Una mansión que acoge infinidad de orgías (14) (2ª parte)
Por El Manso Embravecido
Enviado el 13/05/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Se despidieron, mandándose muchos besos y colgaron sus teléfonos. Jorge quedó con ganas de saber más de Margaret Morgan Clark, la consejera matrimonial que descubrió en Internet, y busca alguna cosa más de ella. Encontró otro artículo publicado hace seis meses.
Tres prácticas sexuales que la mujer de hoy demanda a su hombre
“La biología se está democratizando, se está haciendo feminista. Hace menos de un siglo, el hombre era mucho más alto que la mujer y los roles estaban perfectamente definidos. Desde hace unas décadas, las diferencias en altura entre el hombre y la mujer ya no son tan grandes, incluso en un porcentaje bastante alto, la mujer supera al hombre en altura. Los roles tampoco están tan marcados de forma tan evidente. La masculinidad y la feminidad están en reconstrucción, o simplemente en deconstrucción.
Los gustos de la mujer liberada y empoderada, en lo que a sexo se refiere, también se han ido adaptando al nuevo modelo de sociedad que nos ha traído el siglo XXI. Hay tres prácticas sexuales que muchas mujeres demandan últimamente a sus parejas. La primera sería el Beso Negro, del que ya hablé en otras ocasiones. La segunda sería el colocarse un strapon y penetrar analmente a su marido. Cambiar el rol de quién debe penetrar y quién debe ser penetrado. Si el hombre le exige a su mujer sexo anal, desvirgar el ano a su chica, es lógico y coherente que la mujer, como contrapartida, pida sodomizarlo a él también. La equidad en el trato, el ofrecer lo que pides.
La mujer, a la hora de sodomizar a su chico, tiene tres posturas preferidas: él a cuatro patas; la postura del misionero; y la postura de ella sentada en un sofá y él sentado sobre ella, dándole la espalda. En cualquiera de estas tres posturas, la chica siente una gran libertad de movimientos a la hora de bombearle el trasero a su maricón provisional. También hay una cuarta postura que la hembra envalentonada suele demandar. Es la de pie, el chico cara a la pared, dándole la espalda a su hembra, y la fémina (como buena empotradora de maricas-hetero), rompiéndole el culo a su marido con furia, empujándolo contra la pared mientras lo coge por las caderas.
La tercera práctica sexual que muchas mujeres liberadas exigen de sus machos es el tragarse el esperma. Cuando el hombre se corre en la cara de la chica, o en otra parte del cuerpo (pechos, ombligo, interior del coño o del culo, con el consiguiente chorreo posterior de esperma por los muslos), la esposa le exige al marido que la lama y se trague su propia lechada. También es una demanda sensata y justa que el que mancha debe limpiar después.
En una versión más avanzada y radical de esta tercera práctica, está el que la esposa le exija al marido el tragarse el semen de sus amantes. Lamerle la cara y tragarse las diferentes lechadas que los amantes (de su esposa), le vayan soltando por todo su cuerpo. Esta variante no es demandada, como es lógico, en parejas monógamas cerradas. Se suele practicar con más asiduidad, aunque de momento en porcentajes muy residuales, en parejas abiertas.
Beso Negro, sodomizar al marido y que él lama su propio esperma del cuerpo de su chica, son las tres prácticas que se están extendiendo entre las nuevas y no tan nuevas generaciones, como demandas honestas y justas, de las mujeres que piden y exigen igualdad de trato.
A ponerse las pilas, machos del mundo, o aprended a vivir en clausura y castidad”.
Jorge no tardó ni diez segundos en enviarle por WhatsApp, a Maite, este segundo artículo de la célebre psicóloga. Maite le contestó con un escueto:
--Vete preparando, cariño. Te voy a hacer un hombre… del siglo XXI.
Jorge, trabajando en la Mansión El Edén, pudo comprobar, casi como un estudio sociológico y estadístico, que lo que dice en sus artículos la consejera matrimonial Margaret Morgan Clark, es extraordinariamente cierto. De hecho, en la mansión, son muy demandados los chicos que prestan este tipo de servicios. Son los más remunerados de la plantilla.
El guarda, observa que hay un maromo de 23 años que no para de ir de habitación en habitación. El busca que lleva en su bolsillo no para de sonar. Es un chaval de 1,80 m de altura y 90 kg de puro músculo. Rubio de pelo, de media melena y con ojos verdes.
El maromo entra en la habitación n.º 39, en la 2ª planta. Jorge descubre, gracias al monitor que le sirve de chivato, que en esa estancia se encuentran 20 chicos con una chica. Esta es de origen angoleño, de tez caoba y con una melena rizada. Ya habían acabado la sesión de gang bang y bukkake. Los chicos están desparramados por los diferentes sofás que hay en la habitación, agotados de tres horas de sexo duro y muy guarro. Sus pichas están flácidas.
La chica está ubicada en el centro de la estancia, de rodillas, toda bañada en esperma. Del chocho y del ano le salen unos chorretes de lefa. En la cara tiene un emplasto de semen tan copioso y espeso, que se sabe que es negra de piel por el resto del cuerpo que si no, sería muy difícil adivinar si es asiática, africana, americana, etc. De la barbilla le caen unos hilos de esperma que mismo parecen estalactitas. El cuello, tetas, ombligo, cintura y bajo vientre están encharcados. Los 20 maromos se corrieron más de una vez sobre la furcia, es evidente. Hicieron un buen trabajo.
A Johnny, el marica-hetero, le suena el busca. Lo llaman de la habitación 15. Tiene un mensaje que dice “Te esperan tres lobas hambrientas con ganas de reventarte el trasero, con sus vergas de látex”. La hembra angoleña se impacienta, le hace un gesto con el dedo índice al chaval, con la intención de que se acerque a ella. La chica lleva tiempo aguantando en la boca, una bola de esperma y saliva, que cada vez se hace más grande. Quiere descargarla, escupírsela en el interior de la boca al chaval-aspiradora.
Johnny se acerca. La chica, con un gesto, le indica que abra la boca. El maromo obedece. Al instante la angoleña le suelta un escupitajo bestial. Una bola gigantesca y espumosa de saliva y esperma, que le entra casi al completo en la boca, al chaval. Solo unas pocas babas se quedaron colgando entre ambas caras. Un hilo espumoso une sus labios. La chica se acerca y le pega un morreo al maromo, pasándole más mezcla, que quedó rezagada en su mucosa bucal.
El marica-hetero hace unas gárgaras y se traga la carga que la mujer le soltó. Luego le sorbe las estalactitas de lefa que cuelgan de su barbilla. Continúa lamiendo y sorbiendo toda la plasta de esperma que la hembra lleva en la cara.
--¿Ves el crucifijo de plata que me cuelga del collar a la altura del esternón? --pregunta la chica angoleña--. Está encharcado en esperma. Lámemelo y déjamelo limpito. Es Cristo. Gracias a él estoy triunfando en Europa.
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