De repente, sin previo aviso, un apagón eléctrico sumió al país en una oscuridad digital desconocida para muchos. En pocos segundos la comunicaciones se perdieron y el caos iba adueñándose de la gran ciudad. Las conexiones dejaron de existir, y la gente nerviosa manipulaba sus móviles, tablets y ordenadores. Sin palabras, sin gestos ni mensajes todos empezamos a estar conectados por la misma vulnerabilidad, un crisol de sombras compartidas en silencio que producían miedo y preocupación.
En la oscuridad de sus hogares, dos amigos virtuales se buscaron, como cada día, preocupados el uno por el otro, pero a la vez sintiendosd cerca, en un refugio en el que no necesitaban luz para hablar desde el corazón.
El mundo estaba apagado, pero la conexion humana, que a veces no valoramos, los sentimientos y emociones, seguían brillando sin cortes ni distancias, intocables, como una llama que no necesita luz para arder.
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