El despertar de una chica introvertida
Por DivasSensuales2.2
Enviado el 05/05/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Alma y Max se reunieron a estudiar en la biblioteca de la universidad. No era la primera vez; su amistad comenzó a principios de semestre y se hizo habitual pasar la tarde resolviendo ejercicios, repasando apuntes y conversando. Max había empezado a sentir cosas por ella, pero Alma era una chica tímida y cerrada que evitaba temas muy personales, hasta que una tarde, hablando sobre sus sueños e intereses, ella se sintió cómoda mostrando una faceta de sí misma que suele mantener oculta.
En ese ambiente íntimo de la biblioteca, él escuchaba con atención cada palabra que ella soltaba, fascinado por su inteligencia y vulnerabilidad al tocar tópicos como su pasado y su futuro. Un roce de sus manos, una mirada sostenida y un "te ves hermosa hablando de tus sueños" desencadenaron en un beso con una clara conexión natural. El beso duró solo unos segundos; ella se apartó y miró a todos lados. Nadie estaba mirando, pero la presencia de otros hizo que volvieran a la realidad. Max se puso de pie y propuso seguir en su casa. Alma no dijo nada, solo afirmó con su cabeza, se paró y se fue con él.
Llegaron a casa de Max y, al cerrar la puerta, la timidez se fue desvaneciendo. Ella también estaba secretamente enamorada de su amigo y el beso que habían detenido hace rato continuó en ese momento, pero ahora con más pasión y un deseo que brotaba por sus poros. Alma podía sentir sus hormonas fluyendo; su cuerpo lo disfrutaba, ella lo disfrutaba. Su centro se humedeció como un manantial y sus pezones se endurecieron apuntando al deseo. Max notó su reacción, la tomó por el brazo y la guio a su cama, donde siguieron besándose apasionadamente. Él metió la mano dentro de su blusa y desabrochó su brasier para masajear sus tetas. Luego fue por su pantalón y su panty, ella sin poner ninguna resistencia.
Max se detuvo un segundo, dio un paso hacia atrás y admiró a Alma. Ella estaba ahí, a la orilla de la cama, despeinada y sonrojada, sus senos al aire, sus piernas abiertas y su vagina húmeda esperando acción. Él se comenzó a desvestir; ella lo miraba con la respiración agitada, hasta que dejó caer su última prenda de ropa, develando su pene ante ella. La visión de su miembro la dejó sin aliento, una mezcla de asombro ante su tamaño y ternura ante lo hermoso de su masculinidad.
Él fue de nuevo a besarla y quitar lo que ella aún tenía puesto, al mismo tiempo que recorría lentamente sus labios, su cuello, sus senos, su abdomen y su sexo. Ella estaba ardiendo; él acercó su rostro y su lengua saboreó un palpitante pussy. Ella jadeaba sintiendo que, además de la lengua, iban dentro un dedo, dos dedos, tres dedos. Él no se detuvo por nada hasta hacer que ella llegara a un orgasmo que convirtió su entrepierna en un manantial. Luego fue el turno de ella, quien de rodillas tomó con dulzura el pene de Max, saboreando su textura y firmeza, esa ternura pronto se convirtió en un apetito voraz que lo hizo arquear su espalda, gemir su nombre y llegar con un violento chorro dentro de su boca.
Pero esto no terminaba ahí. Luego de otra sesión de besos, estaban listos para el siguiente paso. Max colocó su pene entre los pliegues de Alma, entre los pétalos de su flor. Su cabeza palpitante, tersa y sensible se abrió paso entre la humedad hasta alcanzar la profundidad anhelada. Con lentitud al principio, cada centímetro era un gemido constante. Bajo él, ella se sentía expuesta y a la vez conectada. Cada embestida le permitía sentir la longitud de su naturaleza y ella lo abrazaba con sus músculos internos.
A continuación, ella se subió en él. Al montarlo, sintió la imponente dureza de su pene llenarla profundamente. Sus manos se aferraron a sus hombros mientras se movía a su propio ritmo. Cada descenso la hacía gemir, la magnitud de ese miembro la empoderaba, cada movimiento la acercaba más al éxtasis del placer.
Ambos estaban por llegar nuevamente, él la tomó por la cintura y la puso en cuatro para deslizarse dentro de ella desde atrás. Max la penetraba con una fuerza descontrolada y Alma gritaba pidiendo más mientras la fricción acercaba poco a poco el momento final.
El ritmo se intensificó, sus movimientos se sincronizaron, los gritos y gemidos se confundían, la tensión se rompió con ella temblando y derrumbándose en la cama. Él rápidamente sacó su miembro para explotar sobre las nalgas y la espalda de Alma. Un éxtasis compartido, una plenitud absoluta y el comienzo de una historia de amor entre dos amigos de estudio.
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