grande. Bajó las luces y me cogió de la mano llevándome al baño.
- Desnúdate, ordenó.
Y mientras dejaba que el agua de la ducha empezara a correr, ella también se quitó la ropa. Llevaba debajo del vestido un picardías negro que resaltaba su figura. Ahí de pie, mientras se quitaba los pendientes, me pareció una mujer verdaderamente hermosa y sensual. Con la excitación a flor de piel, nos metimos en la ducha. Me puso mirando a la pared y empezó a enjabonarme la espalda, pero enseguida sus manos se aferraron a mis pechos y comenzaron un juego de caricias y pellizcos que me estaba volviendo loca. Me mordió el cuello con fuerza, pero solo consiguió que me estremeciera de placer. Entonces, bajó su mano hasta mi vagina y volvió a masturbarme con habilidad, entrando y saliendo con sus dedos, buscando el clítoris, penetrándome hasta provocarme otro orgasmo violento y liberador. Me di la vuelta y la besé en los labios con pasión. Iba a masturbarla a mi vez, pero me detuvo.
-Quiero que me folles en la cama, deseo que me comas el coño con esa boca que me ha vuelto loca desde la primera vez que te vi.
Mojadas, fuimos a la cama. Tatiana se acostó con las piernas abiertas y ya no dudé un instante en meter mi cara entre sus muslos. Nunca había hecho algo así, pero descubrí que sabía instintivamente lo que debía hacer. Besé sus labios vaginales absorbiendo cualquier gota de agua que hubiera, chupe con fruición y notaba que lo estaba haciendo bien porque Tatiana no dejaba de gemir y retorcerse mientras me animaba:
-Hummm, sigue así, sí, sigue, puta.
Al oír que me llamaba puta, algo en mí se despertó, como un resorte que me liberaba. O tal vez sencillamente mi excitación había subido de golpe un peldaño más. Saqué entonces mi lengua y empecé a hurgar en su vagina, moviéndola arriba y abajo, en círculo, metiéndola y sacándola, chupando el clítoris, lamiéndola sin descanso. Tatiana arqueó la espalda y noté como agarraba con fuerza mis cabellos justo en el instante en que se corría en mi cara. Siguió presionando mi boca contra su coño, que se movía con pequeños espasmos de placer incontrolado, últimos ramalazos de su orgasmo.
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