Una mansión que acoge infinidad de orgías (15) (3ª parte)

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Sonia, mi mujer, está de rodillas. De forma alterna va manducando aquellas tres cañas de chocolate. Todavía están algo morcillonas y consigue tragárselas enteras. Después de sacarles punta a los lápices de sus tres maromos, se coloca en la postura que más la excita (de pie, colgada del pescuezo de su amante y con las piernas envolviendo su cintura). Le encanta sentir que levita, como Santa Teresa de Jesús. Como a esta, quiere que también a ella la canonicen, o como a Santa Teresa de Calcuta. Si mientras está en esta postura, otro fulano se le acerca por detrás y se la calca por el culo (sujetándola por las caderas), para Sonia es el éxtasis total. Le chifla que unos buenos machos con desarrollados bíceps y tríceps la manejen como se merece. Mi mujer es de mediana estatura y con buenas carnes, no es fácil practicar con ella esta postura. Sonia disfruta con hombres macizos, rollizos, altos, que la empotren bien. Por eso le tiran más los africanos. El tercer chico espera su turno. Entonces Sonia le dice:

--Coge aquella mesa, acércala, súbete a ella y así podrás follarme la boca con tu agraciada y hermosa tranca.

Mi Sonia es un buen putón, no cabe duda. Me giro y observo que Vega está recostada sobre un sofá, desnuda y con el pelo suelto y revuelto (como una auténtica pelandrusca). Me dice:

--Acércate y hazme una comida de almeja de esas que sabes hacer tan bien. Engulle mi bollo chorretoso.

Me fijo en su colgante circular blanco y, mientras le como el chichi, me explica su significado. Imaginarme a esta chica tan menuda y delgada cabalgar sobre un potro de madera con dos pollones incrustados en su culo y chocho, me puso como una moto. Le comí con tal entusiasmo y devoción, a la ardiente hembra, el berberecho chorretoso, que le provoqué dos orgasmos en poco más de un cuarto de hora.

Le echo un vistazo a la pantalla de plasma y observo que mi esposa está montando un sándwich. Cada cinco minutos va cambiando de posición (recostando su dorso sobre el chico de abajo o mirando hacia él, y ofreciéndole los pezones para que se los lama). El tercero en discordia se la enchufa en la boca, para que no chille tanto.

Yo me decido a cabalgar a Vega de pie, con ella colgada de mi cuello. La sujeto con mis manos por debajo de sus nalgas y voy marcando el ritmo. Me la trajino, subiéndola y bajándola con mis brazos, a dos empellones por segundo. Vega jadea. Entre gemido y gemido me dice que soy un buen macho, que podría buscarme trabajo de puto o chapero en la mansión. Yo le contesto que no busco trabajo, que soy freelance.

Le echo un vistazo a la pantalla. Mi mujer está de rodillas recibiendo 27 descargas de leche por toda la cara, de sus tres machos africanos. Al poco rato, abren la puerta y entra el chico que vi en el pasillo. Se acerca a Sonia y comienza a lamerla. El cuckold se va tragando toda la lefa de aquellos superhombres. Mi mujer le escupe en la boca un considerable lapo (mitad saliva, mitad esperma), y suelta unas carcajadas. Luego le dice algo así como “Bébete el jugo recién exprimido de mis machos, maricón”.

Vega acerca su boca a mi oreja derecha y me suelta:

--Menuda puta tienes en casa. Podrás estar orgulloso de ella, cariño.

--La verdad es que sí que lo estoy. Me casé con ella justamente por ser una auténtica PGG (Puta-Golfa-Guarra). Yo también aspiro a ser un auténtico PGG (Puto-Golfo-Guarro).

Vega y yo llegamos al orgasmo al mismo tiempo. Cuando se baja de mi cuerpo, se coloca de pie, con las piernas un poco separadas y me dice:

--Colócate bajo palio y bébete los jugos vaginales mezclados con tu lechada que vayan saliendo de mi chumino, ¡asqueroso!

Obedezco. ¡Qué rico bollo adobado en crema! Cuando la dejo bien aseada, Vega me señala el monitor que enfoca al hall de la mansión. Sonia me estaba esperando, recién duchadita y maquillada. De repente, ocurre algo sorprendentemente positivo. Por la puerta entran Sara y Anthony, una pareja con la que tenemos una íntima y excelente amistad (sobre ellos escribí dos relatos, uno titulado “¿Qué es ser un o una PGG?”, y el otro “La mujer de mi amigo me folló a gusto”). Veo que Sonia los saluda. No sé lo que hablan, hay demasiado jolgorio en la entrada y no se oye bien. Me despido de Vega, pegándole un buen morreo y pasándole parte del sabor a semen y chocho de mi boca a la suya, y me dirijo al lugar donde está Sonia con nuestros amigos, para saludarlos… y para proponerles una idea muy picante. Pero eso mejor lo cuento en el siguiente episodio.


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