CUENTOS BREVES (del manual de la masturbación) (26)
Por Eunoia
Enviado el 08/05/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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CUENTOS BREVES
(del manual de la masturbación)
(26)
GLADYS (VI)
(Continuación)
Esa mañana Rosalía miró a Gladys en la cocina. Observé cómo recorría con la mirada su cuerpo, despacio, cómo comenzaban a brillarle los ojos, y noté cómo dejaba de ver a Gladys como su tía y cómo el deseo crecía en ella.
Me aparté y vi como Rosalía se acercaba a su tía en silencio. Gladys seguía algo descolocada, pero no se movió ni articuló palabra alguna, pero una sensación extraña y excitante recorrió su cuerpo, cubierto por su corto albornoz blanco roto, que siempre usaba para salir de la ducha. Su pelo mojado caía sobre sus hombros, Rosalía lo enredaba entre sus dedos, pelo a pelo, rozando su cara. Gladys se estremecía tras cada movimiento. A ella le encantaba el sexo con hombres, pero fantaseaba a menudo con mujeres y eso la hacía disfrutar mucho. Ahora de nuevo una mujer la acariciaba y ella sentía derretirse por momentos. Rosalía era una mujer joven, guapísima, sentía sus caricias de una forma tan intensa que se asustó. Abrió los ojos, Rosalía acariciaba su cuello y desabrochaba su albornoz, mirando con un intenso deseo su cuerpo desnudo. Sus dedos recorrían su espalda, tan suaves... que Gladys se sentía paralizada por primera vez en su vida. Sus manos recorrían sus tetas, con movimientos concéntricos, rozaban sus pezones que estaban completamente erectos, notaba su respiración entrecortada en su cuello. Su excitación era brutal, su coño estaba mojadísima, desprendía flujos a chorro. Suplicaba con su mente que Rosalía llegará a su chocho, que la tocará su sexo, notaba una presión en su pubis brutal. Sólo oía sus propios jadeos, seguía paralizada..., y de repente un sonoro gemido se le escapó cuando Rosalía tocó su coño. Se esforzó, como nunca antes había hecho por no correrse. Deseaba sentirla, deseaba sus caricias, sus besos. Un impulso irrefrenable la sacó de su parálisis y tumbo a Rosalía en el sofá del salón.
Le quito su minúscula braguita de bañador y la desabrochó el sujetador. Se colocó encima de ella y comenzó a besarla con descontrol, con un impulso salvaje. Escuchó sus gemidos. Noto la humedad de su coño en el suyo. Eso hizo que se descontrolara aún más. Empezó a frotar su chocho empapado; los flujos de ambas se fundían en uno solo, resbalaban y era una sensación inexplicablemente excitante. Gladys no aguantaba más su orgasmo, se dejó ir, sus espasmos excitaban el coño de Rosalía, estimulaban su clítoris... ella gemía y con un grito gutural explotó. Ambos orgasmos se entremezclaban, y ambas continuaban pegadas la una a la otra sintiendo cada latido y teniendo sensaciones muy intensas.
El tiempo se detuvo, el deseo volvía a crecer entre las dos, Gladys acercó sus labios a los de Rosalía y ambas se besaban apasionadamente, sintiendo una fusión en sus bocas inimaginable. Gladys acariciaba el pubis de Rosalía, deleitándose con cada detalle, enredándose en su vello rizado y con un deseo creciente de follarla. Metió delicadamente dos de sus dedos en su vagina y noto el escalofrío de Rosalía que empezaba de nuevo a jadear. Tras acariciar interiormente aquella húmeda cueva, empezó a follarla mientras la besaba con pasión. Sus dedos entraban y salían de su coño y el sonido de aquella intensa humedad la ponía cachondísima. Rosalía gritaba y pedía más y más, mientras los dedos de Gladys cada vez se aceleraban más. De repente Rosalía se sintió incapaz de retener sus espasmos y se vertió, comenzó a expulsar líquido en oleadas, sintiendo un intenso placer, jadeaba como nunca antes lo había hecho, todo su cuerpo vibraba, temblaba, mientras por primera vez en su vida tenía un squirt. Gladys estaba tan caliente que se corrió de nuevo, abrazada a ella. Ambas desearon que ese momento no terminara nunca, sus respiraciones se acompasaban cada vez más, y acariciándose la una a la otra se quedaron abrazadas profundamente dormidas.
Yo que había observado en la lejanía a ambas mujeres hacer el amor nuevamente y me había pajeado dos veces viendo la escena, me acerqué sigilosamente y las tape con una manta yendo directamente a la ducha.
(Continuará)
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