BREXIPIPRAZOL

Brexpiprazol, moléculas que están buenas.

Se preguntará el lector cómo puede estar buena una molécula. Hay moléculas vedette. Y el brexpiprazol es una de ellas. Un neuroléptico que parece una droga recreativa sin los inconvenientes adictivos delas mismas. Si engancha es por psicología, como los porros, pero por nada más. Su primo hermano- el aripiprazol- recuerdo que daba cagalera, hasta que apareció su pariente inocuo a tal respecto. Amén de insomnio. Circunstancia que el familiar también solventó. Recuerdo que aquel día era domingo. Un domingo de una nueva era, un amanecer equivalente a un despertar feliz, con el desayuno sobre la mesa después de un sueño reparador. Era mi primer día con brexpiprazol. Se lo dije a mi madre. - Madre, gracias por el brexpiprazol. Se puede pensar que mi madre pertenecía a la industria farmacéutica, así conforme viene escrito, pero lo de las gracias era por el desayuno. Un desayuno de campeones. Lo que junto a la molécula confería una sensación de plenitud. Daba igual que me hubiera cerrado todas las puertas hacia la posible independencia, empezando por la sexual, que con aquel nuevo descubrimiento de la casa Sandoz- creo, no tengo el prospecto a mano- sobraba de todo: mujer, independencia económica. Vamos, de todo. La ciencia, lo que con una mano te quitaba la vida, en la otra, ponía aquella molécula sanadora a tu disposición. Era un juego bastante ilógico, pero el resultado no era del todo desalentador. Fui tan feliz que me dio por cantar bajo la ducha. Daba igual que mi experiencia vital anduviese del todo frustrada, que con aquella molécula cagaba duro y dormía bien. Y, todo ello, sin sensación de ser un descerebrado baboso de los tiempos del haloperidol. Luego miré en el prospecto y pude comprobar que aquel descubrimiento era japonés. Me puse a llorar, acordándome de Hiroshima y Nagasaki. Resulta que encima los tíos, después de ser fritos por americalandia, habían tenido el acierto de dar con nuestra felicidad.