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EL DRAGÓN DE ORO
En una gran ciudad, el asfalto se derretía bajo el sol. Un dragón de oro, perdido entre rascacielos y anchas avenidas llenas de gente, se deslizó por las calles, dejando un rastro de luz y asombro. Los transeúntes se detuvieron, maravillados, mientras el monstruo de leyenda danzaba entre coches, edificios y niños asombrados. Sus escamas relucían, desafiando la monotonía urbana.
Pero, al girar en una esquina, con un batir de alas, desapareció en una nube de polvo, dejando solo un eco de purpurina dorada en el aire y el deseo de creer que lo imposible puede ser real.
La gente, atónita, comprendió que la belleza puede surgir incluso en los lugares más inhóspitos.
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