Me volví a mirar a Saúl, pero éste estaba con la cabeza recostada, dormido. Y sola, en silencio, sólo miraba como mi vecina subía y bajaba su mano masajeando el pene de Marco, que ya recostado solo se dejaba hacer. Con un video que reflejó más luz, Marco aún erecto guardo su miembro, al darse cuenta que yo los había descubierto.
Con los minutos, le pregunté a Silvia, que si estaba loca, que si no le daba pena, a lo que me contestó con una sonrisa pícara que no, que a ella le gustaba y a él también; que esa sensación de hacerlo en público les daba más morbo. Me preguntó que, si nosotros alguna vez lo habíamos hecho, y le dije que no; que incluso durante los 30 años de casada, nunca había mirado otro pene que no fuera el de mi marido. Silvia soltó una carcajada, más de incredulidad que de burla. Ella me contó que llevaba tres años saliendo con Marco, pero que se daban la libertad de salir y estar con otras personas, siempre y cuando el otro estuviera de acuerdo. Que practicaban juegos de roles, con disfraces, y que había noches en que uno de los dos era esclavo del otro y tenía que hacer y acceder a lo que el otro quisiera. Que lo decidían con una moneda.
Y en medio de un brindis con coñac, que ella ya estaba tomando, sacó una moneda. ¿Juegas? Saúl está dormido y ya casi nos tenemos que ir, le respondí. Con Saúl no, conmigo. La miré asombrada, y me dijo, si ganas, hago lo que quieras esta noche; si yo ganó, tú me obedeces. Con el corazón acelerado, pero con una enorme curiosidad asentí. ¿Seguro? – preguntó ella. Sí, te doy mi palabra, replique. Ella pidió cara, tiró la moneda, ¡y cayó cara! Sonrió, tomó la copa y me dijo fondo blanco, y me tome la copa de una sola. Al colocarla sobre la mesa, se acercó y me dio un beso en la boca. Solo posó sus labios sobre los míos, y me dijo, ahora eres mía.
Intrigada por lo que pasaría, seguí escuchando la música; Silvia conversaba ahora con Marco; mientras al otro lado de la mesa Sergio y Lady se apretaban y besaban con furia. Silvia se para, y va para el baño. Al regresar, se sienta entre Marco y Melissa, de forma que Marco se corre hacia mí. Están sonando rancheras, que cantan los pocos asistentes, y de nuevo Marco saca su pene al aire, y Silvia se lo empieza a acariciar y sobar. No lo puedo creer. Silvia está juiciosa en su tarea, y me dice: Pamela, acaríciala. ¡No! – le respondo, como se te ocurre. Pamela, obedece, me dice con dulzura. Y ella toma mi mano, y la coloca sobre el pene de Marco, y lo empieza a masturbar con mi mano debajo. Un escalofrió me recorre la columna, y sólo obedezco, no me resisto. Estoy allí, masajeando ese pene, grande, gordo, largo, mientras Silvia besa a Marco. Me gusta, Marco esta rasurado, se siente rico. Siento como me voy mojando, pues ya mis fluidos corren por mis muslos. Silvia deja de besar a Marco en la boca, y se agacha y empieza a besarle el glande mientras yo aún lo masajeo. Miro de reojo a Saúl que sigue dormido. Mientras Jonatán y Melissa, también se funden en besos, mientras él le aprieta los senos por encima de la blusa. En un segundo, Marco se inclina hacia mí y me muerde el labio inferior y se devuelve, Quedé con ganas de sentir su boca sobre mí. ¡Que locura! No me hubiera imaginado nunca que está noche terminaría así. Mientras subo y bajo mi mano sobre ese aparato que parece crecer con cada succión de Silvia, esta también me lame y me besa la mano. Después de unos minutos, siento como Marco explota y derrama su semen, parte cae sobre mi mano que me excita más y Silvia juiciosa, se chupa el resto. Empeñada en la limpieza, Silvia se come todo lo derramado sobre Marco, y luego toma mi mano y repite la operación, dejándola completamente limpia. Se levanta, y se sienta a mi lado, mientras Marco se corre hacia Melissa. Sin decir nada, solo se acerca a mí, y me besa abriendo mis labios con los suyos, y suelta en mi interior una descarga de semen de Marco. Esperaba que me besara con su lengua, pero no, solo suelta su carga en mí, y me dice, no te lo tragues todo. Yo asiento y retengo lo que puedo. Con dulzura ella besa mis labios, y luego se acerca a mi oído, y después de meterme la lengua, me dice besa a Saúl y pásale lo que tenés en la boca. Lo pienso un segundo, pero la calentura puede más, y me acurruco sobre mi marido, tomo su cara y le beso, tal como lo hizo Silvia conmigo, y con mis labios abro los suyos, y mientras le paso mi carga, con mi lengua busco la suya, que reacciona despertando atacando la mía con pasión, sin percatarse a conciencia del lubricante entre nuestras lenguas. Saúl, ya despierto, se anima y sigue bebiendo ya moderadamente.
Silvia va para el baño, y me dice que la acompañe. En el baño, me dice que le haga el juego de la moneda a Saúl. ¿Y si pierdo? – le preguntó. ¿A quién le hago caso? a él o a ti. No vas a perder, me dice sonriendo, mientras me muestra que la moneda con que jugamos, ¡tiene dos caras! Eres mala, le reprendo. ¿Arrepentida? Me pregunta. – No, para nada. Y me confiesa: Esta noche todos jugamos, y todas nosotras ganamos gracias a esta moneda. Y allí, frente al espejo, me da un nuevo beso, esta vez sí metiendo su lengua dentro de mí. Soltándonos al sentir, que alguien más iba a entrar al baño. Pero con el beso, puso en mí una pastilla, que sólo pude tragarme. Ella se tomó otra, y me dio una en la mano, para que se la diera a Saúl.
Al regresar a la mesa, Roberta está charlando amenamente con Melissa, sin dejar de mirar su escote, que ella mueve segura de la atracción que produce en mi marido. Prácticamente, ya es hora de cerrar, pero Sergio que es amigo del administrador, le dice que, si podemos seguir adentro, aunque cierren al público, que están dispuestos a dar una muy buena propina; a lo que el amigo accede y continuamos con nuestro grupo, mientras el resto de la gente empieza a abandonar el lugar.
Cada pareja, está en lo suyo, incluyéndonos; Saúl está excitadísimo, me toca por encima de la blusa, me abraza, me besa, y yo encantada. En medio de los besos, le paso la pastilla, y sin preguntar se la toma. Le cuento sobre la relación de Silvia y Marco, sobre el juego de roles, y sobre el juego de la moneda. Y le hago el desafío. El que pierda se somete al otro. Acepta, yo escojo cara, tiramos la moneda y adivinen que salió.
Continua en De copas (3)
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